Almendralejo
Diego Zamora: un espejo para próximas generaciones
El almendralejense, que nunca había practicado el atletismo a nivel profesional, se ha proclamado campeón máster de 800 metros a base de utilizar el deporte como una terapia de evasión mental y perseverancia que le invita a ser fuerte cada día y afrontar las adversidades que le ofrece la vida

Diego Zamora en una de sus carreras. / EP
A los 72 años, cuando muchos optan por una vida tranquila y sin grandes desafíos, Diego Zamora ha decidido que no es el momento de frenar. Al contrario, sigue corriendo a toda velocidad por la vida, por sus sueños y por la familia que le ha dado tanto. No se trata solo de una cuestión de pasión por el atletismo, sino de una verdadera historia de superación. A cada paso, Zamora demuestra que nunca es tarde para empezar, para reinventarse y para seguir luchando por lo que más importa. O por lo que más te apasiona.
Su vida, marcada por el trabajo incansable en el campo y la construcción, nunca tuvo el atletismo como protagonista. Sin embargo, hoy, con 72 años, acaba de convertirse en Campeón de España Máster en los 800 metros, un logro que no solo habla de su talento, sino de su resistencia y de su capacidad para no rendirse ante las adversidades que la vida le ha presentado. Pero la historia detrás de este título no se puede contar sin hablar de todo lo que ha vivido, de los desafíos que ha enfrentado y, sobre todo, de las personas que le han dado la fuerza para seguir adelante.
«Para ella va esta medalla», dice Zamora mientras habla de su mujer, quien, debido al Parkinson y al Alzheimer, enfrenta una dura batalla diaria. Aunque la enfermedad le ha ido robando muchas cosas, Zamora sigue encontrando fuerzas en el amor que les une. «La pobre lo pasa mal, pero verla, me da fuerzas. Tengo que correr también por ella», afirma con una emoción que no puede ocultar.
Tras una etapa muy complicada en su vida y después de superar un cáncer de próstata y tres operaciones de hernia, Zamora decidió que no podía quedarse quieto. La sensación de vulnerabilidad lo empujó a tomar una decisión crucial: no dejarse ganar por las adversidades, sino seguir luchando. «La mejor medicina que tenemos es el deporte», asegura, convencido de que el ejercicio no solo mejora el estado físico, sino que es una terapia para la mente. Fue entonces cuando el atletismo entró en su vida, casi por casualidad.
El cambio fue sorprendente, tanto para él como para su familia. Zamora, que nunca había sido atleta profesional, comenzó a entrenar de manera constante, sin pretensiones de convertirse en campeón, solo con el deseo de mejorar su salud. Sin embargo, lo que parecía un simple ejercicio para mantenerse activo, se convirtió en una verdadera pasión, y pronto se dio cuenta de que tenía un fondo físico y una resistencia mental que le permitían seguir adelante con más fuerza que nunca.
El empujón definitivo vino de su hijo Diego, también atleta, quien lo convenció para federarse hace apenas dos años. «Lo hice porque quería que se moviera un poco, que no se quedara atrás. Nunca imaginé que se convertiría en campeón», cuenta el hijo con una sonrisa de orgullo. Su apoyo fue fundamental, y no solo como entrenador, sino como alguien que creyó en su padre desde el primer día. La relación entre ambos no se reduce solo a la esfera deportiva, sino que también es un reflejo del amor y el respeto que hay en una familia unida. «Es una historia de apoyo mutuo», afirma el padre. «Nos ayudamos el uno al otro, y eso es lo más importante».
En el circuito Máster, donde se agrupan atletas de la tercera edad, Zamora es una auténtica referencia. No solo por lo conseguido, sino por la energía que transmite. En las pistas de Almendralejo, donde entrena cada día, todos saben que él es el hombre al que nadie puede seguir. «Cuando me dicen que vaya despacio, les digo que no se preocupen. Pero luego se quedan atrás», cuenta con una media sonrisa. No es solo su velocidad, sino su actitud ante la vida lo que lo hace especial. Su energía, su actitud positiva y su determinación para no rendirse nunca son las claves de su éxito.
Hoy, Diego Zamora representa mucho más que un trofeo o un título. Su historia de superación es un reflejo de los valores de Almendralejo, su ciudad, que lo ve como un ejemplo de perseverancia, de trabajo duro y de lucha por los que más ama. Zamora corre no solo por sus medallas, sino por su familia, por el amor que siente por su esposa, por su hijo, y por todos los que lo han apoyado a lo largo de los años. Su carrera es pasión. Y eso, nunca termina.
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