Los secretos de la iglesia de Santa Catalina que han salido a la luz en la excavación que ahora está parada serán compartidos esta tarde (20.00 horas, en las Casas Consistoriales) por el arqueólogo responsable de los trabajos, Pedro Delgado, que mostrará imágenes del proceso de excavación, planos y recreaciones en tres dimensiones de algunos elementos de la iglesia, como las criptas o la cisterna. Esta conferencia forma parte del ciclo que organiza la Asociación Amigos de Badajoz dentro de las actividades de AlMossassa. La primera conclusión de las excavaciones es que los restos más antiguos que han aparecido son del siglo XIII, muy anteriores a la primitiva iglesia y de orden doméstico, es decir, viviendas que se corresponden con el final de la ocupación musulmana y principios de la cristiana. No hay restos árabes. Delgado apunta sin embargo que queda aún mucho trabajo por hacer. Hay un equipo de médicos forenses de la Facultad de Medicina que están estudiando los restos humanos; ese proceso es muy lento y falta por revisar el estudio de los materiales vinculados a los estratos. Pero el análisis preliminar no supera el siglo XIII.

Este arqueólogo destaca la importancia de estos restos «porque ayudan a concretar páginas de la historia de Badajoz en aquellos momentos». Otra conclusión es que de la iglesia original «queda muy poco», básicamente el muro de la fachada, que amortizó la nueva iglesia que construyeron los jesuitas, que «arrasaron» con todo lo anterior. Además, las criptas que soterraron ocuparon la mitad del templo.

La iglesia tal como se conoce hoy formaba parte del convento de las monjas Agustinas de Santa Catalina (1515-1627). Entre 1627 y 1634 fue iglesia de San Atón y perteneció al complejo de los jesuitas entre 1634 y 1767, convirtiéndose en parroquia de Santa María La Real desde 1769 a 1837, hasta que por la desamortización de Mendizábal pasó a manos de los laicos. Esta etapa tiene su registro arqueológico con obras que aislaron el templo del resto del complejo. En 1856 el edificio fue comprado por un comercial riojano que lo alquiló al ejército. Fue cuartel de intendencia hasta 1888, cuando el edificio se vio afectado por un importante incendio.

Entre 1895 y 1970 en la iglesia funcionó una fábrica de baldosas hidráulicas y un almacén de material de construcción. De esta etapa, el trabajo arqueológico destaca el efecto «pernicioso» sobre los restos anteriores. Por ejemplo, las criptas se utilizaron como vertederos de escombros. Cuando fue almacén, se dividió el espacio en dos plantas y hubo que realizar zapatas de cimentación, que arrasaron con lo que había debajo. La restauración de Santa Catalina comenzó en el 2013 con la recuperación de la cubierta y la linterna. Posteriormente el ayuntamiento recibió una subvención del Ministerio de Fomento con cargo al 1,5% Cultural, pero la obra se detuvo en septiembre para reformar el proyecto a la vista de los importantes hallazgos arqueológicos.

Para culminar la excavación queda mes y medio de trabajo, según calcula Delgado, principalmente debajo del coro y la cripta del altar mayor, donde se encuentra la tumba de Guillermo Tutavila, sobrino del duque de San Germán, en la que podrían encontrarse sus restos, si no ha sido expoliada. Es el primer enterramiento del que se tiene constancia, de 1656. La lápida se encuentra en el Museo Arqueológico Provincial. Es la cripta más grande de todas. Debajo del coro es donde han encontrado restos de un urbanismo anterior a la iglesia, pero fue arrasado prácticamente con la construcción de las criptas funerarias.

De todo lo aparecido, Delgado destaca la gran cisterna en el patio interior, con unos 6 metros de profundidad (es rectangular), bóveda de medio cañón, construida por en ladrillo y enfoscada, para evitar la proliferación de las algas. Data de la época de los jesuitas.