Alguien puede considerar exagerado que las ciudades islámicas fuesen en sus orígenes perfectamente regulares, cuando se fundaban sobre terreno virgen. Es decir, cuando no había antes en el mismo lugar una población amurallada y con un auténtico casco urbano --fundar sobre ruinas, también era fundar--. Pero no lo es. Bien es verdad que si sólo utilizamos el esquema romano como elemento de comparación, el argumento puede resultar sólo medianamente aceptable. Sin embargo, había otros modelos urbanos, no sólo el acuñado en el mundo clásico. Uno, pujante y poderoso en el momento de la conquista árabe, era el persa, mucho menos conocido que el greco-latino y que, al menos en la parte occidental del imperio asiático de los sasánidas, se basaba no en el rectángulo, sino en la circunferencia. Un buen número de poblaciones fundadas por los persas tenían planta circular o, por expresarlo mejor, más o menos circular. La más evidente es, a pesar de no haber sido demasiado estudiada, Firuzabad, en Irán, obra del creador de imperio sasánida, Ardashir I (216-241). De ese esquema tomaron los árabes, el gran califa abbasí al-Mansur (754-775) -el de la bandera negra, sr. Fragoso-, el modelo para su nueva capital, Bagdad. Hasta donde ha podido reconstruirse, era un círculo perfecto. Con los barrios dispuestos como una corona circular en torno al núcleo central, que era un parque en cuyo centro se elevaban el palacio del monarca y la mezquita mayor. En al-Andalus nunca, que sepamos, llegó a acometerse nada semejante. En la otra orilla del Estrecho tenemos noticias de alguna, pero sin documentación arqueológica. Ignoramos los motivos. No sería el menor el odio mortal entre omeyas y abbasíes, que eran, primos.

A lo que voy. Entre la regularidad "romana" y la "persa" había términos medios. Y esos parecen haber sido los más frecuentes. Porque no siempre las condiciones físicas, ni las políticas, permitían o aconsejaban urbanizar en llano. Y a la altura temporal de lo que nosotros conocemos como Edad Media se buscaban los lugares elevados y defendibles, pese a los inconvenientes que acarreaban a los moradores. El mayor era el abastecimiento de agua. Por ahí van los tiros según mi criterio -y el de Rodrigo Tirado- en el caso de Badajoz, que fue fundación y no refundación, pese a haber restos de hábitat pre y protohistórico en la almendra de la nueva ciudad.