Opinión | EL CHINERO
Chalecos fluorescentes
Vinieron a hacerse la foto. Una foto sin contenido no vale ni una palabra

Pedro Sánchez con Óscar Puente y José Luis Quintana, durante su visita a las obras del primer tramo de la autovía Badajoz- Cáceres. / CARLOS GIL
Son una tribu. Su piel es un traje de chaqueta oscuro, camisa blanca con corbata y zapatos de vestir. Por encima llevan chalecos verdes fluorescentes con un rótulo a la altura del corazón con el nombre de la constructora adjudicataria. Se pasean por las obras sin apenas mancharse las suelas. En realidad van a hacerse la foto y a que un técnico les explique -a ellos, solo a ellos- los trabajos que están haciendo, los que se proyectaron, hasta dónde han llegado y lo que queda por hacer. El técnico se coloca delante de grandes paneles con esquemas y planos y desarrolla su lección.
Por su parte, los de la tribu lo escuchan atentos e incluso hacen alguna pregunta, porque para eso han viajado hasta allí, para conocer in situ lo que solo han visto en los despachos. Solo ellos se enteran. En alguna ocasión invitan a la visita a los redactores de los medios de comunicación que, en contra de toda lógica, son relegados a un segundo plano desde el que no se oye la disertación del técnico. Como mucho, a posteriori, tras escuchar la lección, los de la tribu se acercan a los micrófonos, grabadoras y cámaras para hacer declaraciones, de pie. Un ‘canutazo’. Las manifestaciones no están exentas nunca de propaganda política: lo bien que lo ha hecho su gobierno, cuánto lleva invertido desde que gobierna en comparación con el que gobernó antes y qué bien están los ciudadanos con esta iniciativa que sigue adelante gracias a ellos.
No siempre es así. A veces ni siquiera pueden acudir los redactores. Solo convocan a los medios gráficos, que se limitan a tomar imágenes del paseíllo de los chalecos fluorescentes y de cómo escuchan atentos la clase magistral del técnico mirando los paneles. Después, a la redacción llega un comunicado oficial con la información que los de los chalecos fluorescentes quieren que se publique, sin dar opción a los periodistas a preguntar o completar datos o dudas.
Es lo que ha ocurrido esta semana con la visita sorpresiva del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a las obras de la A-58, que es la futura autovía que unirá Cáceres y Badajoz, las dos capitales de provincia de esta comunidad nuestra, que siguen desunidas por una carretera de dimensiones regionales, aunque le pusiesen una N en el nombre. La actual N-523 siempre fue la Ex-100. La obra se ha dividido en ocho tramos y, de momento, se está acometiendo el primero: de Cáceres al río Ayuela: 13,6 kilómetros. Quedan otros siete. De los pendientes (en realidad todos lo están), el más avanzado es el que une Badajoz y Bótoa. Se licitó la redacción del proyecto y se ha aprobado provisionalmente este año. Realmente no es que esté muy avanzado. Cuando se anunció la presencia de Pedro Sánchez en las obras coincidiendo con la convención de Turespaña que se ha celebrado en Cáceres, muchos pensaron que, por lógica, ese interés repentino vendría acompañado de algún anuncio referido a la ansiada autovía. Tenía todo el sentido esperar que el Gobierno hubiese dado algún impulso a este proyecto tan necesario y tan retrasado. Ilusos. Ni la visita a pie de obra ni el comunicado posterior contenían algún avance que invitase a la esperanza. Todo sigue igual.
El presidente y su ministro de Transportes (Óscar Puente) se trasladaron al punto neurálgico de los movimientos de tierra para recibir las mismas explicaciones que podían haber escuchado con una videoconferencia. Vinieron a hacerse la foto. Una foto sin contenido no vale mil palabras. No vale ni una palabra. Creerán que los extremeños nos conformamos con verlos con sus chalecos reflectantes para sentirnos protegidos y atendidos. Nos reímos (por no llorar) cuando en enero de 2023 acudieron 30 de la tribu de los chalecos a inaugurar una obra de 300 metros de una carretera. Era una vía alternativa por el famoso socavón que abrió Efraín en La Roca de la Sierra, en esta misma carretera, la del nombre con N. Ocho meses tardaron en arreglar el agujero. La próxima vez que vengan no esperaremos nada de ellos. Haremos oídos sordos. Ni los veremos, por muy reflectantes que sean sus chalecos.
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