Opinión | El embarcadero

La desinformación

Una amenaza que se puede equiparar al cambio climático, las pandemias o las armas nucleares

Ayer se conmemoró el Día de Europa y en algo menos de un mes la población de los 27 Estados miembros de la UE acudiremos a las urnas para elegir a nuestros representantes en el Parlamento Europeo, una cita que tiene gran importancia, dado que las decisiones que se adoptan en la Eurocámara afectan a nuestra vida cotidiana. Con nuestro voto podemos contribuir a crear una Europa acorde a nuestros valores y aspiraciones, y somos la ciudadanía europea la que, con nuestro sufragio, podemos influir en las decisiones económicas, sociales y culturales del futuro del Viejo Continente. Votar en estas elecciones es fundamental para salvaguardar la democracia, más de lo que creemos, nos lo recuerdan los mayores de diferentes países que aparecen en una campaña de comunicación del Parlamento Europeo que se lanzó la pasada semana. Los derechos logrados no pueden darse por sentados, hay que seguir defendiéndolos de peligros como los bulos, el auge de los extremismos (como el de la ultraderecha) o la injerencia electoral. Entre los testimonios que aparecen en el vídeo se encuentran los de personas que sufrieron el Holocausto. Solo ellos son conscientes de que vivir en paz y en democracia es un objetivo que no podemos perder nunca. Sin embargo, hay amenazas globales que nos acechan, como la desinformación, que se puede equiparar al cambio climático, las pandemias o las armas nucleares. Términos como lodazal, fango, bulo, falsedades o calumnias se emplean a veces libremente sin parar a pensar en lo delicados que pueden llegar a ser. La desinformación se ha convertido en una amenaza a la seguridad nacional y puede impactar en la esencia de la democracia, al minar la cohesión social y desarrollar en la gente una pérdida de confianza en las autoridades, en las instituciones, en los medios de comunicación o en la justicia. Estamos asistiendo recientemente al uso de la desinformación para atacar al contrincante político, vemos cómo algunos políticos mienten y quieren ganar así más apoyos. Actuando de ese modo están poniendo a la misma altura a la información veraz de la que no lo es y, por tanto, activando una polarización política que sigue en alza, con un nivel de relativización de la verdad que resulta temerario. Ahí tenemos los ejemplos de maestros de la desinformación como el expresidente estadounidense Donald Trump que, a base de apelar a las emociones, los zascas y la viralización que genera el uso de las redes sociales, sigue extendiendo odio, rechazo, indignación hacia colectivos como el de las personas migrantes. No hay duda de que vivimos tiempos complejos, convulsos, de crisis múltiples, que se convierte en el caldo de cultivo propicio para la desinformación. Debemos estar muy alerta para no propagar bulos, máxime en la antesala de la celebración de comicios. La historia nos recuerda cómo donde no hay democracia surgen los totalitarismos y hemos de aprender una lección más: todos tenemos una responsabilidad para que la democracia y las libertades sigan más vivas que nunca. Votar es una de ellas.