Cotidianidades

La calma de Portugal, al otro lado de la frontera de Badajoz

Si buscas autenticidad portuguesa hay que explorar pueblos pequeños alejados de la frontera donde todavía se pueden encontrar rincones con encanto en los que sirven comida alentejana abundante, buena y económica

Calle sin gente de São Vicente, en Portugal, donde se halla el restaurante Novo que regenta Antonio.

Calle sin gente de São Vicente, en Portugal, donde se halla el restaurante Novo que regenta Antonio. / DAM

Diego Algaba Mansilla

Diego Algaba Mansilla

Hace muchos años sacaron una publicación local, una guía cuyo objetivo era informar sobre las alternativas de ocio pacense durante el fin de semana. El primer número hablaba de ir a ver una actuación musical al López de Ayala, luego cenar cochinillo en los Gabrieles. El siguiente número hablaba de ir a comer a Portugal, el tercer número no salió por falta de actividades en la ciudad, la revista se quedó sin contenidos. Me he acordado de aquello en un bar-restaurante portugués, pensando cuánto ha cambiado Badajoz. Antes no organizaban casi nada, excepto en la feria de San Juan que contrataban a Lina Morgan en el Lopéz, a Manolo Escobar en la plaza de toros y en agosto abrían los cines de verano: el Goya, el Autopista, el Ideal. El resto del año Badajoz era una ciudad triste, oscura sin ningún acto cultural. 

Ahora, si quieres, todos los días de la semana puedes asistir a algún acontecimiento: una exposición de pintura, fotografía, escultura, alguna obra de teatro, un concierto, presentaciones de libros, conferencias, cine… Hay personas que van a todo, yo voy a muy pocos. Si no fuese así no tendría tiempo ni para escribir este artículo, que aunque usted lo lea en cinco minutos, escribirlo me lleva horas. Desde hace años solo voy a actos que me interesan mucho, que suelen ser aquellos en los que aprendo, porque uno siempre ha tenido más vocación de alumno que de maestro, también voy cuando tengo algún vínculo afectivo con el autor. 

El viernes pasado coincidían dos actos que me interesaban a la misma hora. Por un lado, mi querida amiga, la periodista llerenense Isabel Rodríguez Palop hablaba de flamenco en la sala Ámbito cultural del Corte Inglés, y en la Fundación CB el fotógrafo pacense José María Ballester presentaba la exposición ‘Blanco sobre negro’ una interesante colección de fotografías en blanco y negro de casas y cortijos abandonados.

 La convocatoria del que fue presidente de la AFE tuvo gran aceptación de público, la sala de la calle Montesinos estaba llena, había fotógrafos, como Lorenzo Lumeras, Gabardino, Félix Méndez, Pakopí, Casimiro Moreno, los hermanos Vidarte, Novillo, pintores como Ramón de Arcos, escultores como Juan Gamino, poetas como Plácido Ramírez y hasta exconcejales como Antonio Ávila. En la sala CB había muchos conocidos y un gran ambiente en torno a la fotografía, una pasión que concentra a muchos aficionados y que está creciendo en la ciudad, como se puede comprobar el mes de noviembre en las conferencias y exposiciones que organizan en el festival Negativo. Ballester leyó un discurso en el que se emocionó cuando agradeció a su familia la paciencia. Los artistas, sean del ramo que sean, dedican mucho tiempo a su obra aunque por ello obtengan poco beneficio económico. El tiempo que cada uno dedica a su pasión suele ser un tiempo robado a la familia. 

Como dije al principio, hoy escribo desde una tasquita de Portugal, la segunda opción de aquella publicación de corto recorrido en la que decía que la mejor elección de ocio en Badajoz era ir a Portugal. A día de hoy, cuando vamos a un restaurante portugués es porque queremos, no por ser la única opción, ya que Badajoz ofrece muchas ofertas tanto gastronómicas como culturales o de entretenimiento. En los bares y restaurantes de Badajoz también tienen en sus cartas el bacalao dorado, aunque como dicen con la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, que hay que tomarla en Sanlúcar, el bacalao dorado hay que tomarlo en Portugal. 

El país vecino

El país vecino también ha cambiado y algunos pueblos cercanos a la raya se han españolizado reduciendo platos y subiendo precios. Si buscas autenticidad portuguesa hay que explorar pueblos pequeños alejados de la frontera donde todavía se pueden encontrar rincones con encanto en los que sirven comida alentejana abundante, buena y económica. Lugares donde se respira la calma de locales sin prisa que lentifica la tarde haciéndola más larga, calmada, infinita… 

Los españoles buscamos establecimientos donde los clientes sean portugueses, encontrarse en la mesa de al lado españoles hablando español es decepcionante porque queremos escuchar la melodía suave del tono portugués, como si fuera un Fado recitado en un salón con olor a interior, a madera, a leña, a una pizca de cilantro y donde un atento camarero chapurrea español con acento alentejano. 

Calle empetrada de Villa Viciosa, al lado de Borba.

Calle empetrada de Villa Viciosa, al lado de Borba. / DAM

Hoy escribo desde Borba, en una mesa de madera con una bica y Pessoa rondando mi cabeza, antes he estado en São Vicente. El restaurante más conocido de São Vicente es el Pompílio pero a mí me gusta ir al Novo de Antonio y de su hijo Federico. Antonio ha sido empresario de calzadinha (empedrado portugués), también forzado de donde le viene una visible cojera. En su restaurante ha tenido de camarero a João, cuando lo conocí era teniente de Alcalde, me decía que no cobraba del Ayuntamiento, que su única ambición en la política era ayudar a la gente de su pueblo. Hace unos años, antes de la pandemia, se podía ir al Novo sin problema de encontrar mesa, ahora siempre está lleno, hay que reservar con antelación. Recuerdo tardes donde terminaban sentados con nosotros. João y Antonio en una sobremesa larga y donde Antonio, el dueño, un hombre sin prisa, contaba sus aventuras de forcado y cómo ha recorrido Portugal y España con su empresa de calzadinha. 

También hablaba de política, sin exaltación, con una sonrisa. São Vicente, un pueblo tranquilo y silencioso de casas bajas que cada vez que voy me entran ganas de quedarme a vivir en su placentero y musical silencio. Escribo desde una taberna de Borba con una bica en la mesa aunque lo que le pega a este pueblo y este lugar es una jarra de vino tinto. Borba, un pueblo del que escribiré otro día porque hoy se me está haciendo tarde para el regreso.