Síguenos en redes sociales:

Show

Estamos en lo que Vargas Llosa ha dado en llamar la civilización del espectáculo. Un lugar en el tiempo y en el espacio donde desafiamos el aburrimiento acudiendo al aquelarre orgiástico en que se ha convertido el entretenimiento porque sí, la televisión como tótem y oráculo y la exposición pública de memeces y genuflexiones sin el más mínimo sentido del ridículo. "Convertir esa natural propensión a pasarlo bien, escribe el premio Nobel, en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo". Todo se concentra en el escaparate público donde los diferentes actores van pasando para regocijo de la muchedumbre ávida de morbo y sensaciones fuertes. Desde la conjunción planetaria hasta la Champión League de la economía, pasando por la princesa del pueblo y el partido del siglo, van sumándose a la fiesta pruebas más que evidentes de que la deriva no tiene marcha atrás.

El espectáculo debe continuar y da igual que haya elecciones. Se las incluye en el menú y a disfrutar. La estrategia de las maletas, la comida de puchero en un restaurante donde no habrá más visitas, el bienvenido mister mashall en el Gurugú, el cambio de corbata por bufanda, la marea azul, la elección aleatoria y sospechosa de los barrios a visitar, el discurso del apocalipsis o la redención, el lenguaje de los necios (del tipo "Compañeros y compañeras: nuestros delegados y delegadas han hablado ya con los encargados y encargadas de todos los servicios para pedir que la media hora de pausa de los trabajadores y las trabajadoras coincida con la hora de ocio de nuestros hijos y nuestras hijas en el jardín de infancia de la empresa"), las promesas imposibles, las imágenes maquilladas, la agitación y la propaganda, las adhesiones inquebrantables, la reconstrucción de biografías y la subversión de la ética y de la estética. Geroge Lakoff , el gurú progresista de los marcos y el lenguaje y debate político, es apaleado intelectualmente en cada muestra de marketing partidista que se lleva a cabo en Badajoz.

Mientras, el show deja entrever un inútil debate sobre el imposible debate que no enriquece la democracia, sólo seduce a los medios y no interesa más que a los estrategas de la distracción.

Pulsa para ver más contenido para ti