Opinión | La atalaya

El Duque (IV)

La corona española, reinaba por entonces Carlos II de Austria, mantenía unas tensas relaciones con los Medici. Se habían proclamado duques de Toscana, pero Madrid no reconocía ese título. Palacio dio orden a todas las autoridades locales para que recibieran a Cosme con toda la consideración y facilitasen su viaje del mejor modo posible. Pero no se le podía dar tratamiento de duque, ni rendir honores. Y las cosas se hacían a veces difíciles, porque ya se sabe que eso de los tratamientos y de los reconocimientos oficiales es toda una ciencia. El primer problema protocolario planteado, en cuanto el séquito llegó a Badajoz, fue el de alojar al egregio visitante. Esta ciudad siempre ha tenido, hasta no hace mucho, deficiencia de plazas hoteleras. Y la nobleza regional había invertido aquí muy poco en palacios. Los bonitos y discretos edificios residenciales dispersos por el casco histórico no son tan antiguos. Total, el mejor lugar que encontraron para alojar al turista fue la desdichada iglesia de San Agustín, concretamente su sacristía (¡!); nada que pudiera alabarse. Si aquello no ha cambiado mucho, el hueco donde está el archivo parroquial fue el dormitorio. Y el claustro anejo, actualmente en “deconstrucción”, fue el escenario de las audiencias concedidas a las autoridades españolas y, también a alguna portuguesa.

Magalotti dejó puntual relato de las visitas. El primero en acudir, después de la misa, fue el Maestre de Campo de la plaza -su Teniente Ayudante había hecho las veces, la víspera, de anfitrión-. Se hace constar en el relato, no sin cierta ironía, que se había dirigido a Cosme llamándolo Excelencia. Después del oficio recibió a un ricohombre portugués quien, en nombre del gobernador de Elvas, le ofreció sus respetos y le invitó a cruzar la frontera. Era el modo cortés de declarar su disposición a permitírselo. No debía estar muy satisfecho nuestro aristocrático viajero con el aposento badajocense, porque pidió que se le preparase un alojamiento. Debió querer decir “mejor que el de aquí”. En ciertos aspectos de la hostelería la portuguesa Elvas siempre nos ha llevado ventaja. Entonces comenzó el recorrido por la ciudad, una de las partes más interesantes de la visita.