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Opinión | Diario de Sol

Badajoz

Mis muertitos

Para mí, las almas están en un lugar de luz, de paz, de colores vibrantes. Es otra dimensión, que conoceremos cuando ya no seamos

«Cuando fue ella la que se unió a mi padre en el firmamento, la relevé en encender velas por mis muertitos».

«Cuando fue ella la que se unió a mi padre en el firmamento, la relevé en encender velas por mis muertitos». / M. T.

Si algún día se queda la pena en el pecho

Tiene que ser suficiente con lo que ya he hecho

Tiene que dar con lo que hay en el fondo del alma

Que es la que hoy, mañana y siempre mantiene la calma

No está aquí mamá

No está, no está aquí, no, no

No está aquí mamá

Solita estoy yo

Para cuando ya no esté

Pónganme una vela siempre

Ocúpate de que no olviden

Que me tengan en la mente

Comienzo mi diario con parte de letras de canciones que me emocionan. Ésta de Tanxugueiras con Valeria Castro me hace llorar siempre que la escucho. Me recuerda a mi madre, a lo solas que nos quedamos cuando ellas mueren ya una de sus lecciones de vida.

Cuando finalizaba octubre comenzaba el ritual de encender velas, que no finalizaba hasta finales de noviembre. Por mi padre, por mis abuelos, por los que ya no estaban. Recordarles que hay un camino de luz, el que tomaron antes de convertirse en estrellas. Mi madre me enseñó que era la forma de honrar a nuestros difuntos, a las personas que habíamos querido, pero ya no estaban. Cuando fue ella la que se unió a mi padre en el firmamento, la relevé como en otras muchas cosas, en encender velas por mis muertitos, y les pienso, les cuento, les sueño, les sigo queriendo. Sólo el olvido nos hace desaparecer para siempre, y conmigo queda una parte de mis padres, de mi familia, de mis amigas y de mi Chico Pop. Hasta la eternidad mi Amor para sus almas.

Algo similar ocurre en la cultura mejicana, de la que conocí algunas de sus tradiciones en mi viaje a la boda de Estela, pacense de pro y Roberto, poeta de Chiapas. Él vendía sus poesías en el metro. Repartiendo amor consiguió forjarse una carrera como médico. Ambos, entre otras costumbres, nos descubrieron la forma heredada de su cultura de transitar a la otra vida. Sus decoraciones, la fiesta, flores, danzas, sus catrinas, la leyenda también canción de ‘La llorona y sus altares, en los que las fotos y velas son fundamentales.

A las almas góticas como la mía, que el espíritu de una madre que ha matado a sus hijos vague por caminos, puentes, pueblos, orillas de ríos, me fascina y me hace pensar en otras leyendas en las que almas de mujeres errantes pueden cualquier Luna Llena llevarse tu cuerpo hacia el fondo del Guadiana.

En nuestra cultura, no hablamos de la muerte, es un tema que preferimos obviar, sin pensar que es una de las pocas certezas que vivimos. El sufrimiento por ver irse a las personas que amamos. Si es alguien joven, demasiado joven, horroroso. Pero no hay un manual que nos haga sobrellevar la tristeza.

Ahora nos dividimos entre quienes celebramos Halloween o los Difuntos. Las primeras, nos ponemos la oscuridad como vestido y salimos por las calles a repartir caramelos, sin asustar ni una mijita, a las criaturas del Casco Antiguo que recorren casas disfrazadas que sí que dan mucho miedo.

A nuestros Difuntos nos enseñaron a rendirles culto visitando los cementerios. Algo tan nuestro como limpiar las lápidas, cambiar las flores, rezar, quienes recen, conversaciones con la vecindad, y flores, muchas flores.

Yo creo que se pueden hacer ambas cosas, aunque para mí, las almas están en un lugar de luz, de paz, de colores vibrantes. Es otra dimensión, que conoceremos cuando ya no seamos.

No creo que estén bajo ninguna lápida. Aunque cuando visitamos el cementerio para despedir a un ser querido, hagamos un paseo y vayamos a ver a quienes quisimos, que desafortunadamente, cada vez son más.

Pasear por los cementerios es una costumbre instalada en otros países y que alguna vez he hecho.

En el Père Lachaise de París siempre encuentras gente buscando a Jim Morrison, Oscar Wilde, Proust. Con su selfie correspondiente para subir a las redes cuando les encuentren.

Para pasear yo recomiendo uno de los nuestros, el más antiguo, el de san Juan. En él, además de visitar localizaciones del rodaje del cortometraje ‘El mundo entero’, puedes dar una vuelta y encontrar mausoleos espectaculares.

En una visita guiada de los cursos de historia de la Universidad Popular, nuestro profe, Álvaro Meléndez, una de las personas que más sabe y mejor transmite sus conocimientos y pasión por Badajoz, nos mostró el cementerio. El civil con grandes personalidades de la época que en él están enterradas. La parte de los masones con toda su simbología es muy interesante. Siguiendo la ruta del cementerio una de las más populares es la tumba de Carolina Coronado junto a su amado, Horacio Perry.

Pero si algo me fascina son los mausoleos, con su mármol, sus flores, sus historias. De todas las que me fascina es la de la familia Hiarte.

Máxima, la madre, hizo construir un panteón en honor a su hijo, Reinerio Marcos Hiarte, fallecido a los 21 años de forma prematura. Estudiante brillante de ingeniería, como se aprecia en la escultura de gran tamaño, tanto que se sigue contando que su madre la encargó para poder divisarla desde su casa, situada, en un mirador cerca de la plaza de San Juan. Y luego, la gótica soy yo.

No puedo despedirme sin ‘La Llorona’, esta vez canción, versionada por infinidad de artistas en todo el mundo. Si me das a elegir, me quedo con la de Chavela Vargas. Verla cantar en el López de Ayala, en 1987, con su poncho y ya, sin su tequila, pero con la voz desgarrada, es un recuerdo mítico.

Salías del templo un día, llorona

Cuando al pasar yo te vi

Hermoso huipil llevabas, llorona

Que la virgen te creí

Si porque te quiero quieres, llorona

Quieres que te quiera más

Si ya te he dado la vida, llorona

¿Qué más quieres?

¿Quieres más?

Truco & Trato Vs Higos & Castañas…lo que os haga felices.

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