La patochada nacionalista que recorre estos días la Cataluña narcotizada por un discurso político falaz y mezquino es la consecuencia lógica de una endiablada estrategia consistente en crear problemas donde no los hay y alimentar cachorros pensando que jamás se convertirán en monstruos. La Cataluña de hoy es una colérica amalgama donde conviven socialistas que no lo son con republicanos que en realidad son la extrema izquierda, los políticos mejor pagados de España con el idioma de todos arrinconado, un presidente de club de fútbol, bravucón y con ínfulas de señor de la guerra, con juventudes nacionalistas que no saben ni una palabra de historia, y una sociedad adormecida por un ideario victimista que lee periódicos capaces de lograr unanimidades junto al poder pero nunca frente, por ejemplo, el terrorismo.

De la tergiversación de la historia al estar constantemente perdonándonos la vida. Ni siquiera es catetismo ilustrado. Son una pandilla de supuestos poderes fácticos que creyéndose clases privilegiadas mienten más que hablan, adulteran la soberanía popular, fabrican imaginarios colectivos que acaban yéndoseles de las manos, se enriquecen a costa de los demás y olvidan que fue el franquismo quien les otorgó, en detrimento de la España periférica, los recursos que hoy explotan. La clase dirigente catalana y ese puñado de independentistas indocumentados son tan paletos que mientras lanzan la campaña institucional Hazte fan de Catalunya enarbolan en el Nou Camp la pancartita del Catalonia is not Spain . ¿En qué quedamos: en catalán o en inglés? ¿O es que pretenden agredir al hispanohablante y congraciarse con el angloparlante?

El nacionalismo catalán, a diferencia del vasco (paleto, también, pero sangriento), es torticero, presuntuoso, reaccionario, excluyente, locuaz, insolidario, ambicioso, egoísta, prepotente y voraz pero, sobre todo, cada palabra nacionalista demuestra una profunda ingratitud avivada por esa antipatía congénita tan propia de aquellos que la generosidad no aparece en su mapa genético.

Todo esto viene a cuento porque mientras unos ofenden, otros tenemos que pagar 300 euros para volar a Madrid, necesitamos décadas para que la Alcazaba se rehabilite, un milagro para que el AVE llegue y no tenemos ninguna fuerza para presionar en los tribunales de Madrid.