Memoria histórica

Salvador encuentra a su abuelo en Orduña

El ADN de un pacense permite identificar los restos de su abuelo, que murió en la prisión franquista en 1941

Salvador del Amo Seguro con la foto de su abuelo, Salvador del Amo Giménez.

Salvador del Amo Seguro con la foto de su abuelo, Salvador del Amo Giménez. / S. GARCÍA

Ascensión Martínez Romasanta

Ascensión Martínez Romasanta

Salvador del Amo Seguro recibió hace una semana una llamada que lo reencontró con su pasado, a él y a toda su familia. Sus muestras de ADN han permitido identificar los restos de su abuelo, Salvador del Amo Giménez. También los de su hermano Manuel con los de su prima Antonia. Ambos hermanos fallecieron en la prisión franquista de Orduña (Vizcaya) al terminar la Guerra Civil, donde habían ido a parar represaliados por su vinculación con la República. 

La familia Del Amo vivía en Villagonzalo (Badajoz). La contienda terminó el 1 de abril y el 27 de ese mismo mes Salvador del Amo fue detenido. Pasó la noche en la cárcel de la plaza del pueblo y al día siguiente fue trasladado a Mérida. El padre de Salvador también estuvo cinco años encarcelado en el penal del Dueso (Santoña). Salvador lo cita cuando se le pregunta por el motivo por el que su abuelo fue retenido: por haber defendido la República. Había pertenecido a UGT. «Fue suficiente para ese grupo de gente que estaba cualificada para ello en los pueblos: el comandante del puesto de la Guardia Civil, el alcalde, el cura y el jefe de Falange, con que uno de los cuatro tuviese algo en contra era suficiente para que te apresaran», explica.

En la documentación a la que ha tenido acceso figura que su abuelo era peón, pero su padre le contó que trabajaba de electricista y en las labores del campo, como su hermano Manuel. Salvador desconoce si Manuel fue detenido el mismo día, pues aún le queda información pendiente de recabar, pero supone que fue por las mismas fechas

Salvador del Amo Jiménez estaba casado con Dionisia y tenían tres hijos (Santiago, Manuela y Salvador, por ese orden). En Mérida lo sometieron a un Consejo de Guerra y lo condenaron a 30 años de reclusión por rebelión, «que sería rebelión a las Fuerzas Nacionales, aunque la rebelión la habían hecho ellos». Salvador rondaba los 50 años. Su nieto no sabe la edad exacta. Su abuelo no había luchado en la guerra. Su padre sí porque estalló cuando hacía el servicio militar. «El capitán los formó para pedir voluntarios que quisieran defender a la República y estuvieron en el bando republicano».

Tras ser condenado fue conducido al campo de concentración de Castuera y el 5 de diciembre de 1939 lo trasladaron al penal de Orduña, donde permaneció hasta el 13 de marzo de 1941, que murió. Manuel falleció 21 días después. La condiciones de la cárcel eran infrahumanas. «Cogían enfermedades y no se hacía nada, porque lo que se pretendía era eliminar a toda la gente que se había opuesto al Alzamiento Nacional». Salvador nieto desconoce cuándo supo su abuela que el marido había muerto. Es un tema del que no se hablaba en casa. La guerra había acabado «pero mucho después todavía hubo mucha gente controlada». El padre de Salvador regentaba una fragua en Villagonzalo y cuanto tenía que ir a Mérida a por material debía pasarse por el cuartel de la Guardia Civil para que le firmaran una especie de salvoconducto.

Salvador se trasladó a Badajoz con su abuela Dionisia a los 12 años. Con ella vivió hasta que sus padres también se vinieron «y todavía la gente estaba controlada». Su padre sí hablaba. En la fragua era habitual encontrar una reunión con más gente en las mismas circunstancias. «Mi padre contaba muchas cosas, pero mi abuela prácticamente nada, salvo alguna anécdota cuando por las noches iban a Mérida a llevar cosas a la cárcel a su marido y a gente que estaba como él y lo que les había ocurrido por el camino». Poco más. «La gente en general tenía miedo y en casa de mis tíos nunca se hablaba de esto».

Gogora

Dos generaciones han podido reencontrarse ahora gracias al empeño del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del País Vasco, Gogora, que ha iniciado el

para identificar los restos humanos hallados en el cementerio de Orduña en las primeras exhumaciones realizadas. En concreto han sido 71.

Salvador y Manuel constan como empadronados en el Ayuntamiento Orduña y sus familiares está recibiendo «todas las facilidades del mundo» a la hora de acceder a la documentación.

Salvador remitió su muestra de ADN hace un par de meses y el resultado «ha sido casi inmediato». El viernes pasado recibió una llamada procedente de Gogora: «Habían encontrado a mi abuelo y a su hermano». El nieto no puede evitar emocionarse. Los restos humanos de los presos de Orduña están ordenados en su cementerio, a pesar de encontrarse en una fosa común en el suelo, aunque no se encontraban identificados, que es lo que se está haciendo ahora para intentar devolverlos a su lugar de origen, del que nunca debieron ser arrancados.

Para Salvador, encontrar a su abuelo y a su tío «era una asignatura pendiente», aunque no se había planteado la búsqueda como algo inmediato. Lo fue cuando se enteró «por casualidad» del viaje de una delegación del Gobierno vasco a Castuera a finales de enero. Un compañero de la Asociación de Vecinos de El Progreso -de la que Salvador del Amo es presidente- procede de Castuera y había previsto ir a su pueblo con motivo de esta visita para localizar a los familiares de los presos de Orduña. «Me sorprendió, le pedí que se trajese toda la información que pudiese y a partir de ahí me enganché» a esta búsqueda. A Salvador aún no le ha dado tiempo a contactar con alguien para confirmar cuál va a ser el protocolo a partir de ahora. Su idea es que su abuelo sea enterrado en Badajoz con su mujer o que sus restos regresen al pueblo «de donde salió». Manuel sí volverá a Villagonzalo.

Divulgación

Cuando el viernes lo llamaron «pensé en mi padre», que murió en 1980 con 65 años. «Era una persona cercana, cariñosa, que tenía intención siempre de mantener unida a la familia, con todo lo que había vivido». También se acordó de su abuela y de sus tíos, sus primos y hermanos. Vuelve a emocionarse. Ahora quiere divulgarlo, para que la búsqueda continúe y se haga justicia histórica, ante el temor de que se pudieran darse pasos atrás en este proceso. «Pasos agigantados», teme.

Salvador nació en 1948, siete años después de que muriese su abuelo. Nunca ha llegado a estar en Orduña. Sus hijos lo están animando a hacerlo. El 29 de julio está previsto un acto institucional para entregar los restos identificados a sus familiares. «Me gustaría que se cerrara de verdad esta deuda que tiene la sociedad con lo que ocurrió, de verdad y sin rencor». Con la distancia que concede el tiempo, no debería haber dudas. Salvador seguirá buscando, indagando y difundiendo y a quien le aconseja que es mejor olvidar lo invita a conocer antes de opinar, averiguar antes de sentenciar. La verdad solo tiene un camino y Salvador ha encontrado el que lo conduce hasta su abuelo.