Opinión | EL CHINERO

La llamada

Es difícil creer que una concejala se invente algo así, cuando además puede demostrarlo con el rastro en su teléfono

La concejala socialista Concha Baños.

La concejala socialista Concha Baños. / LA CRÓNICA DE BADAJOZ

La historia ha pasado prácticamente desapercibida aunque tiene su aquel. Bastante aquel. La polémica se ha detenido en seco a pesar de que merece más recorrido. Merecía una reacción más del alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera, pero posiblemente la habría enredado tanto que le habría resultado complicado desenmarañarla. Y eso que Gragera siempre encuentra salida. Está que se sale. 

Todo empezó por una llamada. Una llamada a la Policía Local. La realizó la concejala socialista Concha Baños, que prácticamente acaba de estrenarse como concejala con esta mini polémica. Mini porque se ha cortado casi antes de empezar, no por su importancia, que la tiene, y mucha. Contó la concejala que cuando volvía a su casa con su hijo, al salir del aparcamiento de Santa María, vieron a un hombre blandiendo un cuchillo con el que amenazaba a todo el que pasaba por su lado. La concejala reaccionó como lo haría cualquier ciudadano en su lugar si se las da de buen ciudadano y llamó con su teléfono móvil a la Policía Local, identificándose con su nombre y DNI. La respuesta del agente que la atendió fue que llamase a la Policía Nacional porque «no disponían de efectivos para atender mi requerimiento». Así lo hizo y avisó al 112.

Pero la concejala no se conformó y contó su experiencia en las redes sociales, como el más común de los mortales, que para eso están las redes sociales. Concha Baños publicó un tuit en X (antes Twitter) el 11 de septiembre contando lo sucedido. El alcalde debió enterarse rápidamente porque al ser preguntado por la prensa durante su visita a la Academia de Seguridad Pública sabía de qué le estaban hablando y saltó como un resorte, atacando al mensajero, en lugar de entrar en el contenido de la denuncia de la concejala socialista. Gragera se había atrevido a rebuscar en el registro de llamadas de la central de comunicaciones del cuerpo municipal para llegar a la conclusión de que la llamada de Concha Baños no se había producido. Y como no existía, la denuncia cojeaba por la pata. La base era una falsedad y, por lo tanto, una mentira no tiene réplica. La afectada tuvo que quedarse a cuadros cuando escuchó las manifestaciones del alcalde, que también es el suyo, por mucha oposición que ejerza. No salía de su asombro. El grupo socialista fue el primero en reaccionar y acusar, a su vez, a Gragera, de mentir. Lo demostró enseñando capturas de pantalla del teléfono móvil de la compañera, en las que aparece el número y la hora a la que realizó la llamada.

Que la Policía Local de Badajoz carece de efectivos suficientes no es ningún secreto. El propio alcalde es sufridor de esta situación, que viene de lejos, no de ahora. Concha Baños no pudo menos cuando compareció ante la prensa tras haber sido cuestionada por Gragera, que aclarar que sus palabras no iban contra los policías, sino que pretendía compartir lo que le había sucedido. Pero el alcalde lo interpretó como un acto de oposición puro y duro, un intento de incendiar las redes. La concejala socialista ha exigido disculpas públicas y tener acceso al registro de llamadas, así como a las imágenes de la cámara situada donde se produjo. Ni lo uno ni lo otro se ha producido ni se producirá. Queda por descifrar qué llevó al alcalde a mostrar tanto interés por la veracidad de la denuncia, como si se la hubiese inventado con el único afán de desacreditar al cuerpo policial. Gragera debería comprobar si pidió la información de la fecha correcta o si a quien se la demandó le dio largas. Es difícil creer que una concejala se inventara algo así, cuando además puede demostrarlo fácilmente con el rastro que las llamadas dejan en su teléfono móvil. En esta historia alguien se ha pasado de la raya y estaría bien que lo reconociese, por aquello de que ambos representan a los ciudadanos. Con el mismo rango.