Opinión | El embarcadero

Igualdad

Haber nacido hombre o mujer marca las vidas de las personas en cualquier parte del mundo. Las cuestiones vinculadas con la igualdad de género son muy relevantes (más de lo que creemos), pues afectan a muchos ámbitos de nuestra existencia. El Día Internacional de la Mujer, que se conmemora hoy, puede ser un buen momento -por qué no- para hacer una introspección ante este tema. Desde luego que hablar del machismo de los demás siempre es fácil, pero no ocurre igual cuando se trata de uno mismo. Nadie quiere reconocerse como machista y, sin embargo, todos lo somos en mayor o menor medida. Creo que, más allá de sentirnos atacados por esta circunstancia, debemos ponernos en contexto: todos hemos crecido en una estructura patriarcal que nos ha hecho normalizar el machismo. Ahora bien, son las mujeres las que, como sector oprimido por esta estructura, más lo sufren y menos problemas tienen en identificarlo. Los hombres, nos pongamos como nos pongamos, somos el sector privilegiado: casi siempre cobramos más por el mismo trabajo, no sentimos igual que ellas la presión ante la crianza y los cuidados, podemos salir a la calle sin miedo a sufrir una agresión sexual o la medicina lleva siglos investigando nuestras dolencias en detrimento de las femeninas. Por todo ello, somos más proclives a mirar para otro lado cuando de lucha feminista se trata. Incluso los más involucrados en las causas sociales suelen ver la igualdad de género como algo no tan urgente. Después están los hombres que se consideran más feministas que nadie, capaces de ir dando lecciones ante los demás, aunque en su día a día sigan reproduciendo bastantes comportamientos y actitudes machistas. Al respecto, hay un cortometraje reciente, muy recomendable, que nos pone frente al espejo de esta realidad: ‘La loca y el feminista’, que estuvo nominado en la última edición de los premios Goya. Su título ya nos indica los derroteros de una conversación sin retorno entre los dos integrantes de una pareja y el reparto desigual de las tareas del hogar, la carga que asume ella y la actitud de él, que se jacta de ser un feminista comprometido pero no se implica con una verdadera corresponsabilidad. Sin embargo, lo más preocupante radica en un peligroso proceso involucionista que se percibe actualmente, también entre algunos chicos jóvenes, que se sienten respaldados por partidos como Vox, y según el cual ellos están perdiendo cuotas de poder ante las políticas de igualdad. De algún modo, se están quitando la careta, no les hace falta ponerse el disfraz de feminista y están normalizando la cosificación de la mujer o las diferentes violencias que ellas sufren. Por tanto, resulta muy necesario educar en igualdad, salir a las calles el 8 de marzo y reflexionar de manera sincera sobre cómo corregir las desigualdades que continúan existiendo entre hombres y mujeres en nuestras sociedades.