Opinión | La atalaya

El Duque (VII)

Es lógico que las autoridades españolas mantuvieran ciertas reservas hacia los viajeros

Uno de los aspectos que resultan más sorprendentes en relación con el valor científico del viaje de Cosme de Medici es la presteza de sus adláteres captando la información que, en resumidas cuentas, era el fin principal del periplo. El recordatorio de lo recorrido y de lo visto. No extraña tanto en el caso del secretario Magalotti, y de algún otro miembro del séquito, y de sus testimonios escritos, pero sí por la forma en que el pintor Baldi reflejó en unas acuarelas --los originales no son grabados, sino que están ejecutados con esta técnica-- una parte muy importante de lo contemplado en Badajoz y en otros lugares. A la velocidad a que se movía el aristócrata, apenas podría nuestro artista tomar apuntes con carboncillo --los lápices, tal y como los conocemos ahora, son posteriores-- y difícilmente acabaría una de las obras antes de comenzar la siguiente. Pero antes de entrar en el análisis del testimonio gráfico, permítanme aclarar que Magalotti no era un cualquiera, sino un auténtico humanista y científico. El propio Cosme III lo enviaría, tiempo después, como embajador a Viena y, a su vuelta, le fue encomendada la tarea de formar a los jóvenes florentinos destinados a seguir la carrera diplomática. Se conservan dos copias caligráficas de su texto, pero, también, todas las cartas remitidas durante el periplo y algunas notas, de distinta extensión, debidas a varios miembros de la comitiva, como, por ejemplo, al administrador, JacopoCiuti, al marqués Filipo Corsini y --¡como no!-- al médico Juan Bautista Gornia. Es lógico que las autoridades españolas mantuvieran ciertas reservas hacia los viajeros. La información remitida por unos y otros podía ser muy amplia, desde la perspectiva castrense del momento. Cuando aún humeaban los rescoldos de la guerra de independencia portuguesa. La corona de los Austrias españoles pasaba por momentos difíciles y, ahora lo sabemos, se hallaba en una fase declinante, con un rey enfermizo y sin descendencia.

El aparato gráfico de Baldi, completado después, ofrece una visión, más bien una síntesis visual y realista, de cómo era nuestra ciudad y, de modo muy especial, de sus flancos oriental y meridional. Con eso concluiré esta serie. O eso espero.

*Arqueólogo