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Opinión | Tribuna

Escritor

Almaraz y el cambio de caballo

Resulta sorprendente, cuanto no sumamente doloroso, constatar con qué alegría pretende la Junta de Extremadura allanar el camino de la central nuclear

Central de Almaraz.

Central de Almaraz. / LA CRÓNICA DE BADAJOZ

"¿Puede algún grado de prosperidad justificar la acumulación de sustancias altamente tóxicas?”, pregunté una tarde a un destacado miembro de una de las asociaciones de defensa de la naturaleza que pululan por la región. “Ninguno” respondió, tajante. “Nadie conoce cómo hacer seguros los desechos radiactivos”.

Hoy, algunos de los que portaban pancartas en manifestaciones antinucleares a finales de los setenta y principios de los ochenta, reconvertidos en defensores a ultranza de la energía nuclear, se desgañitan exigiendo prorrogar la vida útil de Almaraz, siempre con el pretexto del alto número de empleos que se destruirían de no dar el visto bueno al mantenimiento de la actividad.

Recientemente, los propietarios de la central nuclear de Almaraz (Iberdrola, Endesa, y Naturgy) han decidido, de la mano de Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radioactivos) la clausura de la Unidad I de la nuclear extremeña en 2027, y la II en 2028. La Plataforma 'Sí a Almaraz. Sí al futuro' nace para encabezar cuantas manifestaciones reclamen prorrogar la actividad de la central.

Resulta sorprendente, cuanto no sumamente doloroso, constatar con qué alegría pretende la Junta de Extremadura allanar el camino de la central nuclear de Almaraz, anunciando que está dispuesta a bajar impuestos a las eléctricas si estas deciden prorrogar su actividad.

El problema no puede ser, aunque también, perdonar ochenta o cien millones de euros en impuestos a compañías que obtienen beneficios multimillonarios cada año. ¿Recortamos en educación, sanidad o dependencia, empobreciendo a los que menos tienen para enriquecer a manos llenas a algunas de las empresas que mayores beneficios obtienen año tras año?

No se debe pasar por alto que, frente a los que aplauden la prórroga de la actividad de la central, otros no hemos cambiado de caballo a mitad de la carrera. Es más, seguimos pensando que mientras el hombre siga creando elementos radioactivos, no habrá nada que se pueda hacer para reducir su radioactividad, aparte de tratar de aislar la sustancia radioactiva en algún lugar seguro. Mas, ¿qué es un lugar seguro ante la amenaza de los desechos radioactivos creados por las centrales nucleares?

Los dueños de las centrales, aplaudidos por muchos otrora antinucleares, se hacen querer argumentando que Almaraz supone una importante fuente de empleo, lo que, siendo cierto, huele a una forma descarada de chantaje al pueblo extremeño, que, sin dudarlo, en buena parte entra al trapo del “maná”, valorando solo los pros del empleo creado e ignorando que entre los múltiples cambios introducidos por el hombre en la naturaleza, la fusión nuclear en gran escala es sin duda el más peligroso y profundo.

Pronto, a medida que se vayan acercando las fechas anunciadas para la clausura de las dos unidades de Almaraz, se argumentará que, a estas alturas del siglo XXI, el hombre no puede vivir sin ciencia ni tecnología, y se recurrirá al prestigio de ciertos científicos que certificarán la seguridad de las centrales. Pero tan cierto como que no es posible vivir sin ciencia ni tecnología lo es que el hombre no puede vivir contra la naturaleza. Es más, como Einstein dejó dicho, “casi todos ellos (casi todos los científicos) son desde un punto de vista económico, completamente dependientes” y de ellos quienes poseen un sentido de “responsabilidad social es tan pequeño” que no pueden determinar la dirección de las investigaciones en las que intervienen, que deberían apuntar hacia una colaboración armoniosa con la naturaleza entes que a una guerra contra la naturaleza, a soluciones silenciosas de baja energía y económicamente aplicadas normalmente por la propia naturaleza, antes que a las soluciones ruidosas de alta energía, brutales, llenas de desperdicios de la ciencia de hoy…

Solo cuando la opinión pública, preocupada por la conservación, influya decisivamente en la política de los gobiernos, se librarán estos de la esclavitud del economicismo. Mientras tanto, ningún lugar de la tierra puede considerarse seguro. Donde quiera que haya vida, las sustancias radioactivas serán absorbidas en el ciclo biológico. Además, los residuos más voluminosos son, por supuesto, los reactores nucleares mismos, una vez que hayan dejado de ser útiles. Si no pueden ser desmantelados y trasladados, sino dejados donde están, constituirán durante siglos una activa amenaza para la vida, perdiendo silenciosamente su radioactividad en el aire, el agua y el suelo. Ahí estarán por los siglos de los siglos esos molinos satánicos como horribles monumentos a la estupidez del hombre de los siglos XX y XXI, para el que el futuro de nuestros nietos no cuenta nada comparado con el beneficio económico del presente. Entre tanto, puede seguir recalentándose el planeta, pueden seguir afectando a continentes enteros los fallos de las centrales nucleares y seguiremos cerrando los ojos, ignorando que un medio ambiente que se ha desarrollado durante millones de años debe de tener algún mérito.

Quienes no cambiamos de caballo a mitad de carrera seguiremos alzando nuestra voz, esperando que un ataque de cordura aclare las ideas de quienes un día salieron a la calle con pancartas de la vida en alto…

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