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Un sistema pionero en Extremadura

"Cambié el alcohol y las drogas por el ajedrez y las pesas": la historia del extremeño que ha encontrado en el tablero su segunda vida

Aplicar las piezas de este deporte a lo cotidiano para recuperar capacidades cognitivas perdidas, así es el método terapéutico que ha logrado la reinserción de presos y adictos

Juan Antonio Montero, presidente del club, el pasado septiembre en el centro penitenciario de Cáceres.

Juan Antonio Montero, presidente del club, el pasado septiembre en el centro penitenciario de Cáceres. / FIDE

Cáceres

J.F.C., extremeño de 57 años, es poliadicto. Lleva casi 12 años sin consumir, aunque estuvo enganchado durante casi tres décadas a todo tipo de sustancias: alcohol, heroína, cocaína y pastillas. Esta historia trata de alguien que sabe muy bien lo que significa empezar de cero, sentir que no hay salida y, con enorme esfuerzo, encontrarla. Fue a través del ajedrez donde halló el camino y la fuerza para seguir adelante y mantenerse limpio.

Tras fuertes periodos de consumo, en 2024 inició un tratamiento de deshabituación en el centro La Garrovilla, en Mérida. En aquel momento llevaba alrededor de tres meses desintoxicado, un proceso previo que hizo en casa gracias al apoyo familiar. Allí entró "con una depresión profunda y unos niveles de ansiedad enormes. Me sentía prácticamente desahuciado por mí mismo, creía que no había solución. Era un hombre de 46 años que se salía del pellejo y estaba en ese centro como una avispa dentro de un bote", recuerda.

Un tablero como terapia

Fue allí donde se cruzó con el Club Magic Extremadura, que impartía un taller de entranamiento cognitivo a través del ajedrez. Sabía mover las piezas, pero no tenía grandes conocimientos del juego. "Mi manera de jugar era caótica, fruto de mi falta de control de impulsos. Cometía muchos errores, pero el programa no consistía en jugar partidas, sino en utilizar estrategias complejas de memoria y razonamiento".

El método, llamado ECAM, fue diseñado por el psicólogo extremeño Juan Antonio Montero —presidente de la entidad— y patentado en Estados Unidos en 2016. Se basa en descomponer el ajedrez en distintas partes para entrenar funciones cognitivas concretas. Elementos como el tablero o las piezas se utilizan para ejercitar la memoria, el pensamiento abstracto, la comprensión, el cálculo lógico-matemático y otras capacidades.

"A mí se me daba bien, retenía las posiciones y me gustaba, me hacía sentir bien", explica J.F.C. Empezó a hablar con Montero, que entonces estaba poniendo en marcha una plataforma de cursos online para formar a monitores en entrenamiento cognitivo.

"Me fui a vivir a 500 metros de donde solía pillar"

J.F.C. completó varios de ellos y, durante el verano siguiente a su salida, obtuvo una beca destinada a personas con problemas de adicción que hubieran pasado por un proceso de rehabilitación en centros vinculados a la Junta de Extremadura. "Fue entonces cuando me fui a vivir a Mérida para empezar a trabajar con el Club Magic a través de esa ayuda durante tres meses. Me instalé en las Sindicales. Ese barrio está a apenas quinientos metros del lugar donde solía ir a pillar. Fue duro, pero esa es mi historia. Yo cambié el alcohol y las drogas por el ajedrez y las pesas", rememora con orgullo.

J.F.C., en la actualidad.

J.F.C., en la actualidad. / José Luis Barrantes

Aunque inicialmente era solo una beca, acabó trabajando con ellos durante cinco años y medio, atendiendo a distintos colectivos: personas con síndrome de Down, con trastornos mentales graves, con discapacidad intelectual, mayores y adictos. Ese entorno le dio impulso para seguir. No era psicólogo, pero tenía una ventaja con los pacientes con adicciones: lo había vivido en primera persona. "Les decía que la única manera real de dejar esa mierda es no tocarla".

No es el único que lo consiguió: como él, otras personas que pasaron por los talleres del Club Magic lograron rehacer su vida. Seis de ellas llegaron a formar parte de la plantilla, después de haber estado en centros de deshabituación o penitenciarios.

El club que enseña a pensar

"Uno de los casos más bonitos fue el de un expresidiario que en 2013 ofreció una exhibición de partidas simultáneas en la Asamblea de Extremadura junto al gran maestro Manuel Pérez Candelario", cuenta Juan Antonio Montero, el creador del club emeritense.

La entidad inició su andadura en 2001 y poco después empezó a destacar a nivel nacional, logrando ser campeona de España en cuatro ocasiones. Pronto amplió su horizonte más allá de los tableros: comenzaron en residencias de ancianos a través de convenios con el Sepad y se les ocurrió "transformar los ejercicios y problemas clásicos de ajedrez en actividades centradas en la atención focal o la memoria a corto plazo, y poco a poco tuvimos mucho éxito", detalla Montero.

La regla de los 3 segundos

En 2009 llegaron a los centros penitenciarios y de deshabituación. Consiguieron adaptar el deporte a la vida cotidiana de los internos. Una de las actividades es la regla de los tres segundos, que enseña a no actuar por impulso, con lo que no se puede mover una pieza sin detenerse al menos ese tiempo para pensar en las consecuencias.

El presidente recuerda un caso que le marcó: "Un interno recibió su primer permiso de fin de semana tras seis o siete años en prisión. Cuando regresó, me contó que en una fiesta le ofrecieron consumir algo, como había hecho otras veces, pero se acordó de los tres segundos, esperó, lo pensó y decidió no hacerlo".

Cuando el ajedrez quita cárcel

También planteaban a los internos que, aunque su situación pudiera parecer una debilidad, podía convertirse en fortaleza si, al salir, afrontaban su pasado sin esconderlo, aceptando lo que habían vivido y demostrando un cambio real. Quienes lo hacía eran mejor aceptados al volver a su entorno.

A veces los pacientes o los presos mostraban cierto recelo al comenzar, pero todo cambiaba cuando comprendían que no se trataba de jugar al ajedrez, sino de recuperar capacidades perdidas. Hoy el equipo cuenta con listas de espera en las cárceles de Cáceres y Badajoz, y lleva dieciséis años trabajando de forma ininterrumpida en comunidades terapéuticas extremeñas.

Porque, como suelen decirle a Montero los pacientes e internos, el ajedrez "quita cárcel" y, para muchos, ha sido el camino que les ha llevado a la salvación, encontrando en el tablero su segunda vida y la fuerte convicción de que siempre hay una salida.

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