Opinión | disidencias

Mamón

Dejen, por un momento, a un lado las fiestas y el cachondeo, el paisaje y los buenos momentos y recuerdos, lo mejor de la familia y los amigos y miren a su alrededor: sinceramente, ¿les gusta lo que ven y escuchan en su trabajo, en su ciudad, en el país? ¿No tienen la sensación de un eterno fin de ciclo, de una huida hacia adelante que no es más que otro abismo más profundo que el anterior, de estar en la noria del hámster enjaulado y dando vueltas y vueltas hacia ninguna parte? No sé, parafraseando a Vargas Llosa, cuándo se jodió todo esto, pero la moda del hedonismo y el derroche ha dado paso a la cultura de la cancelación, al recorte de libertades, al postureo como religión y alas redes sociales como escenario efímero y superfluo de vidas de cristal que solo recibirán más frustración. Nadie está contento con nada, los egos se alimentan con cualquier cosa que les engorde, todo son quejas, cortinas de humo, una ingeniería social que construye una sociedad donde los valores que encumbra no son más que podredumbre de nuevos ricos. La caída de los imperios siempre viene precedida de una revolución ficticia que acaba devastándonos. España está siendo sembrada de rencor, guerracivilismo y adoctrinamiento donde la novela de Orwell será un juego de niños frente al totalitarismo que pretende imponer un estilo de sociedad y unas ideas que atentan contra la propia naturaleza humana, contra la historia y contra el futuro. Nos han convertido en unos y otros, o son los míos o son ellos. Murió el nosotros, si es que alguna vez existió. Y, con ello, destruirlo todo de una vez mientras que quienes le han prendido fuego a Roma, como Nerón, tocan su lira desde despachos enmoquetados y coches oficiales. No, no son (o no solo ellos) los del Ibex 35, son quienes firman leyes y colonizan instituciones para desvalijar nuestros bolsillos, empobrecernos a todos, incluidos a los pobres de siempre, y blindar su mañana judicial para cuando la turbamulta les pida responsabilidades. Mientras tanto, la obscena obsesión por fotografiar las vidas para subirlas al Facebook como si eso sirviera para algo, la ciega servidumbre al líder, aunque nos conduzca a la miseria, la televisión como espejo del alma, la censura real y el permanente y estúpido revisionismo queriendo cambiar la historia o las letras de canciones. La última, una paya en la tele haciéndose la guay criticando el “Sufre, mamón” de los Hombres G. Seguramente, una más de las que pertenece a la cofradía del hambre y en su búsqueda de notoriedad, desconoce -porque suelen ser ignorantes de libro-las letras de Siniestro total, Almodóvar y McNamara o Los Ronaldos, llenas de barbaridades. Mira por donde el mamón que le birlaba la novia a David -porque resulta que la historia fue real- adquiere ahora relevancia de la mano de quien o quienes desean taparnos la boca ahora y taparlas en diferido. La sociedad líquida, el sálvese quien pueda y un amanecer de incertidumbres que pretenden liderar los más tontos y reaccionarios de la clase. Voy a echar de nuevo una Primitiva antes de arrojar la toalla. Muy pronto, la policía del pensamiento quemará libros y eliminará las viejas canciones. Para entonces, ya no quedarán toallas y el cuento de la criada será más que una serie de Netflix.