Almendralejo

La agradable sensación de tener una mano a tu lado hasta el final

Unos 200 mayores han recibido alguna atención del programa Acompañamiento de la Soledad

Una atención en casa de una usuaria

Una atención en casa de una usuaria / EP

“Mi vida ha cambiado por completo. Son personas con una calidad humana impresionante. No tenía nada. No tenía a nadie. Y hoy, pienso que estoy vivo gracias a ellos”. La reflexión en voz alta es de Pedro Fernández Amarilla, uno de los casi 200 usuarios que han sido atendidos por el programa de promoción a la autonomía y servicios de proximidad ‘Acompañamiento a la Soledad’, un plan que se puso en marcha en 2021 financiado por el Sepad para que las personas mayores de 65 años que viven solas en sus casas tuvieran siempre una compañía y atención cercana.

La vida da muchas vueltas y nadie puede apostar a caballo ganador qué ocurrirá en el futuro. Hay algo que inquieta a muchos: saber cómo será la última etapa de sus vidas. Cuando uno llega a cierta edad, todo lo material es soluble. Puede pasar desapercibido. Lo verdaderamente importante es la compañía. Estar cerca de alguien. Sentirse vivo con los demás.

Este programa está gestionado por el Ayuntamiento de Almendralejo e irrumpió a raíz de la pandemia, dentro del programa de Ayuda a Domicilio. “Detectamos muchas situaciones de mayores que realmente estaban solos en sus vidas. No tenían familiares directos, estaban desatendidos o, directamente, nadie se hacía cargo de ellos” cuenta Antonia Martínez, trabajadora social en los Servicios Sociales de Base. Ella es la encargada de coordinar un equipo de trabajo integrado por seis gerocultores (cuidadores), una fisioterapeuta, un podólogo, una terapeuta ocupacional, un psicólogo y varios profesionales encargados de otros servicios como peluquería o barbería.

“No sólo es cuestión de sentarse con la persona mayor y acompañarla, sino de darle una atención integral en todo lo que necesita”. Les ayudan a desplazarse a lugares comunes para los mayores como el centro de salud o el supermercado, hacen labores de limpieza, de elaboración de comidas, les ayudan a vestirse en ocasiones o a gestionar cualquier trámite administrativo. También hacen una vigilancia y seguimiento del consumo de medicamentos para racionalizarlo correctamente. Y, lo más importante, les tratan de entender.

Fran Velasco es el psicólogo del programa. Él realiza un seguimiento exhaustivo de los más de 60 mayores a los que se atiende de manera casi rutinaria, pero también se ocupa de los casos que necesitan atenciones puntuales. “Hago casi de interconector entre los usuarios y las distintas prestaciones del servicio. Las personas mayores no están acostumbradas a llevar una terapia común y hay que adaptarse en muchas ocasiones a una mentalidad y forma de pensar muy concreta, en ocasiones, de tiempos muy atrasados. Activamente, son personas que no te demandan, sino que tienes que darte tú cuenta de sus necesidades”.

Reconoce que no es sencillo tener que tratar temas como el duelo en persona que han estado apegadas a una pareja durante muchas décadas y, de repente, se ven solos. “Hay que controlar los estados de ánimo, las emociones, las depresiones. Es importante establecerles unas rutinas. Al ser personas que están solas, simplemente con tenerles una planificación ya se predisponen a avanzar”.

Fran nos acompaña a casa de varios usuarios. Una de ellas es Dolores Zamora, de 90 años. Vive sola desde la pandemia por el fallecimiento de su marido. Lleva casi 70 años en el mismo hogar. No tiene hijos y necesitaba un incentivo de vida. “La verdad es que estoy muy contenta porque la presencia de ellos me llena de vida. Me acompañan, me dan conversación y me ayudan a todo” dice Dolores. Pasó un mal trago durante el duelo de su marido y apenas tenía ganas de vivir. “He llorado mucho. La soledad no sabe nadie bien lo que es hasta que no lo comprueba. Por eso están importante que estas personas nos ayuden”.

Paco y Juani, auxiliares, junto a Dolores Zamora, una de las usuarias

Paco y Juani, auxiliares, junto a Dolores Zamora, una de las usuarias / R.M.

En casa de Ascensión Vargas había soledad desde hace décadas. Esta mujer, de etnia gitana y 79 años, quedó viuda muy pronto de su marido. Vive sin nadie alrededor desde hace años. “Salgo poco y paso aquí las horas, a veces con más ganas y otras con menos. Tenerles a ellos (los cuidadores) me dan tranquilidad porque siempre que les llamo vienen enseguida”. Para Ascensión ha sido fundamental que le lleven un control rutinario de la medicación.

Dicharachero e independiente resulta Pedro Fernández Amarilla. Natural de Solana de los Barros, residente en Almendralejo, se fue a Madrid con 13 años para labrarse un futuro como soldador. Volvió y, desde hace unos años, tras el fallecimiento de su esposa durante la pandemia, se quedó solo. Le gusta leer y hacer cursos. Se muestra activo, “pero necesito a estas personas para que me ayuden en muchas cosas. Me llevan al centro de salud, le dan masajes para sentirme bien, me hacen la comida y me limpian. Estoy encantado”. Pedro confiesa abiertamente que “no sé si estaría vivo sin ellos”.

El programa de Acompañamiento de la Soledad dispone de un servicio de apoyo a la movilidad con un vehículo que facilita los traslados de los usuarios a lugares como centros de salud, supermercados o bancos.

Hay seis gerocultores que se agrupan en parejas de dos. “Se realiza así para mantener siempre cubierto el servicio, ya que cuando hay bajas, contratiempos o vacaciones, tenemos que asegurarnos de que hay un seguimiento y atención. Se hace por parejas porque para estas personas mayores es fundamental tener una confianza con gente conocida y no se puede estar cambiando de forma constante”, explica Antonia Martínez.

Paco Martínez es uno de los cuidadores. Se desplaza a casa de una usuaria un día cualquiera junto a Juani Caballero, otra de las gerocultoras. Hablan con la persona, les pregunta qué necesitan, revisan que en casa todo está en orden y programan sus visitas y salidas al médico o al supermercado. “Es evidente que se sienten arropados. Se les ve en sus caras. Cuando cogen esa confianza somos su familia. Realmente, es gratificante porque ellos se sienten muy agradecidos a lo que hacemos”.

El psicólogo Fran Velasco junto a Ascensión Vargas, otra de las usuarias

El psicólogo Fran Velasco junto a Ascensión Vargas, otra de las usuarias / R.M.

Una terapeuta ocupacional, Clara Ginés, también les visita para trabajar activamente con ellos. “Hacemos muchas actividades para tener activada la memoria, estimulación cognitiva a través de pictogramas, puzles o asociación de imágenes. También utilizamos la musicoterapia y les ponemos canciones que recuerdan a sus épocas. Con ello tratamos de mejorar sus estados de ánimo, la motivación y tenerles activos para su día a día, que sepan la importante de tener una ocupación”, comenta esta profesional.

Clara también les ofrece algunas pautas para saber vestirse mejor, atarse los cordones, colocarse bien la ropa interior y busca ir más allá con el uso de móviles y nuevas tecnologías para elevar su grado cognitivo. “Claro que se les nota motivados. Suelo hacer, al menos, una visita por semana, y veo cómo se preparan, se peinan y se pintan para verme llegar. Se les nota que es importante ese momento para ellos”.

Durante el año 2022, en una encuesta realizada por Servicios Sociales de Base, el resultado de satisfacción de los usuarios fue muy alto. “Valoran mucho el apoyo emocional y esa seguridad de saber que siempre tienen una mano a la que poder recurrir” dice Antonia, coordinadora del programa.

Pedro Fernández Amarilla, uno de los usuarios del programa.

Pedro Fernández Amarilla, uno de los usuarios del programa. / R.M.

«Sinceramente, a mí estas personas me tienen roto el alma. Así debería ser siempre en la vida, esta ayuda a los mayores que tanto hemos pasado en épocas peores. Espero que esto nos dure mucho y no nos falte nunca este calor. Y que estos cuidadores tengan su recompensa porque se lo merecen. Lo digo alto y claro: nos ha tocado con ellos el premio gordo de la Navidad», dice el usuario Pedro. Y quizá, no le falte razón. Porque al final del camino, lo más importante, siempre será compartir. 

Pionero

Almendralejo ha sido la primera localidad en Extremadura que puso en marcha este programa de ‘Acompañamiento a la Soledad’ tras la pandemia. El proyecto recibe una subvención de la Junta de Extremadura de 214.470 euros anuales para su desarrollo y ha sido posteriormente implantado en otras localidades debido al buen funcionamiento en la capital de Tierra de Barros y el alto grado de satisfacción en los usuarios.

Para ser beneficiario, la persona debe tener más de 65 años y acreditar una condición de soledad. Para ello hay un arduo trabajo de investigación y documentación por parte de los profesionales de los Servicios Sociales, que se rigen por informes basados en tres criterios: el área sanitaria, económica y social.

Son los trabajadores sociales los que están en coordinación con los centros de salud de San Roque y San José. Incluso, el programa ha servido para eliminar muchas llamadas de usuarios que, al verse solos, telefoneaban por rutina al médico, incluso sin precisar atención.

El programa cuenta con toda la información en las oficinas de Servicios Sociales situadas en el parque de la Piedad y en el teléfono 924 670 532