Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | Cuaderno de viajes

Abogada

"A tu vera, siempre a la verita tuya"

Con mis sellos y el bolígrafo, busco tarjetas de Maine. Balancines de madera blanca en el porche, playas desoladas en invierno donde las olas rompen contra el faro, y el abrigo que se intuye dentro de la casa de quien escribe

Espero que a la llegada se esta se encuentren bien. Desde la terraza, abrigada antes de desayunar, leo que en España los incendios crujen, corren, saltan como una pértiga, rápido ascienden por los montes, bajan laderas, engullen valles, sepultan historias, recuerdos, sin que quede una foto para ser llorada, animales, proyectos, legados, sustentos..., y el calor y el rayo no cesan. Aquí, esta brisa fresca, del mar que salpica, se percibe, en lugar de con alivio, casi con culpa, y angustia física.

Mando mensajes. Rezo bajito. Escribo postales. Con la presuntuosa intención de distraer el miedo y la preocupación a los que siento cerca, pero están tan, tan lejos. Salgo a correos y elijo sellos preciosos, a veces compro una hoja entera de las series conmemorativas que guardo entre las paginas de mi cuaderno, viajes en tren, muebles quaker, Walt Whitman, la Juez Ginsburg,…uno para enviar en San Valentín, de color rojo y rosa y una paloma con un corazón en el pico y la palabra forever. Junto al reloj, en la calle principal hay una librería con nombre del pájaro de Harper Lee. La fachada de madera es de color gris claro y tiene dos escaparates a cada lado de la puerta y toldos a rayas. Tras el cristal, una mecedora grande y robusta, sobre la que se apoya una manta, una taza y un libro. Descanso, podría leerse si lo hubieran rotulado. O refugio. El marido de la dueña la fabricó para que pudiera mecer a su bebé.

‘Debes hacer algo para que el mundo sea mas hermoso’, dicen, como si fuera una declaración de intenciones. También ‘Libros, té y un lugar al que pertenecer, la librería independiente de Maine. Donde todos son bienvenidos. Entra para encontrar nueva ficción y no ficción, libros culturalmente relevantes, bonitos clásicos, dulces cuentos infantiles, escritores locales y mas. Esperamos que te quedes un rato’. Dentro, un gran sofá de cuero, profundo y absorbente, del que es difícil salir, y dos orejeros altos color verde inglés. Una alfombra mullida y una mesa baja donde luce una máquina de escribir antigua Royal que siempre tiene tinta y el papel puesto para que los chicos que nunca pudieron utilizarla o ni siquiera saben qué es, tecleen su nombre.

Con mis sellos y el bolígrafo, busco tarjetas de Maine. Balancines de madera blanca en el porche, playas desoladas en invierno donde las olas rompen contra el faro, y el abrigo que se intuye dentro de la casa de quien escribe. Es un gesto premeditadamente pequeño. Pensamos en alguien a quien queremos, al que se le echa de menos, que está enfermo, o al que la pena de una separación le ronda como su sombra. Los imaginamos reconfortados al abrir el buzón y leer unas pocas palabras de consuelo. Pero, como si fuera magia, un calor chiquinino, el que garabateé para que saltara el Océano, se extiende, en ambas direcciones. Sube por el brazo, al cuello, baja la cabeza, como la carantoña hecha a un gato. Sin darme cuenta, estoy hecha un ovillo, arrebujada en el sillón de esta librería, y la voz de mi amigo, de mi amiga, los ojos listos, pizpiretos, de mi hija, las arrugas bellísimas de mi madre y el sabor de la pipirrana que, en este instante, está preparando para la cena, el sonido de la azada en el huerto, de la manguera descuidada en el surco, el perfume de la tierra y del tomate grande y hermoso que mi hijo arranca y me enseña, y de su sonrisa, más hermosa y más grande aún, me sonríe por dentro. Dentro de mí. Porque estoy hecha de ellos. Porque «Alrededor de su piel, ato y desato la mía».

Tracking Pixel Contents