LA JUNTA LOS HA DENUNCIADO POR OCUPACIÓN ILEGAL

Okupa del José Pache en Badajoz: "Si nos echan de aquí, nos vamos a la calle"

"Ahora por lo menos duermo bajo techo, no a la intemperie", cuenta Nuria, que lleva 5 años viviendo en este lugar

Nuria y su marido, ayer, antes de entrar en el comedor social de la calle Martín Cansado.

Nuria y su marido, ayer, antes de entrar en el comedor social de la calle Martín Cansado. / S. GARCÍA

Ascensión Martínez Romasanta

Ascensión Martínez Romasanta

Nuria se enteró ayer por este diario de que la Junta de Extremadura ha denunciado en el juzgado de primera instancia número 2 de Badajoz la ocupación ilegal del antiguo campo de fútbol José Pache. La Administración autonómica es la propietaria de estas instalaciones, abandonadas desde hace diez años. Un juez decidirá la fecha de alzamiento para desalojar a las personas que viven allí. Según la Consejería de Infraestructura, Transporte y Vivienda, lo hace por su seguridad y tras comprobar que no se van voluntariamente. Nuria vive desde hace 5 años en lo que fueron los vestuarios de estas instalaciones deportivas y asegura que nadie les ha ofrecido una alternativa viable para ser realojados. Si los echan de allí, «será a la calle». Lamenta haberse enterado por este medio de la decisión de la Junta. «Aquí no ha venido nadie a decirnos que nos tenemos que ir voluntariamente porque si no lo hacemos tendrán que echarnos», afirma.

Esta mujer explicó ayer a este diario que el único que se ha puesto en contacto con las personas que viven en el José Pache es el asistente social. Les propone que soliciten el Ingreso Mínimo Vital, encontrar un piso en alquiler y presentar un precontrato para agilizar el pago de su ayuda. Para esta mujer «es la pescadilla que se muerde la cola», pues sin dinero por delante ningún propietario se va a comprometer a alquilarles una vivienda. Lo que piden es que «no nos echen, que no nos vayamos a la calle, está todo Badajoz lleno de indigentes durmiendo en la calle y quieren que nos vayamos ocho personas más, no lo veo normal». Nuria insiste en que «somos personas normales, habrá de todo, ha habido drogas, música, mucho tipo de gente y también personas normales que estamos aquí por una situación que nada tiene que ver y nos estamos viendo en la calle».

Dispuestos a alquilar

Según cuenta, como opciones para el realojo les están ofreciendo el albergue de Cáritas en la calle Bravo Murillo, «que no tiene plazas», o el Centro Hermano, «que es para personas toxicómanas». Ellos están dispuestos a alquilar una vivienda, pero para que sea posible deben disponer de la ayuda, que está solicitada y aprobada aunque aún puede tardar bastante tiempo. «Yo conozco gente que está esperando desde hace ocho meses». Les han dicho que podrían cobrarla en marzo, con carácter retroactivo. Pero razona que es muy difícil conseguir un precontrato para alquilar un piso porque los dueños «no se fían». Lo que necesitan «es un pequeño empujón, el Ingreso Mínimo Vital para buscar un piso, no ser una lacra y buscar trabajo». Asegura que, dada su situación actual, cuando se enteran de que viven en el José Pache «tenemos una cruz y nos echan a la calle» . A su marido le ha ocurrido en dos empleos. «Estamos aquí porque nos hemos visto en la calle, no por otro motivo».

Habla por ella y por su marido, no por los demás, «porque yo no tengo nada que ver con ellos». Ahora que sabe que la Junta ha acudido al juzgado, se queja de que «no nos quieren dar tiempo». Porque, «yo me quiero ir, pero tendrán que darnos la posibilidad de hacerlo», insiste.

En el José Pache viven en estos momentos ocho personas. Una más está en la cárcel cumpliendo una condena de cuatro meses pendiente de salir en libertad. 

Nuria ocupó los vestuarios de este recinto porque se quedó sin trabajo y la desahuciaron del piso. Tenía un amigo viviendo en el José Pache que le ofreció irse allí y posteriormente okupó uno de los vestuarios de la parte de arriba, que convirtió en vivienda. «Yo tengo la casa muy bien», cuenta. Hasta el año pasado, tras los primeros derribos del muro, tenían electricidad. Su ‘vivienda’ tiene lavabo, dormitorio con parqué en la pared -»mi marido es muy manitas»-, cocina y salón. Dispone de un motor y cuando tienen dinero «le echo gasolina y tengo luz». El agua la almacenan en bidones. Es consciente de que esto no es vida. «Pero tampoco es vida estar en la calle, porque aquí por lo menos duermo bajo un techo y si me voy, viviré a la intemperie».