el comercio tradicional sigue vivo en el centro de badajoz

El amor en los tiempos del libro digital: la librería Martínez cumple 50 años

No tienen relevo generacional que se haga cargo del negocio cuando los dueños actuales se jubilen

Trabajo en equipo: Los Martínez posan con Juani y José Adrián, sus dos empleados.

Trabajo en equipo: Los Martínez posan con Juani y José Adrián, sus dos empleados. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Irene Rangel

Irene Rangel

En la calle Rafael Lucenqui todavía queda un negocio donde te llaman por tu nombre cuando entras y saben qué vienes a comprar antes de que siquiera des los buenos días. El olor a papel de periódico y a libro nuevo te da la bienvenida cuando abres la puerta: se trata de la librería Martínez, un clásico de la ciudad de Badajoz que cumple 50 años dando servicio. «Si es que nos han salido los dientes detrás del mostrador», dice Sol, una de los seis hermanos que forman este negocio. 

Era 1973 cuando un empleado de banca decide, con unos ahorros, montar un negocio por si alguno de sus seis hijos no quiere estudiar una carrera. «Mi padre quería darnos un futuro». El primer establecimiento de la librería estaba en el Casco Antiguo, concretamente en la calle Meléndez Valdés. «Muy poco después de montar la librería, mi padre murió. Mi madre, que tenía muchos hijos, un negocio recién iniciado y una casa que mantener, tenía que tirar para adelante... y el resto es historia». Sol dejó el colegio y atendió por primera vez a un cliente cuando tenía 14 años. Tiene 67 ahora. 

¿Cómo cumple un negocio 50 años, tal y como están las cosas? «Con muchas horas, mucha dedicación y mucho sacrificio. Hemos vivido de todo», dicen los hermanos Martínez. Sol repite constantemente una palabra, «agradecida». Lo está a los vecinos de su barrio y a todo el que alguna vez ha pasado por su establecimiento. «Yo vine muy pequeñita y hay gente que nos ha acompañado durante muchos años, hemos crecido juntos».

Lo primero, el ‘buenos días’

Una de las claves del éxito de esta libería, apuntan, es el trato personal. Juan, otro de los hermanos presentes en la librería, trabajo durante 12 años entre sus muros hasta que se puso a trabajar en la enseñanza. «Es un orgullo haber visto pasar por aquí a personas que más tarde han venido con sus hijos y, años después, con sus nietos. Da mucha alegría, aunque también me acuerdo mucho de la gente mayor que ya no está. Con los clientes hemos compartido nuestro día a día». 

Los tiempos han cambiado y, aunque los hermanos definen el actual como «impersonal», en su tienda nunca falta el ‘buenos días’. «Ahora entra gente diferente constantemente y siempre se atiende con una sonrisa, pero es verdad que se echa de menos la alegría de la cotidianidad».

Un reloj suizo

Para haber podido adaptarse a los tiempos, la librería está en manos de un organigrama donde no parece haber jefes sino que todos reman a favor. Durante el día a día, Sol y su hermano Manuel - que ahora está de vacaciones - llevan las riendas de la tienda junto a dos trabajadores, Juani y José Adrián. Curro, por ejemplo, es otra parte importante de la ecuación: es el hermano que ha creado la página web. «Todos sumamos. Y el principal, que es mi padre. Es como si siguiera entre estas paredes». 

 El sector ha cambiado mucho en este medio siglo y los hermanos Martínez han sabido surfear las olas del paso del tiempo. «Ahora la clave es tener muchas pequeñas cosas. Fotocopias, papelería, libros, prensa, regalo e incluso apuestas. Ahora hasta somos centro receptor de paquetería», dicen. Renoverse o morir. El arte de saber adaptarse. Lo que no cambian son ‘las horas extras’. Antes, el volumen de trabajo no les permitía cambiar escaparates o estanterías. Ahora no les deja el ‘picoteo constante’. «Cuántas veces nos habremos quedado a comer y cenar en la tienda. Íbamos al bar de al lado y nos traíamos mollejas. Yo he criado a mi hija aquí mismo». Es por eso que Sol ahora quiere «jubilarse para estar con mi nieto recién nacido y disfrutar del tiempo que no tuve para mi familia entonces».

Este mítico establecimiento no cuenta con u relevo generacional que se haga cargo del negocio cuando esta generación de hermanos se jubile. «Es una tristeza. La siguiente generación ha ido entera por Educación. Ojalá alguien se quedara con el negocio porque es sacrificado pero muy bonito».

Una vida entre noticias impresas

El negocio de la prensa escrita ha cambiado tanto como lo han hecho los hermanos Martínez.

Con ese saber hacer de quien lleva 50 años tras el mostrador, sobre el mismo se siguen desplegando cada día los ejemplares de las principales cabeceras regionales y nacionales. Una imagen cada vez menos habitual. «Pero es que nosotros seguimos teniendo clientes que vienen todos los días a por su periódico o cada semana a por su revista».

Sol y Juan recuerdan cómo hace medio siglo iban en bicicleta a recoger los periódicos todas las mañanas. «Algo después de las seis ya estábamos en marcha, daba igual que hiciera muchísimo calor o que lloviera a cántaros. Anda que no hemos dado viajes cargados con 300 periódicos cada uno cubiertos con un plástico. Tú te mojabas, los ejemplares no. Era horrible».

Los Martínez han sido los encargados de hacer llegar al barrio las noticias más importantes de los últimos años. Conscientes de su papel de transmisores de la información, solo cierran su negocio tres días al año. «Yo recuerdo especialmente la Transición», rememora Juan. «Llegaba alguien avisando, ¡qué os van a secuestrar las revistas! Y escondíamos algunas de la policía. Nos quitaban el Interviú, El Jueves, el Cambio 16...». Por momentos se olvidan de que están concediéndonos una entrevista y se abandonan a bucear entre los recuerdos. «¿Te acuerdas de cuando volvió la monarquía? ¿Los ejemplares de la coronación?», se dicen el uno al otro.

Como buenos profesionales del negocio, los hermanos saben leer en las ventas cuál es la tendencia política de la sociedad. «Siempre que hay elecciones, vienen previamente y nos reservan este periódico o el otro».

«La revista que más se vende cuando hay acontecimientos está clara, es el Hola. El último ha sido el de la boda de Tamara Falcó, aunque se ha vendido menos de lo esperado porque no había ejemplares suficientes».