Opinión | cuaderno de viajes

Savannah, Georgia

Es una ciudad de la costa de Georgia (EEUU), separada de Carolina del Sur por el río Savannah. Destaca por sus cuidados parques, coches de caballos y arquitectura prebélica

Es una ciudad para volver. Con menos frío. Tampoco en verano, en que dicen que el calor es oprimente y la gente anda con su vaso de té helado buscando, como un oasis, cualquier sombra donde cobijarse. Seguramente por eso haya tantas plazas, con árboles grandes que suavizan el contorno, y fuentes que embellecen sus centros. Las casas tienen persianas de lamas de madera, entornadas para ver y no ser vistos, y terrazas techadas con ventiladores de aspas grandes, para mover el tiempo, que parece detenido. Son casas hermosas, casi de decorado de película. Sin casi. Además de Forrest Gum, una de esas películas que uno no se cansa de ver una y otra vez, reconozco la fachada de ladrillo rojo que salía en ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’ de Clint Eastwood. 

Supongo que muchas otras, porque al caminar se siente ese ambiente que casi no parece real. Y a sus habitantes, embelesados, enamorados de su ciudad. Para llegar a la Catedral católica San Juan Batista, hay que atravesar el cementerio colonial. Que mas bien es un parque donde hay bancos, paseos y tumbas. Una oficinista hace una pausa para comer y da miguitas de pan a las palomas. A su lado la lápida de un oficial confederado. Un poco más al fondo, está las de dos firmantes de la Declaración de Independencia y la del tatarabuelo de Roosevelt. 

Allí se batían a duelo los caballeros y tenían lugar las ejecuciones públicas en el siglo XVIII. Donde se hacían los ritos de vudú y se desenterraban los cuerpos. Donde, aún hoy, se citan los seguidores del espiritismo para hacer sesiones o grabar sonidos de ultratumba. En el lateral descubrimos una librería y sobre todo a un librero. Y a su gato. Un librero dicharachero que también era carpintero y había construido todas los muebles expositores, e incluso una puerta secreta que albergaba un minúsculo rectángulo con un sillón, una alfombra, una mesita con té y una lámpara para leer sin público. Estantes atiborrados de libros antiguos y libros vintage. Descubrir que las primeras ediciones de ‘Los cinco’, que en realidad se llamaban ‘ The Famous Five’, y ‘Torres de Malory’ de Enid Blyton, son objeto de colección, me hizo sentir verdaderamente mayor. 

Caminar hasta el puerto merece la pena. Lucen atracados reproducciones de barcos a vapor que invitan a hacer una excursión. Paseando por sus adoquines con las fachadas oscuras de lo que fueron Taberna, almacenes y mercados, es fácil imaginar como debió ser esta ciudad, riquísima y bulliciosa. Y como uno no puede irse de aquí sin respirar ese aire de fantasmas antiguos, nos dirigimos al Bonaventure Cemetery donde aunque no lo crean es divertido deambular , encontrar tumbas estrambóticas, bellísimas y delicadas, y donde es facilísimo perderse. Son muchos los que hacen la visita con guía, y se entiende. Si van por su cuenta no les de pudor atravesarlo en coche, es la única manera de llegar al parking del fondo, junto al río , y desde allí caminar,  mapa en mano, para encontrar las tumbas más famosas. Pero no busquen la estatua de La Niña pájaro de la portada de ‘Medianoche en el jardín del bien y del mal’, se la han llevado al museo del Centro. 

Con tanto muerto y tanto paseo se me ha abierto el apetito, así que salimos de Savannah después de disfrutar de la buena comida sureña , para celebrar que estamos vivos y, afortunadamente, coleando.