La investigación histórica está sujeta a ritmos cíclicos. Y, como no podía ser menos, la arqueológica también. Cambian los métodos. Se incorporan técnicas y tecnologías nuevas y, sobre todo, varían los puntos de vista y se demandan análisis nuevos, para responder a preguntas planteadas de otro modo. A principios del siglo XX el benemérito Matías Ramón Martínez y Martínez dio a la luz la Historia del Reino Moro de Badajoz. Era la primera obra seria sobre el pasado árabe de esta ciudad. Don Matías no era propiamente historiador, tal y como hoy se entiende el término. Mucho menos arqueólogo, pero supo asesorarse por grandes arabistas, quienes le tradujeron las crónicas árabes conocidas por esas fechas -F. Codera, autor de un notabilísimo trabajo sobre Ibn Marwan y su familia, y E. Saavedra-. Algunos de estos documentos se encontraron, editaron y tradujeron años después. Puso aquel autor unos cimientos muy firmes al conocimiento del pasado histórico de Badajoz. Prácticamente todos cuantos han escrito después, basándose en textos, copiaron sus opiniones en mayor o menor grado. Manuel Terrón -cuyo fallecimiento hace pocas semanas lamento profundamente- aportó un enfoque geográfico de primera calidad. Conocía al dedillo la geografía de Extremadura y sumó una visión espacial difícilmente superable. Pero era deudor en muy gran medida de Martínez. Ni siquiera el eminente arquitecto Leopoldo Torres Balbás lo superó en lo historiográfico. En lo arqueológico, la suma de datos de uno y otros, y alguna mínima aportación local más, congelaron durante mucho tiempo los avances del conocimiento histórico local. Los nuevos datos vinieron de la mano de arabistas -E. Lévi-Provençal y E. García Gómez- y de un arquitecto bastante atípico, Félix Hernández Giménez, primer restaurador de la Alcazaba -L. Torres nunca llegó a intervenir en el monumento-, aunque sus estudios, que iban destinados en sus comienzos a restaurarlo, no fraguaron en publicación científica alguna, pero sí en un estupendo capítulo, poco conocido por repartirse en dos trabajos de geografía histórica relativos a la cora o circunscripción de Marida y a los caminos de Qurtuba hacia noroeste de la Península. El progreso fue lento.