Una amenaza para el ecosistema

Más de medio centenar de especies invasoras están presentes en Extremadura

Estos organismos exóticos puede causar estragos en el hábitat natural cuando se apoderan de él, como prueba en la región la expansión del camalote y el nenúfar mejicano en el Guadiana

Ejemplares de picudo rojo, tras unos trabajos de saneamiento de palmeras realizados en Cáceres.

Ejemplares de picudo rojo, tras unos trabajos de saneamiento de palmeras realizados en Cáceres. / Francis Villegas

Son hongos, plantas o animales que los humanos hemos ido llevando de un lugar a otro del planeta con nuestros viajes. Unas veces ha sido de forma intencionada y otras sin saberlo, pero lo que tienen en común todas las especies invasoras, y lo que las diferencias de otros organismos ‘viajeros’, es que una vez que han conseguido echar raíces en su nuevo destino han comenzado a causar estragos en el hábitat y a desplazar a otras especies autóctonas, a menudo poco preparadas para competir con rivales llegados desde miles de kilómetros de distancia. 

El último informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), de la que son miembros 143 estados, incluida España, volvía a subrayar el año pasado la grave amenaza que suponen estas especies, pero lo hacía advirtiendo además de que se está subestimando, infravalorando, o directamente, ignorando el daño que pueden llegar a causar. Los datos aportados en el estudio hablan por sí solos: los organismos exóticos ya son más de 37.000 en el mundo y se han cuadriplicado desde 1970. De ellos, unos 3.500 se pueden catalogar como invasores y juegan un papel clave en el 60% de las extinciones. Hasta la fecha, su presencia ha supuesto un coste de más de 390.000 millones de euros. Y no son solo una grave amenaza mundial para la naturaleza, también para la economía, la seguridad alimentaria y la salud humana.

Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) extraen camalote del Guadiana.

Efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) extraen camalote del Guadiana. / Santi García

En la región, la Dirección General de Sostenibilidad de la Junta, tiene identificada la presencia en territorio extremeño de más de medio centenar de especies incluidas en el Catálogo español de especies exóticas invasoras. Muchos de sus nombres evidencian que su lugar natural está muy lejos de aquí: hierba de la Pampa, viña del Tíbet, ganso del Nilo, hormiga argentina, galápago de Florida, codorniz japonesa…, así hasta un total de 52.

«Las especies invasoras tienen una dinámica muy especial. Al principio, cuando llegan, su explosión demográfica es muy grande. Luego, con el tiempo, empiezan a estabilizarse, cuando el ecosistema comienza a combatirlas», apunta José Luis Pérez Bote, profesor del área de Zoología de la UEx, quien incide que hay que «erradicarlas nada más detectarlas, si no, una vez que se expanden, es imposible». 

Nido de avispa asiática.

Nido de avispa asiática. / Fernando Rodríguez

Es la situación a la que se ha llegado con plantas como el camalote o el nenúfar mejicano, de las que se llevan extraídas muchas decenas de miles de toneladas en los últimos años del Guadiana sin conseguir que desaparezcan. «Con ellas lo que se necesitan ya son medidas de control, más que erradicación, que va a ser imposible», admite.

Pérez Bote es experto en este tipo de especies y su impacto en el medio, que puede llegar a pasar casi desapercibido. En estos momentos, detalla, «estamos viendo cómo una especie invasora como es el oxalis pes-caprae [agrio o vinagrera] roba polinizadores a las autóctonas, que se quedan con menos polinización, menos semilla y, por tanto, menos fruto». 

Varias cotorras argentinas, una plaga en algunas grandes ciudades.

Varias cotorras argentinas, una plaga en algunas grandes ciudades. / El Periódico

En su opinión, el caso «más problemático que tenemos ahora mismo es el del picudo rojo, que está en plena expansión. Está en su máximo apogeo y es una especie que causa mucho daño económico». A inicios de marzo, la Junta declaró la extensión de esta plaga que afecta a las palmeras a toda la comunidad. «Es una especie que no tiene enemigos naturales, de forma que el adulto se puede dispersar sin ningún tipo de problema. Lo hace básicamente por la noche, llega a la palmera, hace la puesta, y se acabó porque, cuando nos queremos dar cuenta de que la palmera está infectada, es prácticamente irremediable», zanja.

Las mayores amenazas para el futuro

Además de en las plantas, para el futuro, piensa que la mayor amenaza «puede venir por los insectos», como ya está sucediendo con el mosquito tigre o la avispa asiática, «mucho más difíciles de controlar que los vertebrados». O que la mayor parte de estos, porque hasta ahora, matiza, el ejemplo «más claro» de lo que fauna invasora puede hacer con la nativa han sido los peces, que en los ríos extremeños han desplazado a los autóctonos «a los tramos medios y altos» de los cursos fluviales, menguando sus poblaciones.

Son trece las especies de peces invasores que tiene detectados la Junta de Extremadura: alburno; pez gato negro; chanchito; carpa común; lucio; gambusia; pez gato punteado (bagre de canal); percasol (pez sol); perca americana (black bass); trucha arcoíris; pseudorasbora; lucioperca; y siluro. «Generalmente, son especies que se han traído para beneficiar a los practicantes de cierta pesca llamada recreativa. Sueltas ilegales casi todas», explica Pedro Brufao, profesor de Derecho Administrativo de la UEx y estudioso del régimen jurídico de las especies invasoras. «Las aguas continentales se llevan la peor parte de las invasiones biológicas», esgrime. Pero más allá de cuál es el origen de su aparición, Brufao insiste en que «el principal problema por el que medran» estos vertebrados es por lo «degradado» que está el hábitat. «Los grandes ríos de la región, el Tajo y el Guadiana, ya han perdido su función ecológica, son enormes pantanos de agua embalsada, llena de nutrientes y contaminada», lamenta.

Ejemplar de siluro, cuya presencia está confirmada ya en buena parte del tramo extremeño del Tajo.

Ejemplar de siluro, cuya presencia está confirmada ya en buena parte del tramo extremeño del Tajo. / El Periódico

Lo que antes eran cursos fluviales con unas fluctuaciones «enormes» en cuanto a su «nivel, temperatura, caudal y velocidad» se han convertido en «todo lo contrario»: aguas «paradas, más calientes y con muchísima carga de nutrientes», lo que facilita la expansión de peces y otros organismos invasores como las plantas. Eso ha contribuido al «arrasamiento de las poblaciones autóctonas de peces como la pardilla, la boga, la trucha, diferentes especies de barbo, el calandino o el jarabugo, que son unas maravillas de la evolución adaptadas a los rigores de los climas y de los hábitats fluviales de aquí, pero que han sufrido unas mermas importantísimas», afirma Brufao, que es también miembro de la Asociación Ríos con Vida. 

Una vez que «la evidencia científica muestra» que es en «hábitats degradados» donde estas especies prosperan, combatirlas pasa por «restaurar el medio ambiente natural. Es la única medida para poder hacerles frente. Las otras son necesarias, pero totalmente insuficientes», arguye Brufao. Reconoce que lograr este objetivo «es ya absolutamente imposible en el Tajo o el Guadiana, transformados sus dos cauces en «una sucesión de embalses», pero añade, que aún quedan excepciones: «Tenemos el único río peninsular de más de cien kilómetros sin represar, el Almonte».

El duraznillo de agua, cubriendo el embalse de Talaván.

El duraznillo de agua, cubriendo el embalse de Talaván. / El Periódico

El grupo más nutrido de especies invasoras es el conformado por las plantas, casi un tercio del total (18 referencias). En Extremadura, los ejemplos más paradigmáticos del peligro que representan son el nenúfar mejicano y el camalote, en cuyo control en el río Guadiana ha tenido que llegar a implicarse incluso la Unidad Militar de Emergencias (UME). Pero no son las únicas alóctonas que están provocando un deterioro del medio natural extremeño. En el embalse de Talaván se está expandiendo de forma acelerada el duraznillo de agua, presente también en otros puntos de la región. 

La ludwigia peploides apareció en esta masa de agua «hace años», apunta Álvaro Tejerina, delegado en Extremadura de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), que indica que no está claro cómo llegó hasta allí. Apunta la posibilidad de que fuera a través de semillas incluidas en piensos animales y contenidas luego en los purines de explotaciones ganaderas que acaban llegando a este pantano. Posteriormente, considera que las aves acuáticas pueden haber contribuido a su expansión trasladando restos de esta planta en sus patas. «Lo cierto es que aquí ha encontrado unas condiciones de vida ideales y se está reproduciendo de una forma prácticamente exponencial. La lámina de agua prácticamente ya no se ve», dice Tejerina, quien critica que desde la Administración se esté «minimizando» un problema «de muy difícil solución, pero que cuanto más se tarde en abordar, menos posibilidad habrá de erradicar». Si no se actúa, a medio plazo, este se convertirá en «un embalse sin vida» y «las posibilidades de que la planta se extienda a otras láminas de agua serán todas».

El delegado de Arba en la región hace hincapié en el perjuicio que originan a día de hoy las especies invasoras, entre las que también cita el helecho de agua. «Son plantas que tienen un potencial de colonización mayor que cualquiera de las mediterráneas, cuya forma de reproducción es infinitamente más lenta. Este tipo de especies, si destacan por algo, es por su capacidad de multiplicarse», sostiene. «La sociedad no es consciente de que eso es un problema muy grave y que hay que atenderlo inmediatamente», concluye.

Los animales vertebrados son la parte del catálogo de invasoras más llamativa aunque, afortunadamente por ahora, con la excepción de los peces, han causado muchos menos destrozos que las plantas o algunos invertebrados. En parte porque su control es más fácil, en parte porque «el mascotismo, que es uno de los problemas de las invasoras, no ha hecho excesivo daño en Extremadura. De momento nos hemos librado», apunta David Prado, vocal de la Sociedad Extremeña de Zoología (SEZ).

Son tres los mamíferos de este tipo localizados en Extremadura, el arruí, el cerdo vietnamita (en noviembre pasado se autorizó la caza de este animal en los cotos extremeños) y el visón americano. Este último se ha detectado en zonas del norte de Cáceres, en los que los técnicos de la Junta de Extremadura han capturado más de medio millar de ejemplares desde 2015. Supone, aclara Prado una fuerte «competencia» para «nuestro visón, el europeo», y para otras especies autóctonas, como el zorro y el tejón. 

Además de estos mamíferos, ya presentes en mayor o menor medida en la región, este experto cita la amenaza que supone el mapache, introducido en España como mascota. Se ha extendido como la pólvora en Madrid y se ha detectado en la limítrofe Toledo. A pesar de su simpático aspecto, este omnívoro de gran inteligencia puede causar verdaderos estropicios en las poblaciones de otras especies, algunas protegidas. 

Dos gansos del Nilo en la azotea de un edificio.

Dos gansos del Nilo en la azotea de un edificio. / Gustavo Santos

Asimismo, actúan como reservorio de parásitos y patógenos que atacan tanto a la fauna silvestre (epizootias) como al hombre (zoonosis). En este punto, Prado subraya que el impacto sobre las especies autóctonas no es solo ecológico, también «son las enfermedades que transmiten, para las que nuestras especies no tienen anticuerpos». Así, el visón americano es portador y transmisor del agente vírico causante de la enfermedad aleutiana, que castiga al visón europeo o a los hurones. 

La lista de aves invasoras la conforman siete referencias: bengalí rojo, codorniz japonesa, pico de coral, tejedor amarillo, cotorra de kramer, cotorra argentina y ganso del Nilo. Esta última es, por la mayor problemática que supone, la que ha centrado más acciones de control de la Junta hasta ahora, con 365 ejemplares eliminados desde 2015. También se autorizó su caza recientemente. Asimismo, este año se harán por primera vez acciones de control de la cotorra argentina, una auténtica plaga en varias grandes ciudades españolas.

Un ejemplar de galápago de Florida saliendo del agua.

Un ejemplar de galápago de Florida se solea sobre una piedra. / Luis Mario Arce

Reptiles invasores solo se está confirmada la presencia de uno en territorio extremeño, pero que lleva ya décadas en el medio natural: el galápago de Florida, un competidor «más grande y más agresivo que los galápagos autóctonos». «Hoy en día en muchas zonas es más fácil de ver que los nuestros», apunta Prado. De hecho, solo en 2023 se extrajeron más de 2.700 ejemplares de las zonas en las que se está combatiendo esta especie en la región.