Fútbol. Segunda Federación

El año en el que todo salió mal en el Badajoz

El club blanquinegro consumó su segundo descenso consecutivo, acumuló problemas institucionales y deja aún más incógnitas sobre su viabilidad en mitad de un concurso de acreedores que aún debe empezar a pagar

Sandro Toscano se lamenta tras una ocasión fallada esta temporada.

Sandro Toscano se lamenta tras una ocasión fallada esta temporada. / Andrés Rodríguez

Luis Rollano

Mayo es un mes negro para el Badajoz y sus seguidores en los últimos años. En 2021 se frustró su ascenso con un varapalo histórico en casa ante el Amorebieta. Un año después se quedaron sin jugar ‘play-off’ en mitad de un año convulso. En este mes se cumple además un año del descenso del Arcángel de Primera a Segunda Federación y en estos días, también en el mes de mayo, el club blanquinegro se lame sus heridas después de consumar su segundo descenso en un año en el que todo salió mal en el Nuevo Vivero.

No se había terminado bien de producir la transición de una temporada a otra cuando intentaron dar unas pinceladas de ilusión con una brocha gorda que no terminó de calar entre la hinchada del Badajoz. David Tenorio, técnico que protagonizó el primer descenso, fue renovado, ratificando una apuesta que generó división desde el inicio. Fue una decisión tomada por un nuevo director deportivo, Juan María Pozo, ‘Gudi’, que armó un equipo que no cumplió con las expectativas. Antes de terminar el verano se llegó a decir «este año hay mejor plantilla que el año pasado estando una categoría por debajo». Algunos nombres como Miguel Núñez, Samu Manchón o Damián Petcoff así lo avalaban. Querían ser «el Real Madrid de la categoría», tal como se dijo por miembros de la propiedad el día de la presentación del nuevo proyecto. Pronto se vio que esta tentativa por enganchar tendría un efecto boomerang tan fuerte como inesperado en la cúpula del club pacense.

Un verano complicado

Unos días antes de empezar la temporada, el todavía técnico David Tenorio frenaba la euforia asegurando que el equipo «trataría de competir lo mejor posible», alejándose así del objetivo casi inexcusable del ascenso marcado por los dirigentes. Y es que en verano hubo un susto de dimensiones astronómicas en el Nuevo Vivero. La RFEF dictaba un descenso administrativo al club después de que este tuviera aún deudas con jugadores. No obstante, los servicios jurídicos del Badajoz se agarraron a la justicia ordinaria alegando su situación concursal y lograron una cautelar para poder competir en Segunda Federación. No obstante, esas dos semanas pasaron factura a un equipo que se vio muy condicionado para moverse en el mercado ante la incógnita de saber en qué categoría iban a competir dos meses después. Y eso también marcó el devenir del resto del curso.

Al iniciarse la temporada, ya se sabe la historia. El equipo comenzó a perder desde el primer día y la cabeza de Tenorio rodó tras siete jornadas. Tras él, llegó un Iñaki Alonso que empezó como un tiro pero que acabó con peores números que su predecesor. El segundo cambio en el banquillo coincidió también con un golpe de timón en la propiedad. El grupo de Luis Oliver y Agapito Iglesias irrumpieron con cambios de cerradura y actas notariales. El hijo del propio Oliver (Luis Oliver Sierra) se autoproclamó director deportivo y entrenador al mismo tiempo. Pero ni por esas salvaron a un equipo que ya estaba prácticamente condenado al descenso.

El club vive una situación límite en mitad de un concurso de acreedores que empieza a pagar en año y medio. Y todo ello con cada vez menos músculo económico en forma de patrocinadores, abonos y propietarios solventes.