Excursión a Galicia

A ciegas hasta el fin del mundo: 22 discapacitados visuales extremeños caminan hasta Finisterre

Fundación CB y la ONCE organizan una expedición para superar barreras

Asistentes en Finisterre

Asistentes en Finisterre / CEDIDA

Marta Lorenzo

«Esto es un sueño hecho realidad», expresa Otilia Cabanillas, una mujer de 70 años con miopía magna que perdió la visión completamente hace apenas siete años. Desde el pasado 8 de abril 42 personas, 20 voluntarias de fundación CB y 22 con discapacidad visual afiliadas a la ONCE, recorren el camino desde Santiago de Compostela hasta el cabo de Finisterre. El año pasado ya hicieron el camino, por eso han querido que sea una ruta diferente. En este caso la que realizan los peregrinos una vez llegan a su destino hasta este lugar conocido como el fin del mundo.

Los voluntarios están pendientes en todo momento de las necesidades de las personas discapacitadas visuales. Los van avisando de las dificultades del terreno para que puedan sortear las posibles piedras o charcos que aparezcan de forma natural en el camino. Quienes han perdido totalmente la vista llevan a su lado a un lazarillo que puede ser también discapacitado visual del 10%, incluso del 20%, aunque los voluntarios también actúan como tal para hacer el camino más llevadero para todos.

Actividades como esta ayudan a las personas con dificultades, en este caso visuales, a afrontar un poco mejor su día a día, dicen estos peregrinos. Luisa Zambrano no ha perdido completamente su visión, pero sí que presenta una limitación en su vida y esta experiencia es gratificante para ella. Ha podido hablar con personas que están pasando por su misma situación, hacer amigos y pasar unos buenos momentos. «Espero que este tipo de oportunidades no se abandonen nunca», manifiesta. Para ella fue duro el choque de realidad que tuvo cuando le dijeron su discapacidad, pero experiencias como esta la ayudan a seguir adelante. «Yo soy de disfrutar la vida a tope y si tropiezo me levanto, no pasa nada», expresa.

Los participantes de la actividad en el Faro de Finisterre

Los participantes de la actividad en el Faro de Finisterre / CEDIDA

«Está todo el mundo dispuesto a ayudar, todo el mundo pendiente de que no nos pase nada, esto es una maravilla, esto es lo mejor de lo mejor», cuenta Otilia Cabanillas, entusiasmada. Durante el último tramo hacia Finisterre, que se está realizando hoy mismo, todos caminan cantando, disfrutando de los últimos pasos de su viaje. «No estoy notando nada mi discapacidad», añade la mujer. A pesar de no ser capaz de ver el paisaje, ha podido sentir y contagiarse de la felicidad y el buen ambiente que se ha respirado. Es una experiencia que repetiría y está agradecida tanto con la ONCE como con fundación CB, los organizadores de esta expedición. «Esto no lo voy a olvidar yo, nos están dando la vida. El día a día es muy duro para nosotros, pero esto es un regalo de Dios», dice con notable emoción.

Han pasado por cuatro etapas: la primera desde Santiago a Negreira, que fue la única en la que hubo bajas. «El director de la ONCE tuvo una pequeña lesión el primer día», cuenta Carmen Pérez Albarán, organizadora y voluntaria de fundación CB. Fue el único que no pudo continuar con el trayecto. La segunda etapa fue de Negreira hasta Santa Mariña, la tercera de Santa Mariña hasta la ermita de Bujantes y la última finaliza en el faro de Finisterre.

Las dificultades han sido las mismas que el año pasado, según explica Carmen Pérez Albarán. Hay terrenos con grandes canchos de piedra, charcos, cuestas con piedras resbaladizas y la carretera también puede ser un hándicap para estas personas. Gracias a los voluntarios está todo controlado, «además son personas que se apañan perfectamente» añade la organizadora.