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Avances (III)

Finalmente, las cosas se fueron encarrilando. El pipiolo aprendió, a costa de sofocones y con la ayuda inestimable y generosa de varios colegas, bastantes alumnos y un número sorprendentemente numeroso de voluntarios locales. La mayoría muy jóvenes, casi adolescentes. Estaban de vacaciones y sus padres no sabían qué hacer para ocuparlos. Los “buscapiedras” llegados de Madrid te dejaban trabajar con ellos. ¡Y había en el grupo varias chicas interesantes! Una de las labores que más tiempo restaba al director de los trabajos, yo mismo, era la de las relaciones públicas. Recibir, atender, explicar. En una excavación urbana de importancia es fundamental el interés de los vecinos. Hacerles comprender que la arqueología no es una actividad caprichosa ni aventurera. Que no busca tesoros. O, si lo hace, no son los imaginados por el respetable. Busca información para recomponer el pasado. Horas y más horas hube de dedicar a esa labor pedagógica y, bueno, de vez en cuando a tranquilizar a los progenitores de algunos cooperantes varones. Acudían a la excavación a comprobar la catadura moral de los arqueólogos. Con mayor motivo si sus retoños eran mujeres. No vaya a ser que. Aunque no se lo crean, hasta tuvimos espías. ¡A ver si lo que saquen se lo van a llevar a Madrid! Hoy todo eso resulta anecdótico y forma parte de la muy pequeña historia local. De mi vida y hasta, si me apuran, de la historiografía de la Alcazaba. Y, por cierto, todos aquellos jóvenes colaboradores oriundos son hoy respetables cabezas de familia, o podrían serlo. Alguno de ellos con nietos.

Pero, con todo, yo venía a reflexionar sobre otras cosas distintas y más serias. Del título de esta serie se deduce mi intención: hacer un examen de lo que sabemos y no sabemos de y sobre la Alcazaba y de lo aportado por aquellos trabajos. ¿Dónde estábamos, científicamente, en 1977 y dónde estamos ahora? ¿Cuál era el panorama de la arqueología andalusí y qué aportó este yacimiento? ¿Hasta qué punto las fuentes escritas eran fiables, tal y como se estaban analizando desde la Filología y desde la Historia Medieval? Porque los estudios más serios sobre Batalyaws remontaban a don Matías Ramón Martínez y Martínez. Nada menos.

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