La Crónica de Badajoz

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Toto Estirado, gurú y estigma

Un libro y una exposición rinden tributo al artista de Usagre, con obra en el Museo Reina Sofía. Fue referente del underground sevillano, pero acabó malvendiendo sus cuadros por los bares de Badajoz

Toto Estirado, gurú y estigma

Toto Estirado, gurú y estigma SANTI GARCÍA

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Toto Estirado, gurú y estigma Belén Castaño Chaparro

Gurú para unos, indigente para otros, y un gran desconocido para la mayoría. José Antonio (Toto) Estirado Cruz (Usagre, 1939-Badajoz, 1994) fue pintor, poeta, torero y hasta ciclista. Tiene obra en el Museo Reina Sofía, pero durante años él malvendió sus cuadros por los pubs y bares de la capital pacense. Cambiaba su arte por comer --dicen que bocadillos, pero él pedía cazón en adobo en El Sótano y caldo con picatostes en La Marina--, por materiales para seguir pintando y por dinero contante y sonante para «su ‘catering’ químico». Nunca ocultó sus vicios.

En estos intercambios está el germen del libro ‘Toto Estirado. Notas e imágenes de un poeta confuso’, de Manuel Sordo Vicente y Manuel Sordo Osuna, editado por El Paseo Editorial y Serie Gong, que ayer por la tarde se presentó en el Edificio VS22 de Fundación CB. Por Acuarela, la galería de arte de Manuel Sordo Osuna, pasaba Toto a diario y a su amigo recurría para cambiar libros de su biblioteca personal (era un ávido lector) por útiles para pintar. Estos volúmenes los utilizaba el artista a modo de diario, para relatar en sus márgenes y espacios en blanco sus vivencias, reflexiones filosóficas, poesías, dibujos e incluso sus tratos. «Gloria bendita», escribía a las tres de la madrugada tras haber conseguido vender en un bar uno de sus cuadros.

Los apuntes de los cerca de 300 libros son la base de esta publicación, a la que, tras seis meses de investigación, han dado forma Manuel Sordo Osuna y Manuel Sordo Vicente, este último responsable de la coordinación y del diseño gráfico. «Ha sido un caramelo para mí», reconoce. La publicación recoge testimonios y artículos de personas muy cercanas a Toto Estirado (incluso de su primera novia), además de un centenar de fotografías y otras tantas reproducciones de sus obras.

«Para mí Toto es un ser mitológico, por todas las leyendas y anécdotas que cuenta la gente, un sibarita y un anarcovitalista», resume Sordo Vicente, que si bien cree que con este libro se hace «justicia» al artista, no tiene como objetivo dignificar su vida, «porque Toto era mucho más que digno». Su vida la divide en varias épocas: sus primeros años en Sevilla, donde fue referente para el underground sevillano. Eran los años 60 y todos los que lo conocieron entonces lo definen como ‘gurú’. Su participación en la película ‘Vivir Sevilla’, de Gonzalo García Pelayo, lo hizo un personaje más conocido aún.

Antes había vivido su primera etapa como torero: se hizo llamar el Terremoto de Usagre y se gastó el dinero que su padre le dio para estudiar Derecho en Valencia en una plaza portátil. No tuvo suerte en los ruedos ni en esos primeros años ni en una segunda oportunidad con Manolo Barrena, en los 80. Salió más de una vez escoltado por la Guardia Civil de un coso, en alguna ocasión para protegerlo del propio público tras matar al toro minutos después de saltar al albero y habiendo dado apenas dos pases con el capote. La Codosera fue uno de los primeros pueblos donde toreó.

También tenía pasión por el ciclismo. Quiso ser profesional, pero una lesión en el codo truncó sus aspiraciones a los pedales. Aun así iba de Badajoz a Sevilla en bicicleta

En sus últimos años malvivió de su arte y en la capital pacense «fue considerado prácticamente un indigente», lamenta Manuel Sordo Vicente. «Fue maltratado y, una vez muere, todo el mundo era su amigo y le quería hacer homenajes, pero fue una figura muy estigmatizada», afirma. Cuando el Museo Reina Sofia adquirió 9 de sus dibujos en 2012, su obra se revalorizó, pero, según los autores del libro, también forma parte de la leyenda que por sus cuadros se paguen ahora 6.000 o 7.000 euros, cuando él vendió en vida muchos de ellos por 200 pesetas. A algunos les sacó el doble con el famoso ‘alquiler de Toto’. Una vez en manos de su propietario, se los pedía para darles un último retoque o para una exposición, pero en realidad los revendía.  

Además de la publicación, se ha inaugurado una exposición con algunas de sus obras, fotografías y objetos personales cedidos por amigos del artista. Toto pidió a Manuel Sordo Osuna que mantuviera vivo su legado. 28 años después de su muerte «los astros se han alineado» para poder cumplir con su deseo. No será este el único homenaje, en su pueblo natal se celebrará en junio el I Certamen de Pintura al Aire Libre Toto Estirado. Libre como él.

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