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El Cristo del Claustro de Badajoz retrocederá cinco siglos cuando termine su restauración
El restaurador Ricardo Kantowitz ya realiza en su taller las primeras intervenciones en esta «talla singular»
Esta recuperación «puede sacar a la luz algunas sorpresas», según detalla el profesional

Santi García

El Cristo del Claustro es una de las joyas patrimoniales de la ciudad. Así lo aseguran muchos de los expertos en este ámbito. Las primeras referencias escritas se fechan en 1553, concretamente, en un inventario que realizó el obispo Francisco de Navarra sobre las reliquias que se atesoraban en la catedral de Badajoz. En este documento se mencionaba un fragmento del Lignum Crucis, es decir, un trozo de la Cruz de Jesucristo. Esta imagen contó con una gran veneración entre los pacenses y el propio obispo Marín de Rodezno conocedor de ese fervor popular mandó a construir una capilla en una de las crujías del claustro.
Esta imagen ha tenido varias ubicaciones: en la capilla de San Fernando, en una de las galerías del claustro -de donde recibe el nombre- y en su propia capilla. La última localización ha sido temporal, en la parte derecha del Altar Mayor durante los meses en los que se celebró el Año Jubilar. Se decidió que tuviera un lugar protagonista durante este tiempo y esta misma semana se retiró de ese lugar para viajar al taller del restaurador e imaginero Ricardo Kantowitz. En estos momentos, realiza los trabajos iniciales que contemplan la toma de muestras de las capas de pintura que se acumulan en esta talla.
«Iniciaremos ahora los estudios previos a la restauración que componen el análisis científicos y no invasivos de imagen para determinar el tratamiento más coherente que se va a llevar a cabo», explica Kantowitz.
Bien conservado para su antigüedad
El Cristo se conserva «sorprendentemente bien para su antigüedad», aunque presenta repintes y alteraciones provocadas por la humedad y los cambios de gusto a lo largo de los siglos. «La talla se encuentra repintada completamente y habría que averiguar qué posibilidades existen de recuperar su policromía original», informa el restaurador. Una de las zonas más afectadas es el paño de pureza, donde «sufre un grave desprendimiento de la policromía», probablemente por el uso de telas encoladas que reaccionan de forma distinta a la madera.
La primera fase del trabajo que se desarrolla en estos momentos incluye un exhaustivo estudio técnico: «Los análisis básicamente están compuestos por rayos X, TAC y micromuestras para determinar la cantidad de capas desde la base de preparación hasta la última policromía aplicada». A ello seguirá el desarme de la imagen de la cruz, la consolidación del soporte de madera y la estabilización de la pintura para evitar que sufra ningún tipo de desperfecto.

Ricardo Kantowitz toma una muestra del Cristo del Claustro con ayuda de un microscopio en su taller de Badajoz. / Santi García
Antes de realizar cualquier intervención mecánica sobre esta imagen lo primero que realizará será un tratamiento para eliminar cualquier tipo de indicios de contaminación, «se hace en una bolsa con un sistema de anoxia». Este método retira todo el oxígeno para matar y eliminar cualquier insecto o microorganismo. Tras el tratamiento de desinfección por anoxia para eliminar, se realizará la limpieza química, la consolidación de la policromía y la reintegración cromática diferenciada. «Se busca el color más exacto posible al original, pero sin falsificar, para que la imagen pueda contemplarse en un único contexto histórico», explica.
Kantowitz insiste en que la restauración busca siempre «recuperar el original de las obras, pero siempre que sea posible y guarde coherencia con la información científica obtenida».
Posibles sorpresas
En este caso, además, la talla podría deparar sorpresas. «Es una ocasión única de conocer en profundidad la obra de arte, y pienso que nos dará muy buenas sorpresas», adelanta el restaurador. Ya ha detectado que la parte trasera del tronco del Cristo está ahuecada, una práctica que se suele repetir en muchas tallas para aligerar el peso de la misma. Es ahí donde Kantowitz vaticina que puede haber algún hallazgo interesante, «incluso podría aparecer documentación o la firma del autor», apunta.
El análisis en el interior de esta oquedad se realizará mediante endoscopia para ser lo menos invasivo posible, aunque en el caso de tener algún objeto en su interior, las radiografías o el TAC podría arrojar también información complementaria.
El Cristo del Claustro es anónimo, como hasta hace muy poco ocurría con la Virgen de Bótoa o el Cristo de la Oración en el Huerto, en ambos casos se logró conocer su autor durante su restauración: «En el caso de la virgen apareció documentación durante la intervención y en el caso del cristo encontramos la firma del escultor Taramas», recuerda Kantowitz.
«Privilegio y responsabilidad»
El restaurador subraya también la dimensión emocional y patrimonial del proyecto. «Para mí es un privilegio y una responsabilidad llegar al máximo de autenticidad y devolver esa imagen a la ciudad y al pueblo. Que cumpla otra vez su finalidad: ser procesionada, venerada, conectada con la gente».
La restauración, que durará unos seis meses, permitirá que la imagen pueda volver a salir en procesión. «Una vez estabilizado el conjunto, la imagen podría volver a procesionar», afirma, aunque precisa que la decisión final dependerá de la Junta de Hermandades de quien es imagen titular desde hace unos meses.
«Una vez estabilizado el conjunto, la imagen podría volver a procesionar»
El trabajo se realiza bajo la supervisión del Departamento de Patrimonio de la Junta de Extremadura, que tutela esta obra catalogada como bien patrimonial. Esto es así porque, según Kantowitz, se trata de una imagen singular: «Tiene una expresión muy particular, un adelanto para su época. En ese momento, los cristos tenían otra intención catequética, y este tiene una unción, una conexión especial». La escultura representa a «Cristo ya muerto, con los ojos cerrados, el mentón caído y un tirabuzón, un detalle muy típico de los judíos de la época». También tiene una corona de espinas tallada en la propia madera, un rasgo poco habitual.
Esta imagen «es la talla más antigua conservada en Badajoz, casi dos siglos anterior a otras como la Soledad o la Virgen de las Lágrimas». La restauración no solo devolverá su esplendor artístico, sino que, como concluye Kantowitz, «es una oportunidad de rescatar un gran patrimonio para Badajoz y devolverlo a la ciudad y a Extremadura, donde pertenece».
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