La situación sanitaria aún no permite a ninguno de los dos comedores sociales que funcionan en Badajoz poner fecha a la recuperación de la presencialidad y, de momento, seguirán atendiendo a sus usuarios en la calle repartiéndoles la comida en tápers y bolsas. El que funciona en la calle Martín Cansado sí se plantea ya la forma de volver a abrir sus puertas cuando Salud Pública se lo permita y estudia distintas soluciones, pero en el de San Pedro de Alcántara las dificultades son mayores porque el espacio es menor, el local no tiene ventanas y cuenta con menos medios y personal.

El comedor de Martín Cansado está «dispuesto a abrir» cuando la situación «mejore», según manifiesta su trabajadora social, Soledad Velázquez. Para ello habilitarían una entrada y una salida, y adecuarían las distancias. Sí atienden de manera presencial a las familias que recogen los alimentos en crudo, así como la trabajadora social recibe personalmente cuando un usuario requieren apoyo previa cita, que es como también funciona el ropero. Las duchas se han estado adaptando a las nuevas necesidades y la idea es «abrirlas pronto», posiblemente en otoño. También siguen repartiendo kits de higiene a quienes los demandan.

En San Vicente Paúl, si la situación sanitaria mejora, se plantearían organizar turnos para recuperar la presencialidad. Pero su trabajadora social, Mercedes Iniesta, apunta que «la gente sigue teniendo miedo». De momento, en septiembre y octubre seguirán repartiendo tápers.

Cada comedor social atiende a una medida diaria de 75 usuarios. Antes de la crisis sanitaria rondaban el medio centenar, con lo que se han incrementado un 50%. A Martín Cansado acuden además 49 familias, que dos veces al mes recogen alimentos en crudo en función del número de miembros.

Estas instalaciones cerraron la última quincena de julio para acometer reformas en los baños y en la cocina y sus beneficiarios fueron atendidos por el comedor de San Vicente Paúl, en la calle San Pedro de Alcántara, que a su vez no ha funcionado todo el mes de agosto y su servicio la cubrió Martín Cansado. Siempre se coordinan y entre los dos suman entre 130 y 140 usuarios.

Reparto de comida en el comedor de la calle San Pedro de Alcántara. S. GARCÍA

El perfil ha cambiado a raíz de la pandemia y a los beneficiarios anteriores con problemas de exclusión residencial y conductas adictivas se han sumado otros que han perdido el empleo y migrantes con asilo denegado que no tienen derecho a ninguna ayuda. Desde el verano además se han percatado de que está llegando gente de otras comunidades, personas sin hogar que se trasladan entre ciudades y son conocedoras de los recursos existentes. Pasaron el confinamiento en algún albergue y han salido cuando se ha permitido la movilidad. Así, a ambos comedores acude gente procedente de Barcelona, Galicia o País Vasco, que pasan varias semanas en Badajoz y se marchan. «Este tipo de perfil está volviendo otra vez». También se acercan personas de Portugal cuya situación económica ha empeorado y pasan por Badajoz camino de un nuevo destino.

Los recursos de los comedores sociales no son nunca suficientes. Reciben subvenciones de las administraciones, pero el Ayuntamiento de Badajoz no ha sacado la ayuda nominativa que les concede cada año, además de la extraordinaria que ya recibieron. En Martín Cansado también cuentan con la colaboración del proyecto ‘Comedores con alma’ de Fundación la Caixa, que concede una donación en especie.

En ambos destacan que «Badajoz es una ciudad muy solidaria», aunque nunca sobra ayuda y todo lo que llega es bien recibido. Con la pandemia los gastos se incrementaron por los productos de desinfección y las medidas preventivas. Como atienden a más usuarios, necesitan también más recursos y los recipientes le suponen una media de 400 o 500 euros mensuales. Ahora el cumplimiento de la nueva normativa europea sobre los envases de plástico va a conllevar un mayor gasto. Soledad Velázquez explica que están abiertos a la donación de bolsas de papel o cubiertos de bambú, «porque adaptarnos a las nuevas normas nos va a suponer un desembolso tremendo». A todo ello hay que sumar la subida del precio de la electricidad.

En San Vicente de Paúl inciden en que les están llegando menos ayudas que meses atrás. «A final de año no llegamos» con los recursos de los que disponen, según se lamenta la trabajadora social. Han estado tirando de donaciones privadas, pero están a la espera de las aportaciones de las administraciones. Dada su situación, hace un llamamiento a la solidaridad de ciudadanos, empresas y organismos, «porque la necesidad sigue estando latente».