La imagen bucólica de ver crecer y disfrutar de un frondoso árbol en la puerta de casa, que dé sombra en verano y alegre la calle en primavera, no es la que aprecian los vecinos de la calle Gurugú, la vía principal de la barriada con la que comparte el nombre. El problema está en la acera de los números pares, porque es donde los cinamomos están más próximos a las viviendas, muchas de ellas de una sola planta. Nunca llueve a gusto de todos, sobre todo para estos inquilinos, que tiemblan cuando llega el otoño, los canalones se atascan día sí y día también con las numerosas hojas que caen de estos árboles y cuando llueve profusamente se inundan muchas de estas casas.

La última vez ocurrió en Nochebuena. La tormenta de la madrugada fue generosa en agua y granizo y los vecinos maldijeron una vez más a quien se le ocurriera plantar, hace más de 40 años, estos cinamomos. El concejal de Medio Ambiente, Antonio Avila, los llama "árboles tres en uno" porque primero tiran la hoja, luego las bolitas y después la flor. Los hay por toda la ciudad y en el servicio ya han ordenando que no se sigan plantando, como tampoco los plataneros, y que los que mueran se sustituyan por otras especies, por la suciedad que acarrean éstas. Pero quienes lo sufren en la calle Gurugú no solo hablan de suciedad.

José Antonio Cordero vive con su mujer Victoria Blanco y su hijo Jose en el número 30. La casa tiene un canalón central que recoje las aguas de los dos tejados y la noche de Nochebuena estaba totalmente obstruido. El hijo se sube a menudo a limpiarlo, "pero lo haces hoy y con la caída de hoja, si tardas tres días los canalones están ya llenos, constantemente". En el número 26 viven dos ancianos, Alfonso Jiménez, de 91 años y Alfonsa de 83. Aquella noche no estaban en casa porque habían ido a cenar con un hijo Pedro. Al regresar la mañana siguiente, tuvieron que tirar hasta el colchón, porque era irrecuperable. Los techos de ambas viviendas están agujereados para que el agua los atraviese en lugar de hundirlos.

Para Jose Cordero, el problema se solucionaría con que el ayuntamiento podase todos los años, porque les asegura año y medio "en paz", si no quieren arrancar los árboles. Sin embargo, Avila sostiene que no se puede hacer una poda anual porque se secarían. Cordero asegura que tardan cuatro o cinco años en hacerlo y lamenta que en otras zonas de la ciudad se hace anualmente. "Te hacen sentir que la ciudad termina en la Renfe", sostiene este joven, quien apunta que sus padres, como los demás vecinos, pagan todos los impuestos municipales como en el resto de la ciudad. Sin embargo, el concejal sostiene que esta calle se limpia como otras y que "milagros no podemos hacer porque la naturaleza tiene su ciclo". Reconocen los vecinos que es cierto que acuden brigadas de limpieza pero no les da tiempo en una jornada.

Y no solo las hojas. Cuando éstas desaparecen llegan las semillas en forma de bolas amarillas, que al pisarse provocan resbalones. Apunta Jose Cordero que muchos de los vecinos de la calle son ya de edad avanzada y la mayoría se lo piensa dos veces antes de salir de casa por temor a caerse. Lo mismo ocurre en primavera con las flores, que como las hojas también atascan los canalones, y en verano, las copas son tan frondosa que al caer la tarde las aceras se convierten en auténticos "túneles" porque las hojas ocultan la luz de las farolas. Avila aporta en su defensa que son árboles que dan mucha sombra. Pero Jose invita a "cualquiera a abrir la puerta de mi casa en verano sin una linterna, porque no se ve la cerradura".