En mi Atalaya
Bedatus en el Romanus Theatrum de Mérida
Esta semana otro artista, salvando las distancias de tiempo y lugar, Bedatus, rememoró a aquellos virtuosos emeritenses de hace dos mil años

El Teatro Romano de Mérida, convertido en una galería de arte. / Ayuntamiento de Mérida
Rafa Angulo
En las excavaciones arqueológicas de la calle Suárez Somonte de Mérida se encontraron, milagrosamente conservadas, unas pinturas, frescos, sobre las paredes de una casa. Venían firmadas por Pintosus. Casi toda la cerámica hallada, y es mucha, en Mérida está firmada por Valerius Paternus, que debía tener un horno potente a juzgar por el tamaño y cantidad de objetos que van apareciendo.
Los mosaicos de la calle Sagasta llevan la firma de Baritto y otros mosaicos encontrados en la bimilenaria los hicieron Celeucus y Antus. Es de suponer, esto es una hipótesis de Pelinus, que Diocles cuando se jubiló y volvió de Roma a su pueblo forrado de sestercios y denarios invirtió parte de ellos en contratar los servicios de Pintosus, Paternus y Antus, por ejemplo.
Lo romano en lugar romano
Esta semana otro artista, salvando las distancias de tiempo y lugar, Bedatus, rememoró a aquellos virtuosos emeritenses de hace dos mil años y lo hizo desde el mismo lugar en que Bedatus pintaba desde los 12 años. La exposición de dibujos y pinturas de Miguel Ángel Bedate, nombre actual, en el Teatro Romano fue original en su planteamiento: lo romano en lugar romano, fugaz si se quiere por su carácter efímero, impresionante por el marco (no seré yo quien diga lo de incomparable) y miméticamente acompasada al lugar, a la luz vespertina de la escena y al calor que del fervoroso público emanaba.

Recorte de prensa del año 1969. / Rafa Angulo
Ese relámpago de exposición fue una pequeña maravilla que perduró más allá del instante, del fogonazo; esa fila de dibujos a pastel y de óleos sobre la arena de la scena (prohibido y con razón pisar la orchestra) nos retrotrajo a dos mil años atrás en ese misma arena, haciendo de reclamo el fruto de cerca de 47 años de trabajo de Bedate que, por hacer, hizo de artista total.
Él conducía la camioneta en la que venían los dibujos, bajaba con primor las obras, auxiliado por algún gladiador Barrausus, explicaba con orgullo su trabajo a quienes absortos contemplábamos figuras, colores, medusas, medallones, cascos, togados y un Rolex.

El catálogo. / Rafa Angulo
El buscador de belleza
Ciertamente era un placer deleitarse con alguno de esos dibujos, pero créanme, hay algo más útil que el placer o el conocimiento, es la belleza. Y Miguel Bedate es un buscador de belleza, a mí me gusta más cuando la encuentra en sus trillas, campos extremeños dorados por el sol, la siega, vendimia…
Pero primero y desde pequeño encontró la belleza que esconde el mundo entre las piedras del Teatro Romano y nos la mostró fugazmente sobre su mítica arena convencido, como Dostoievski, que la belleza mueve al mundo y lo salvará.
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