Durante años he escuchado en muchísimas ocasiones que esta ciudad vive de espaldas al río. No conocí aquellos tiempos en los que el Guadiana formaba parte del ocio de los pacenses y sus orillas y sus riberas eran frecuentadas en verano por bañistas, excursionistas y domingueros. Solo tengo imágenes difusas de personas chapoteando o tomando el sol en una playa de agua dulce y recuerdos ajenos de un barquero cruzando de orilla a orilla.

En los últimos años, ha habido intentos infructuosos de intentar sacar partido a una fuente inagotable de aprovechamiento deportivo, paisajístico, ecológico, turístico y hasta hostelero, pero parece que solo pescadores y piragüistas han sabido aprovechar el lujo de disfrutar -con permiso del camalote y el nenúfar mexicano- de unas aguas urbanas tan salvajes como descuidadas. Un empresario arriesgado puso en marcha un negocio de barcas a pedales y aunque se resistió a abandonar la idea, finalmente tuvo que reconocer la derrota por falta de demanda y de apoyo de las administraciones. Otro intentó sacar adelante el proyecto de un barco turístico que recorriese el Guadiana mostrando el patrimonio de su entorno. El ayuntamiento incluso llegó a hacer suya la idea y anunció que había varios emprendedores interesados, pero nunca más se supo. No debe ser descabellado cuando en entornos próximos como es el embarcadero de Villarreal ,en Alqueva, funciona con un servicio de canoas y piraguas. Pero algo falla en Badajoz. Como falla el negocio de los bares y restaurantes que se ponen en marcha en los conocidos como locales del río, en la margen izquierda, que formaron parte del llamado proyecto duro de recuperación de esta orilla. No se entiende que en un entorno inigualable la hostelería no funcione. En otros sitios no ocurre. Por no ir muy lejos, en Medellín hay restaurantes junto a la orilla que no solo son un reclamo fantástico para los visitantes sino que forman parte del paisaje local. Es increíble que en Badajoz sea tan difícil. Hay locales que llevan años vacíos, otros han tenido que cerrar porque no han soportado el trastorno de las obras que ha llevado a cabo la empresa estatal Acuaes y que se han prolongado mucho más de lo previsto. Dos años más, que no es poco. Por fin, los trabajos han terminado y la instalación del nuevo colector se ha aprovechado para recuperar las orillas y dotar de un nuevo espacio a la ciudad, que ha ganado un flamante paseo en un terreno que antes no era de nadie, ni del río, ni de sus orillas. Como ya ocurrió en el 2014 cuando terminó la obra del parque de la margen derecha, no ha habido que esperar a que las autoridades lo inauguren. Los pacenses se adueñaron de este lugar de esparcimiento, que hicieron suyo y sin el que ahora parece que no podrían vivir. Allí sí han funcionado los negocios de hostelería. Los quioscos tardaron en funcionar pero, una vez abiertos, hay colas para poder sentarse en los veladores. Parece que hemos dado con la tecla para poder vivir de cara al río. También el ayuntamiento acertó sacando a licitación los trabajos de mantenimiento de este paseo. Joca hace bien su trabajo y el parque está cuidado en cada detalle. La idea es hacer lo mismo con el de la margen izquierda, donde tampoco los pacenses han podido esperar y antes de que las vallas se hubiesen retirado, ya estaban paseando por sus senderos y caminos. Ahora que también se ha conseguido que el botellón se traslade del paseo Fluvial, ya no hay excusas para volver a conquistar y disfrutar de esta orilla y sacar partido de un río que solo ha dado vida a esta ciudad civilización tras civilización.