Epítetos (VI)
Batalyús se sometió al califa almohade Abd al-Mu’min dos veces. En 1148, la
primera, y, en 1150, la segunda. La única que tuvo efecto fue ésta, porque la
otra sumisión fue traicionada en cuanto se supo que el monarca tenía serios
problemas políticos en el nordeste de su imperio. Cuando finalmente los
unitarios (= almohades) consiguieron tomar posesión efectiva de todo Al-
Andalús su primera labor debió ser reorganizar las fronteras y poner orden a
una situación muy deteriorada por mor de los monarcas del centro norte
peninsular. De modo muy destacado, del naciente reino portugués y del reino
de Castilla, estabilizado ya de los desequilibrios provocados por la minoría de
edad de Alfonso VIII. León, segregado de Castilla por el testamento de Alfonso
VII, mantenía su propia política y, aprovechando reivindicaciones históricas con
su vecino y después de un período de cierta tranquilidad, entró en abierto
conflicto con Castilla, buscando en los almohades una alianza que le permitiera
presionar, si no vencer, a su soberano. También a los magrebíes le convenía
este movimiento político, porque permitía controlar las ansias expansionistas
castellanas y asegurar las marcas. Bastante tenían con reorganizar el territorio
andalusí, donde toda una serie de ciudades se habían independizado, en lo
que llamamos segundas taifas y, una de ellas, la de Ibn Qasi de Mértola,
personaje poco conocido que había tenido el atrevimiento de proclamarse califa
y entablar relaciones políticas con Alfonso I de Portugal. La teoría que defendía
este fulano tenía rasgos que la hacían semejante a la de Ibn Tumart, el
fundador del movimiento almohade.
Es muy probable -las fechas cantan- que en ese momento, entre 1150 y 1169,
las murallas de Batalyaus fuesen reforzadas añadiéndoles, que sepamos, una
batería de torres albarranas, pudo haber alguna modificación más, en sus
flancos septentrional y occidental. Nos consta su presencia, gracias a la
arqueología, en la alcazaba, pero, aun siendo probable, desconocemos lo
ocurrido con la cerca urbana. Una de esas torres se conserva bastante
completa. Es la de la ermita del Rosario. En su costado estuvo el sepulcro de
Arco-Agüero. Aún se ven las pinturas que lo decoraban.
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