Opinión | El embarcadero

Felicità

Viniste a ser feliz, no te distraigas. Lo sé, es la característica frase que se puede leer en agendas, libros de desarrollo personal o bolsas de tela o talegas, conocidas también por el extranjerismo ‘tote bag’. Pero la saco a colación no solo debido a que hace unos días, el pasado miércoles en concreto, se celebró el Día Internacional de la Felicidad, que coincide con el inicio de la estación primaveral y, por tanto, con la llegada de más horas de luz solar, la subida de las temperaturas y el florecimiento del campo. También porque se trata de un concepto, de una percepción tan subjetiva que hay quien dice que no se puede definir, solamente experimentar. ¿Qué nos hace feliz? Es ya un lugar común que la felicidad, partiendo de una base (salud, trabajo…), reside en las pequeñas cosas: tomar un café con un amigo, escuchar música, caminar por un paisaje montañoso, leer un buen libro, presenciar una victoria de tu equipo o ver un capítulo de tu serie favorita. Acaso esa satisfacción de los placeres sencillos se deba a que esta es espontánea e inesperada. Un sentimiento de plenitud que difiere bastante de los grandes objetivos, las metas ambiciosas que en ocasiones pasan por acumular patrimonio y bienes, a veces logrados de manera, cuando menos, poco ética y al filo de la ilegalidad. No es nada nuevo: desde hace semanas nos están llegando informaciones que nos hablan de la indignidad de individuos capaces de casi todo para tener mucho capital. El caso Koldo, que afecta a un exministro del gobierno, y las conductas de la pareja de la presidenta madrileña, según la Fiscalía y ciertos medios de comunicación, son la muestra de que la corrupción sigue campando a sus anchas en nuestro país, con gente que continúa creyendo que la felicidad estriba en contar con una cuenta bancaria abultada, aunque ese dinero se obtenga de modo ilegal, delictivo. Resulta repugnante el comportamiento de quienes, como el exasesor de José Luis Ábalos o el novio de Isabel Díaz Ayuso, durante los días más negros de la pandemia, no dejaban de pertrechar planes sobre cómo obtener comisiones y evitar el pago de tributos al fisco. Allá ellos, queda en su conciencia y en lo que dé de sí el recorrido penal de sus respectivos procesos judiciales. Luego estamos el resto, las personas que condenamos esas formas de actuación fraudulentas y emulamos la filosofía oriental, que nos recuerda aquello de no envidies la felicidad de los demás porque así no alcanzarás la propia. Ya lo cantaban Albano y Romina Power en su famoso tema ‘Felicità’ y lo podemos deducir: la felicidad se aproximaría a esa mixtura de lo trascendente y lo intrascendente, de lo espiritual y lo mundano. Nos acercaremos a ella cuando estemos en paz con nosotros mismos y nos alejaremos cuando nos persigan altas expectativas. Con el buen tiempo, dejen que las cuatro hormonas ligadas a la felicidad (dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina) hagan su trabajo para que nos sintamos siempre más dichosos. ¡Feliz primavera!

*Periodista y profesor