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Así funciona el dispositivo aéreo contra los incendios

Un aeródromo y un helipuerto extremeños concentran a los cerebros de la batalla contra el fuego desde el aire

Desde estas bases despegan aviones, helicópteros y retenes que, codo a codo, han plantado cara a la peor campaña de incendios en la historia de Extremadura

Vídeo | Así son los cerebros de la batalla aérea contra el fuego en Extremadura

Carlos Gil

Mirabel | Serradilla

"Llega el aviso y en diez minutos estoy en el aire", cuenta Gaspard Delamain, piloto francés a los mandos del Air Tractor AT-802 Fireboss, un avión anfibio instalado en la aeródromo de Mirabel, que junto al helipuerto de Serradilla se ha convertido en centro neurálgico del dispositivo aéreo en la peor campaña de incendios en la historia de Extremadura, con 44.480 hectáreas calcinadas.

La base de Mirabel ha estrenado este año su segunda temporada en funcionamiento, un hecho clave en la última oleada de fuegos gracias a su ubicación estratégica en el norte de Cáceres y a la alta operatividad de sus aeronaves. El Fireboss es capaz de volar a 260 km/hora y cargar 3.000 litros de agua en apenas 20 segundos.

Jornadas de 12 horas y ocho en el aire

El avión está siempre preparado para salir. Delamain introduce las coordenadas en el GPS y selecciona el pantano adecuado. Una vez en el incendio, hace una pasada de reconocimiento, coordina con el resto de medios y cuando le confirman que la zona está libre, entra a descargar según el tipo de combustible: "El ordenador de a bordo permite seleccionar el tipo de descarga. La más larga y ligera es útil para pastizales, pero la más concentrada permite que el agua penetre bien en pinares".

Cada guardia dura un máximo de doce horas, aunque en vuelo son unas ocho repartidas en intervalos de tres horas seguidas, con una de descanso obligatorio para repostar y revisar el avión. "Ahora bien, en incendios grandes suele haber un piloto de refuerzo para que las aeronaves no paren", detalla.

"A veces ni siquiera podíamos despegar"

Delamain subraya que el primer ataque es decisivo para contener el fuego, y recuerda lo vivido este verano. Ha estado tanto en Extremadura como en Castilla y León, donde el calor extremo, la baja humedad y el viento formaron un auténtico cóctel Molotov. "A veces ni siquiera podíamos despegar por la cantidad de humo. Lo más duro es querer ayudar y ver que, por la intensidad, parece que no se avanza nada".

El piloto destaca además la importancia de las brigadas terrestres, que son "las que realmente apagan el fuego. Nosotros reducimos la intensidad de las llamas, pero si no hay retenes abajo, el incendio se reaviva enseguida". Lo explica con un ejemplo que le ocurrió su primer año, cuando estuvo cinco días descargando agua sobre sobre un cañón que era inaccesible y "cada noche parecía apagado, pero cada mañana ardía de nuevo".

"Yo no quería ser piloto, quería volar"

A pesar de la dureza, admite que le apasiona su trabajo. "Cuando era pequeño no quería ser piloto, quería volar", confiesa. Y aunque durante el trayecto la concentración no deja lugar a distracciones, reconoce que al repasar la operación, piensa: "Qué increíble lo que hemos hecho".

En el helipuerto de Serradilla, a pocos kilómetros, trabaja Arnau Guillemet, piloto de helicóptero de extinción. Los Lima-Eco son helitransportados: cinco retenes viajan a bordo y actúan en equipo. "Cuando llegamos al incendio, los bomberos desembarcan y montan el Bambi (la bolsa naranja que lleva el agua). Yo bajo la intensidad de las llamas y ellos entran a rematar", explica.

Un trabajo a pie de fuego

Ismael Real, jefe de retén de la helitransportada, completa la escena: "Me dan las órdenes y yo se las transmito a mis compañeros. Abrimos línea, reforzamos el perímetro o entramos por un flanco… También estoy en contacto con los pilotos para indicarles dónde descargar. Tenemos una emisora específica solo para comunicarnos con ellos".

Real explica que el trabajo es especialmente exigente porque casi nunca actúan desde pistas o caminos, y el nivel de temperatura cerca del fuego es muy alto. "Nos sueltan en pleno monte y hay que abrir callejas, andar arriba y abajo… Es duro porque tenemos que avanzar cargados y soportar el calor, la humedad y el humo. El verano ha sido muy malo, con jornadas larguísimas", lamenta.

El protocolo de embarque en el helicóptero está perfectamente mecanizado. Cuando Guillemet da la señal, Real organiza al grupo. Uno va hacia la puerta, dos con el bambi, otro en tareas de apoyo y el jefe de retén al mando. "Parece sencillo, pero muchas veces el piloto tiene que aterrizar en sitios muy complicados, con pendientes o claros pequeños. Ahí valoramos juntos dónde es mejor hacerlo, pero la última decisión es siempre suya".

La helitransportada: Una tonelada de agua y cinco retenes

El ataque aéreo comienza por la cola y sigue por los flancos, nunca de frente, porque el fuego corre y puede reavivar lo que ya está apagado. En los grandes incendios se sectoriza el terreno y se trazan estrategias: frenar la cabeza o desviar las llamas hacia zonas con menos combustible.

El bambi transporta unos 910 litros de agua, alcanzando los 1.000 kilos con el peso de la bolsa que se descarga en apenas cuatro segundos. "Según la vegetación y el terreno, pasamos más rápido o menos. Si es pasto conviene descargar en línea larga y ligera; si es monte cerrado, pasamos despacio para que el agua penetre entre los árboles", señala Guillemet.

Los riesgos en el aire

Los helicópteros pueden estar en el aire dos horas seguidas, el tiempo máximo que dura el combustible. Después, los pilotos deben descansar 20 minutos por cada hora de vuelo, hasta alcanzar las 12 horas diarias de actividad. Al volar solo, la concentración de este piloto catalán es constante. Los riesgos también lo son. Si el Bambi falla en montaña, el peso en la cola del aparato reduce la potencia y "puedes meterte en un problema serio. Siempre hay que prever una vía de escape", subraya.

Otros de los peligros son las líneas eléctricas, que con el humo y la luz del sol pueden pasar inadvertidas. "Lo que hacemos es establecer un circuito fijo de entrada y salida para evitar sorpresas, pero los buitres sí que son muy peligrosos, porque un impacto puede romper el cristal o dañar el rotor de cola".

Días de trabajo sin descanso

Aunque Guillemet no estuvo durante los primeros días del incendio de Jarilla, ha pasado por el de Valverde de la Vera, Hoyos (sierra de Gata) y Las Hurdes. Subraya que este verano ha sido especialmente duro por las condiciones climáticas. "El año pasado casi no volamos, pero en esta campaña hemos hecho más de 260 horas de vuelo desde la base de Serradilla", lo que recuerda que esta campaña ha puesto a prueba al dispositivo regional, donde retenes y pilotos han luchado al máximo.

Algo que pone de manifiesto César Corrales, bombero forestal coordinador de zona en Monfragüe: "Ha sido el más grave en cuanto a superficie de la serie histórica en Extremadura. Han sido incendios de una dificultad elevada y con mucha afección a bienes y, sobre todo, a personas, que siempre son nuestra prioridad".

Fuegos más peligrosos

Corrales es el encargado de organizar y controlar todo lo que ocurre en ese área, a la que pertenecen las bases de Mirabel y Serradilla, pero este verano, dada la magnitud de la emergencia, ha trabajado dando apoyo a la dirección. En estos incendios, que han llegado a ser de sexta generación, preocupaba especialmente la intensidad. "Son fuegos que están cambiando en potencia calorífica, en duración y que permanecen fuera de la capacidad de extinción durante más tiempo. Son mucho más peligrosos", asegura.

Aunque siempre se terminan extinguiendo, hoy en día la labor aérea es prácticamente imprescindible y disponer de un aeródromo en el norte de Cáceres ha permitido actuar con rapidez, tanto al norte como al sur. Además, estas aeronaves, por sus características, ofrecen una eficacia de extinción elevada.

El coordinador explica que antes de contar con Mirabel, la base más próxima era la de Royanejos, en Mérida, desde donde se desplegaban aeronaves en toda la comunidad. Las de otros dos centros ubicados en Salamanca también se movilizaban en caso de ser precisadas porque existía un convenio de colaboración.

El trasfondo personal de la emergencia

Desde la perspectiva personal, cuenta que el nivel de exigencia ha sido altísimo: "La simultaneidad te obliga a organizarlo todo para que no colapse. Relevos, logística, agua… Además, supone mucha dificultad trabajar cuando hay afección a personas. Las evacuaciones, el riesgo para las viviendas, todo eso afecta, junto con todos los comentarios que se generan alrededor de la emergencia. Los buenos pero también los malos".

Corrales confiesa que es de un pueblo de la zona y que entiende la realidad de aquellos que viven en el ámbito rural. Por eso, concluye con un mensaje a la ciudadanía: "Queremos que se vea que siempre estamos a favor de la gente del campo, de quienes viven y trabajan en él. Nuestra misión es velar por ellos y estamos totalmente de su parte y a su servicio".

Más allá del aire: el trabajo a pie de campo

Y toda esta estructura se complementa con el trabajo que se hace abajo, a pie de campo. José María Rodríguez, jefe de retén de tierra, describe cómo actúa cuando salta un incendio. La central llama, él avisa a sus compañeros, se enfundan el EPI completo y salen dos en la pickup y cuatro en el camión. Serradilla cuenta con cuatro equipos: dos brigadas helitransportadas y dos de tierra. La dotación incluye un camión autobomba, tres vehículos de extinción más y un coche de logística, utilizado para transportar personal o material, pero sin agua.

Durante la extinción, Rodríguez se sitúa siempre en primera línea: "Estamos en contacto permanente por walkie con el camionero, que regula la bomba. Vamos avanzando hasta alcanzar la cabeza del incendio. Después, cuando las llamas están bajo control, nos dedicamos a refrescar los puntos calientes", explica.

Con 42 grados de temperatura, más el calor de las llamas, permanecieron durante horas para intentar sofocar la zona en el incendio de Jarilla. "Lo pasamos mal, porque frente al fuego el calor es insoportable. Incluso tuvimos un amago de atrapamiento a las cuatro de la tarde, cuando el viento cambió y la situación se complicó. Por suerte pudimos salir bien, pero nos exigió muchísimo trabajo durante el día, que es cuando peor se pasa", recuerda.

Son los héroes no solo del verano, sino de cada incendio que pone en jaque a los bosques extremeños, a la vida en el campo, a las propiedades e incluso, a las personas. Y en esta base se concentran los cerebros, las manos y los pies que libran la batalla, desde el aire y desde la tierra. 

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