Trece familias, que reúnen a unas cincuenta personas, muchas de ellas niños, malviven en las casas prefabricadas colocadas hace en las Cuestas de Orinaza hace más de cinco años,cuando aquel gueto se derribó y la mayoría de sus habitantes fueron realojados en otras zonas de Badajoz. Una parte de los vecinos se quedaron porque la Junta de Extremadura consideraba que no cumplían los requisitos para la reinserción social en otros barrios, eso dijeron entonces.

Ante la pervivencia de esta situación, la Consejería de Fomento asegura a este diario que ha ofrecido "en repetidas ocasiones" a estas familias la posibilidad de abandonar su situación actual accediendo a viviendas vacantes que son propiedad de la Junta. Pero la consejería dice que "son los propios vecinos los que han rechazado esta posibilidad y han decidido permanecer en la zona voluntariamente".

Las personas con las que ha hablado este diario niegan que tengan la oportunidad de irse. Algunas coinciden que al principio les ofrecieron vivir en Los Colorines y lo rechazaron, pero a la vista de que su situación persistía, luego mostraron su disposición a trasladarse a cualquier sitio y ya no les dan ninguna salida. Es el caso de Josefa Sanabria. Tiene 11 hijos, todos casados, 34 nietos y 6 bisnietos. Con ella viven dos nietas y algunos de sus hijos en otras casas próximas del mismo barrio. Todos se han criado en las Cuestas. Josefa reconoce que no aceptó irse a Los Colorines porque dos de sus hijos (cuyos retratos lleva grabados en una medalla) murieron "de la droga" y no quiere que la historia se repita. Su nuera, Niki Bas, vive al lado. Con 40 años, tiene 4 hijos y dos nietos. Uno de los episodios más tristes que recuerda es cuando a los cuatro días de estar en esta casa a su hijo pequeño que jugaba fuera se le clavó un alambre en el ojo, que perdió irremediablemente.

Dicen que han ido muchas veces a pedir que los trasladen "pero no nos hacen caso". Estas mujeres afirman no saber porqué a ellos los dejaron allí. "No nos han tratado y no nos conocen". Niegan ser problemáticos. "Aquí viene el cartero y nunca pasa nada". Junto a ellas empiezan a juntarse más mujeres, todas con quejas. No hace falta preguntar cómo viven. "A la vista está", responde Niki. En las casas fabricadas hace más frío en invierno y más calor en verano que en la calle, si a los alrededores se les puede llamar calles. Dicen que las casas "huelen mucho, será por las tuberías". No hay asfalto ni aceras. Todo es tierra y jaramagos, donde se alojan los bichos. Antonia cuenta que encontró una culebra debajo de la nevera y que "las cucharachas nos comen". No tienen teléfono fijo ni autobús. El camino que lleva a las Cuestas está cubierto de basuras y escombros. Por ahí bajan a diario los niños a la escuela o al instituto. Es el mismo camino que usan los camiones que van a la escombrera "y forman un barrizal". Antonia lamenta la mala fama que les precede cuando van a buscar trabajo e Isabel Navarro suplica que los atiendan: "Que no se olviden de nosotros, que estamos aquí, que hay niños y que no somos bichos".