No satisfecho con las breves explicaciones que a través de un comunicado oficial ofreció el arzobispado a los medios de comunicación y que ayer se hizo público --además del escrito más prolijo del arquitecto que dirige las obras--, el arzobispo, Santiago García Aracil, ha enviado una carta a todos los sacerdotes de la diócesis (son en torno a 300) para "ayudarles" a "vencer el escándalo" ocasionado "por algún que otro sacerdote, hermano nuestro, que ha dado una información errónea, hiriente, calumniosa y motivadora de escándalo". Pues Aracil reconoce que a él le escandalizaría "que un obispo fuera capaz de actuar de la forma que se manifiesta en la información mediática" referida a las obras con las que un grupo de sacerdotes ha mostrado su desacuerdo y lo ha trasladado al Nuncio Apostólico.

Las cartas enviadas por correo ordinario están fechadas el 3 de noviembre y también se han remitido por correo electrónico. En ellas García Aracil da detalles sobre los trabajos en el Seminario y en la sede del arzobispado para la residencia del arzobispo coadjutor, Celso Morga.

Pero previamente, en el largo escrito, el arzobispo de Mérida-Badajoz traslada al clero que "con gran dolor" sospecha que, "como los periodistas no se lo inventan todo, ha tenido que haber alguna fuente presbiteral desgraciadamente insidiosa". Lamenta al mismo tiempo que las críticas, (que han partido, según dice, de "un grupúsculo insignificante", que a pesar de todo cuenta con su indulgencia y "afecto personal") no vayan respaldadas por nombres sino que se escondan en el anonimato. "Nunca han denotado elegancia de espíritu ni el anonimato, ni la información no contrastada, sobre todo si es calumniosa". Para el arzobispo, este modo de actuar no corresponde "al estilo propio de un ministro del Señor que el día de su ordenación prometió obediencia y respeto al obispo".

Insiste Aracil en su escrito en que muchos sacerdotes contaban con la información sobre las obras que se están acometiendo, que él mismo ha ofrecido "en distintos círculos, equipos o consejos sacerdotales", porque "vuestro obispo no esconde nada".

Entrando en detalles, señala que le parece "una deformación grave de la verdad" que se definan como palacio las obras en el piso alto del arzobispado y afirma que el arzobispo coadjutor conoce con detalle los planos y la intención de la obra "y le ha parecido bien". Apunta además que está pagado con el dinero de libre disposición del obispo "que yo no he utilizado para mi casa ni para mis necesidades". En cuanto a los trabajos en el Seminario, argumenta que el objetivo es conservar un edificio muy deteriorado, sobre todo la biblioteca, cuya situación "era verdaderamente preocupante". Ante estos datos, se pregunta si es honesto calificar este cometido en favor del patrimonio de la diócesis como gastos "llamativos, inoportunos y escandalosos por innecesarios".

García Aracil acaba el escrito ofreciendo a los sacerdotes que acudan a él que cuando tengan la necesidad de saber algo de primera mano "sin abandonaros a imaginaciones".