Opinión | LA ATALAYA

Afinando (XVIII)

He mencionado, en la última columna, a Toledo y conviene hacer una leve digresión sobre esta ciudad, muy parecida en ciertos aspectos al tándem Marida-Batalyaws durante toda la tardoantigüedad y la Alta Edad Media. Hasta que, en 1085, los tulaytulíes decidieron abrir sus puertas, después de un asedio figurado, al leonés Alfonso VI. A partir de ese momento sus vectores ideológicos, culturales y, naturalmente, poliorcéticos variaron, para inscribirse plenamente en lo que había de ser el desarrollo de la monarquía leonesa, primero, y castellana, después. Es conocida su extraordinaria posición estratégica. Fuerte, por ser un peñón casi cercado del todo por el Tajo, pero, sobre todo -y este aspecto es muy desconocido-, porque controla un importantísimo y casi único en muchos kilómetros a la redonda, vado del río, en el centro mismo de la península Ibérica. Por este motivo la ciudad ya jugó un papel destacadísimo en las guerras entre Roma y los celtíberos.Las fortificaciones árabes de Tulaytula y de Marida surgieron de una suma de recintos tardorromanosy modificaciones, como no, de origen, concepción y esquema bizantino. Se trataba de controlar el cruce del cauce fluvial y las soluciones arquitectónicas adoptadas fueron muy similares, si bien el cierre del puente de la segunda es muy evidente en la actualidad, pero el de la segunda -muy similar en traza y más extenso- se mantiene oculto y solo ha podido estudiarse y comprenderse gracias a varias intervenciones arqueológicas. Un pequeño recinto cerraba el acceso al interior de la plaza o, quizás, al primero de los interiores. Aún no está claro si el área oficial y la medina estaban ceñidos en pleno siglo X, por un único muro externo.

Ya señalé, de pasada, como en la fase almorávide, en al-Andalus, y en el reinado de Urraca I, en León, el rompecabezas de los recintos toledanos comienza a acusar la llegada temprana de elementos procedentes del oriente del Mediterráneo, de mano de los cruzados repatriados, y, sobre todo, a partir de la derrota castellana en Alarcos y, precisamente, en la ciudad donde residía la sede primada y constituía la capital castellana más meridional. Una cabeza de puente en los límites del reino. 

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