No había consuelo para la dueña del quiosco de chucherías. A unos metros de su puesto, Francisca miraba con los ojos llenos de lágrimas cómo de su negocio aún seguía saliendo humo y apenas quedaban unos muretes de cemento en pie. "Me han dejado sin nada", se lamentaba. "Ya no tengo bienes para levantar de nuevo el quiosco y me veo en la calle", contaba.

"Es un quiosco maldito", se escuchaba decir a algunos vecinos, pues todos recuerdan el accidente en el que murió la madre de Francisca y ella quedó en silla de ruedas. Según contó ayer, el quiosco era de su marido, pero cuando se quedó viuda, se hizo cargo de él. "Llevo aquí 32 años y ahora me veo sin nada. A ver si alguien me echa una mano porque sino no sé qué va a ser de mí", aseguraba.