Opinión | A mesa puesta
Casa das Barcas: el alma gastronómica de Elvas
El mercado no solo se visita para comprar. En Casa das Barcas también se desayuna, y hacerlo es casi un ritual

Interior de la Casa das Barcas, de Elvas. / P. G.
Hay lugares donde el sabor tiene memoria, donde cada mañana parece repetirse una escena antigua que nunca cansa. En Elvas, esa ciudad que mira a Badajoz desde el otro lado de la frontera, ese lugar tiene nombre propio: Casa das Barcas, el mercado municipal que conserva intacto el pulso de la vida cotidiana y el aroma inconfundible del Alentejo.
El edificio, imponente y sobrio, fue construido entre 1703 y 1705 para albergar las barcas que cruzaban el Guadiana durante la Guerra de Sucesión Española. Tres siglos después, sigue cumpliendo su misión: ser punto de paso, aunque ahora las travesías sean de otro tipo. En lugar de soldados, entran vecinos y visitantes; en vez de remos y aparejos, lo llenan cestas de fruta, aceitunas, pan y conversaciones que suenan a sábado.
Desde que el sol asoma por la Rua dos Quartéis, el mercado cobra vida. Los vendedores colocan las cajas de verduras recién llegadas del campo: tomates de Vila Boim, pimientos de São Vicente, naranjas de Juromenha. Hay puestos de aceitunas y encurtidos, montañas de pan aún tibio, quesos que huelen a sierra y a oveja, miel dorada y aceites espumosos de pequeños lagares del entorno. En los estantes se reconocen nombres como la Cooperativa de Olivicultores de Elvas, el aceite Marmelo Verde, o los afamados aceites con Denominação de Origem Protegida Moura y Alentejo Interior, todos con ese color dorado intenso que es casi una firma del territorio.
El visitante se deja llevar por los sentidos: el color, el olor, el acento alentejano de los vendedores. En una esquina, un carnicero corta con precisión los enchidos —chouriças, farinheiras, morcelas— que son orgullo regional. Más allá, un pescadero ofrece bacalao y sardinas del litoral, traídas desde Setúbal o Sines. Y entre tanto producto local, aparecen los dulces: sericáia con ciruelas de Elvas, queijadas de Portalegre o los pasteles de gila y almendra que se deshacen en la boca.
Pero el mercado no solo se visita para comprar. En Casa das Barcas también se desayuna, y hacerlo es casi un ritual. Hay dos pequeños locales que, cada mañana, llenan de aroma a café recién hecho y masa frita el aire del mercado. Uno de ellos, el de Filomena, es parada obligada. Sus bifanas, servidas en pan crujiente y con ese punto justo de salsa, son célebres entre los habituales. Filomena las acompaña siempre con un chorrito de piri-piri, el aceite picante típico de la región que da un toque alegre y ardiente a cada bocado. Es un desayuno con identidad alentejana: sencillo, honesto y lleno de sabor. Quien madruga sabe que, antes de empezar la compra, hay que hacer una pausa allí, entre cafés, churros y conversaciones de sábado.
El otro café, algo más al fondo, ofrece los clásicos churros y fiabas —esas masas fritas espolvoreadas con azúcar—, perfectas para acompañar con un galão o un café corto. Entre ambos locales, el mercado se convierte en punto de encuentro: hay quien va a por verduras y acaba sentado en la barra, charlando con conocidos o comentando el tiempo mientras muerde una bifana caliente.
El edificio, rehabilitado con mimo por la Câmara Municipal de Elvas, conserva su majestuosidad: tres naves amplias sostenidas por 24 columnas de piedra, donde la luz entra tamizada y el murmullo del mercado rebota contra las paredes. Es parte del Conjunto Fortificado de Elvas, Patrimonio Mundial de la Unesco, y forma un eje esencial en la vida urbana junto al Baluarte do Príncipe.
Fuera, un paseo peatonal recién renovado permite respirar el ambiente sin prisas. Algunos sábados hay ferias temáticas o mercados de productos ecológicos, con puestos de pan artesanal, vino del Alentejo Central o embutidos elaborados en Campo Maior. Otras veces, se organizan pequeños conciertos o degustaciones, porque el mercado ha aprendido a ser más que un punto de compra: es un espacio de convivencia y orgullo local.
Quien cruza la frontera desde Badajoz lo hace muchas veces por una razón sencilla: disfrutar del mercado. Es un plan de sábado perfecto. El recorrido suele empezar con un café y una bifana al piri-piri, sigue con la compra de pan, fruta y aceite, y termina, casi siempre, con un pequeño paseo por las murallas o el acueducto de Amoreira. Porque en Elvas, la gastronomía y la historia caminan de la mano.
La Casa das Barcas abre de martes a sábado, de 7:00 a 13:00 horas, y conserva esa atmósfera que solo los mercados auténticos saben mantener: cercana, bulliciosa y hospitalaria. No hay prisa, no hay artificio, solo el rumor amable de la vida diaria.
Bajo su techumbre centenaria, entre puestos de verduras y olor a pan caliente, Elvas se cuenta a sí misma: un pueblo que sigue celebrando la sencillez, la vecindad y el sabor de su tierra. Y mientras el mercado se despide cada mediodía, el eco de una última bifana chisporroteando en la plancha recuerda que, aquí, la historia también se cocina.
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