Supieron que Jesús iba a llegar, cortaron hojas de palmera y salieron a recibirlo, ¡Hosana!». En las calles del Cairo, los vendedores ambulantes ofrecen palmas trenzadas con flores y espigas. Y agua fresca. Es abril y ya hace calor. Van entrando en la Catedral de San Marcos, llena de gente. Sameh, que es taxista en Estados Unidos, llegó anoche y se reencuentra en la puerta con sus primos, como todos los años, feliz de saberse en casa. Su mujer ajusta bien el peinado de la más pequeña, estira los lazos del vestido recién estrenado. Las aspas de los ventiladores mecen y reconfortan como los abrazos, las manos estrechadas. Los recuerdos se agolpan en las sienes martilleándolas, para hacerse presente, un leve gesto de angustia contrae al rostro de una anciana. Su hijo fue asesinado en una iglesia cerca, hace unos meses. La mano se crispa sobre el bastón para reprimir las lagrimas. Reza junto a las reliquias de San Atanasio, sin darse cuenta de que el incienso y el silencio llenan el templo, comenzando los oficios. Después estalló el ruido, atronador, la oscuridad momentánea, los bancos saltando por los aires, trozos de carne quemada, arrancada. Lloros agudísimos, gritos aterrados llamando a papá. Levanta los ojos, sin despegar los labios, pidiendo misericordia. Inmóvil. A su alrededor todo es caos. Rápidos corren buscando la salida, que todo acabe, salvarse. Aire. La vida se escapa. El mármol fresco, pulido que los recibió un momento antes, es ahora rojo, encharcado de coágulos, dedos amputados, vísceras. Son otros los muertos, distintos a los masacrados en diciembre, en el mes anterior, las iglesias incendiadas, las detenciones de madrugada en las casas de los cristianos, los furgones, donde son conducidos, que nunca vuelven. Pero vuelve siempre el horror y la indiferencia lo alimenta, de nada sirve el sufrimiento si este parece lejano, como tampoco antes sirvieron los poemas: «Primero apresaron a los comunistas, y no dije nada porque yo no era un comunista. Luego vinieron por los sindicalistas, y no dije nada...Luego se llevaron a los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. Hoy vinieron por mí, pero ya es demasiado tarde».