Opinión | Cuaderno de viaje

Charleston, Carolina- Savannah, Georgia

Despedimos Charlestón envuelta en frío. Sube la bruma desde el mar. El vaho de los caballos se ve flotar en el haz de luz de los carruajes. Las parejas se arrebujan en las mantas y el sonido de los cascos resuena en los adoquines, lento, queriendo volver a casa. La claridad temblona de los faroles de gas a cada lado de las puertas, solo alumbra la aldaba, que brilla para los ojos del visitante. Un aura de pasado lo impregna todo. Caminan entre susurros los grupos de turistas tras el guía que balancea su farol al ritmo de las historias de almas en pena, piratas, y encarcelados olvidados de la mano de Dios. El sur adora los cuentos de muertos, y con esa misma cantinela ponemos rumbo a Savannah, que junto a New Orleans y Salem en Massachusetts, son las ciudades más visitadas por los amantes del género de terror. Llegamos pronto, antes del almuerzo, y la ciudad en domingo aún continua adormilada. El hotel es una antigua casa señorial, con sus camas de dosel, sus chimeneas y su dueño, tan viejo, casi, como las historias que, se nota, desea contar a cada huésped. Está en una plaza que tiene un teatro y un banco fantasma que todos fotografían. El banco, ante la parada de autobús donde Forrest Gump sacaba su caja de bombones, no existe. Pero todos miramos su ausencia. Los letreros de neón anuncian espectáculo esta noche. Todo es vintage. Hasta los espectadores. Taquilla semicircular de gresite verde, taquillera sonriente mascando chicle que mira por encima de sus gafas. Pintura en color helado de vainilla y asientos de eskay rojo semáforo. A la cantante le cuesta mantenerse en pie mucho tiempo y se apoya en un taburete de bar, dispuesta a pedir otra copa, please. Pero luce sus tacones, su chaqueta de flecos y su guitarra colgada, como si fuera una reivindicación. Su aún estoy viva. También a ella le gusta contar su vida . El paso de los grandes. Joan Baez, Bob Dylan o Joni Mitchell… Es la Judy Collins que cantó por primera vez Suzzane de Cohen. Y su voz sigue levantando a la gente de sus asientos. Este teatro también tiene sus fantasmas. No son los actores famosos que han pasado por su escenario sino otros a los que aquí se nombran como viejos conocidos. Chippewa Square se queda desierta cuando se acaba la actuación. No quedan bares ni restaurantes que admitan a un comensal más. No olviden cesar antes si vienen por aquí. Lo único bueno es que las calles pueden ser recorridas sin estorbo, no hay extras que enturbien la belleza de las plazas. Estas mansiones parecen mirarse unas a otras rodeando el jardín central, una plaza tras otra y otra y otra más. Se encadenan decadentes, procurado la sombra y frescor de las fuentes para cuando llegue el verano, y su sudor, y su lentitud sureña. Tan de película . La semana que viene les contaré más. El día ha sido largo.