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Adiós a una figura clave en Extemadura

"En Olivenza no era político, era vecino y amigo"

Los oliventinos echarán mucho de menos a Guillermo Fernández Vara, su humidad, y que siempre los escuchaba. "Era una gran persona", coinciden al recordarlo

Miguel, Francisco, Juan y Juan Manuel, en el bar La Oficina.

Miguel, Francisco, Juan y Juan Manuel, en el bar La Oficina. / A. M. R.

Ascensión Martínez Romasanta

Ascensión Martínez Romasanta

Olivenza

Es media tarde y en el paseo grande de Olivenza aún están llenos los veladores de Los Castillejos. Bajo las enormes palmeras, la sombra se agradece e invita a apurar el domingo. Dentro del bar quedan pocos parroquianos. Al preguntar si alguien conocía a Guillermo Fernández Vara, Julio Antúnez no duda en ofrecerse. Se le humedecen los ojos en cuanto empieza a hablar. «Guillermo fue el capataz de la Virgen de la Soledad durante 25 años de la primera cuadrilla de costaleros de Olivenza y yo, por suerte en la vida, fui de los primeros con Guillermo, le tengo mucho aprecio y mucho cariño». Se emociona: «Era una gran persona».

Julio.

Julio Antúnez. / A. M. R.

Es la frase en la que coinciden quienes definen al expresidente de la Junta, como vecino que fue de Olivenza, donde nació y vivió. «Éramos muy buenos amigos, la última vez que lo vi fue en la calle Baldosines (Moreno Nieto), mi hermana trabajaba en casa de sus padres y de su hermana y Guillermo era una bellísima persona». Julio iba a acercarse con su hermano al tanatorio «porque creo que a su mujer y a sus hijos les va a parecer bien». Lo va a echar de menos. «Cuando uno coge cariño a una persona por cómo es, duele, la vida es así». Cuenta que cuando era presidente de la Junta, Guillermo estaba en Olivenza «siempre que podía». Como otros vecinos, Julio destaca su cercanía. «Un amigo es un amigo y siempre estaba ahí».

En el bar La Oficina, tres apuran sus copas en torno a una mesa alta y un cuarto se arrima al escuchar la conversación. «Era una grandísima persona, coincidió con mi mujer en el tratamiento y en Olivenza no hay nadie que pueda hablar mal de él», explica Juan Garrido. Conocía a Guillermo desde niño. Guillermo era del Atlético Oliventino, del barrio de La Farrapa, y cuando estudiaba Medicina era el médico del equipo. «Como persona era impresionante».

Ideologías aparte, pues tanto Francisco Borreguero (dueño del bar, que ya llevan sus hijos) como Juan son «comunistas». Políticamente, no tenemos nada que ver con él, pero como persona era un crack, amigo de sus amigos, humilde, porque era de cuna, hijo de ricos y nosotros de obreros, hoy todos somos iguales, pero en aquella época no, su padre era magistrado y el mío era obrero agrícola, pero se juntaba con nosotros», remarca Francisco.

Concepción Pacheco.

Concepción Pacheco. / A. M. R.

En la esquina del paseo grande se arrimaba a un grupo de jubilados «como un amigo más, todos los domingos». Entre ellos estaba Miguel Bonito Flores, «de Olivenza, nacido y criado». «Era muy amigo de mis hermanos y comía muchas veces en casa de mis padres». «Para mí ha sido un palo muy grande». «Cuando ya estaba enfermo -cuenta Juan Manuel García Caldero- hizo un discurso defendiendo la sanidad pública, un hombre que no la necesitaba, porque podía tenerla privada, económicamente podía, pero fue humilde». Como con todo. «Lo he visto en bares normales, tomando una copa o un vino como cualquier persona, con sus escoltas cuando estaba gobernando, siempre informándose de los problemas de la gente, una gran persona». Miguel saca de su cartera la hoja de una libreta con un número de teléfono apuntado. El de Guillermo. «Un amigo». «En Olivenza, nadie te va a hablar mal de él, nadie, porque no lo merece, era una buena persona, como político podía ser mejor o peor, pero como persona, insuperable», remarca Francisco. «Para él todo el mundo era igual y respetable», insiste Juan Manuel.

"Hemos perdido a un gran presidente"

Fuera, en la terraza, está sentada la mujer de Miguel Bonito, Concepción Pacheco. Se crió con dos primos en el cortijo la finca Monteblanco, donde Guillermo iba de pequeño con su familia. Seguían teniendo relación. «Cada vez que nos veía en el paseo saludaba a mi marido y a mí siempre me daba un beso, siempre, me da mucha pena, era una buena persona, una bellísima persona». Lo dice y se toca los brazos. Siente escalofríos. «Como político no sé, porque no entiendo de política, pero como persona humana, lo más bueno, para todo el mundo, no se daba importancia, se juntaba con todos, no diferenciaba, entraba en cualquier bar con unos y con otros, era especial». «No era político, era amigo y vecino», sentencia su marido. «Cada vez que lo veía era como un familiar, nos apreciaba mucho», remata Concepción. Una amiga que está sentada al lado, callada, se decide a dar su opinión: «Cualquiera que necesitase algo de médicos, una operación, alguien enfermo, siempre a todo el mundo se lo solucionaba».

Salvo en los veladores, por la calle no hay mucha gente. En el cajero del Santander está Maricarmen. Es de Táliga. No conocía de cerca a Guillermo Fernández Vara. «Solo lo vi una vez». Aun así, quiere decir algo: «Hemos perdido a un gran presidente».

«Muy querido»

En una terraza está con un grupo de amigos María Luisa García, de Olivenza, aunque vive en Badajoz. «Me ha dado mucha pena». A su lado, María Píriz, que trabajó en casa de Guillermo. «Era una gran persona, muy amigo de sus amigos, de ayudar a mucha gente, era muy especial y muy querido en el pueblo, se paraba con todo el mundo, lo echaremos mucho de menos».

María Píriz y sus amigos.

María Píriz y sus amigos. / A. M. R.

A Guillermo era fácil verlo en Casa Maila, donde Juan Pedro y Merche, los dos camareros, no dudan en hablar de él. «Era cliente asiduo, un señor encantador, quería muchísimo a su pueblo, descanse en paz porque era muy buena persona», afirma Juan Pedro. «Era presidente pero muy humilde», añade Merche. «Le tendré toda la vida mucho cariño, como su camarero». Ayer no se hablaba de otro tema en Casa Maila. «Guillermo era una persona muy normal, educado, correcto, agradecido, respetuoso, siempre tenía una buena palabra para la gente, lo vamos a echar mucho de menos».

"En Olivenza nadie te va a hablar mal de Guillermo"

No dejó de ir cuando estuvo enfermo. «Pedro, ya nos veremos, rey». Su padre era carbonero y hablaba mucho con él. «Era muy cercano y hacía muchos favores a mucha gente de su pueblo, a todos, y cualquier persona, la más humilde del mundo, hablaba con Guillermo y la escuchaba y si te podía ayudar, te ayudaba, así era Guillermo». Así era para sus vecinos.

Pedro y Merche, en Casa Maila.

Pedro y Merche, en Casa Maila. / A. M. R.

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