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Confort imperial en La Vera

Los remedios para aliviar los ataques de gota de un emperador se inventaron en Extremadura

Un sillón reclinable primitivo, una estufa de hierro con un avanzado sistema de calefacción o una abertura oblicua para comunicar la iglesia con el dormitorio fueron algunos de los inventos que construyeron los mejores maestros de la época para facilitar la comodidad del monarca

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IG Patrimonio Nacional

Cáceres

El Monasterio de Yuste es conocido mundialmente por ser la residencia que el Emperador Carlos V eligió para pasar el final de sus días y, aunque el edificio era relativamente modesto, había que adaptarlo específicamente para sus dolencias, especialmente a los ataques de gota que lo acompañaron desde los 28 años. Las obras e inventos que realizaron los mejores maestros de la época se han convertido en un pequeño prodigio técnico del siglo XVI.

Según explica Julia Paz, guía intérprete del monasterio, uno de los objetos más singulares de la estancia es una silla articulada que se construyó expresamente para mitigar estos dolores. El sillón tiene respaldo reclinable, reposabrazos abatibles y unos extensibles de madera que salen de la parte baja del asiento para que el soberno pudiera descansar las piernas, lo que permitía también facilitaba las sangrías que le practicaban sus médicos. Era, en esencia, una especie de silla de ruedas acolchada y tapizada que disponía de unos pequeños discos para poder moverla.

Carruajes adaptados y conexión directa con el presbiterio

Sus desplazamientos también requerían ingenio. Los caminos en mal estado y la gota le impedían montar a caballo o viajar en los carruajes de ruedas. Por eso, era transportado a hombros en el interior en ciertos tramos de los trayectos y estaba protegido por mantas y cojines.

Una vez instalado en el monasterio, Bien de Interés Cultural y Patrimonio Europeo enclavado en la comarca de La Vera, Carlos V quiso que su vida transcurriera cerca de Dios tras su abdicación en Bruselas en 1555. Por sus impedimentos físicos, no podía trasladarse a la iglesia ubicada en otra de las salas, así que mandó abrir un hueco en el muro de su dormitorio para comunicarse con el altar mayor.

Para ello, hubo que desmontar grandes piedras, sillares de granito, y realizar una abertura oblicua que establecía un eje visual, con lo que desde la cama podía participar de los oficios religiosos sin moverse de su habitación.

Un sistema de calefacción adelantado a la época

Su retiro contó también con grandes comodidades. En 1557 decidió instalar en el palacio una estufa fabricada en Flandes, pero no se trataba de una simple chimenea, sino de un sistema especial diseñado para calentar las habitaciones del emperador sin que el humo o el fuego invadieran sus estancias.

Según la Revista de Estudios Extremeños (2017), una carta de Luis de Quijada explica que la estufa "no había de ser como las ordinarias": el calor se generaba por radiación, en una cámara aparte y se transmitía mediante placas de hierro a la habitación contigua, un mecanismo muy avanzado para su tiempo.

Su montaje en Yuste no fue sencillo, porque hubo que secar los muros recién construidos a través de braseros antes de ponerla en marcha. A partir de ese momento, la habitación con la estufa —inicialmente pensada como comedor— se convirtió en su cámara personal, el lugar donde finalmente murió aquel septiembre de 1558.

Terraza-jardin y un Cuarto Real con instrucciones precisas

Gracias a este ingenioso invento, el emperador podía refugiarse en una pequeña sala cálida con vistas a los jardines, especialmente durante los duros inviernos de La Vera. El emperador mandó construir además una terraza-jardín cubierta frente a su residencia, con una fuente y un reloj de sol fabricado por el maestro Juanelo.

El Cuarto Real fue construido según las instrucciones del soberano y destaca su sencillez y la distribución para un retiro religioso, situado junto al altar de la iglesia bajo el cual el emperador pidió ser sepultado, y de donde su hijo, Felipe II ordenó trasladar los restos al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. 

Al pie de las ventanas se extiende la huerta, con un amplio estanque que servía tanto para el riego como para que el monarca pescase. Es en este punto donde Patrimonio Nacional ha habilitado recientemente un mirador que permite contemplar el balcón al que el soberano se asomaba cada mañana para recibir los buenos días.

Sello de Patrimonio Europeo

Este monasterio jerónimo había sido fundado a principios del siglo XV bajo el patrocinio del Infante Don Fernando, hermano de Enrique III. Uno de sus claustros es gótico y el otro renacentista. Posteriormente fue vendido y comenzó a degradarse hasta que en 1857 lo compró el Marqués de Mirabel, quien abrió de nuevo la iglesia al culto. Fue declarado monumento histórico-artístico en 1931 y tras la Guerra Civil, una vez cedido al Estado, comenzó la restauración dirigida por el arquitecto José Manuel González-Valcárcel y terminada en 1958.

Desde abril de 2024 con el Sello de Patrimonio Europeo que concede la Comisión Europea, distinción que ostenta junto con otros tres lugares en España: el Archivo de la Corona de Aragón, la Residencia de Estudiantes de Madrid y el Parque Minero de Almadén. 

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