Opinión | el embarcadero

Patriotismo hueco

Nunca he entendido la apropiación que ciertos grupos e individuos hacen de un patriotismo que, en verdad, está hueco y asociado a gestos como tapar el sol con la mano derecha o a episodios y personajes con un cierto tufo añejo y reaccionario: el Cid, la reconquista, los Reyes Católicos, la conquista de América o el franquismo. En realidad, no se creen su repetido «¡Viva España!», está vacío, lo usan solo como eslogan, sin importarles en absoluto los verdaderos problemas del país. He reflexionado sobre esto a raíz de la presentación en Badajoz, hace una semana, del libro ‘Patria digna. La España que intentaron robarnos’, del joven politólogo Alán Barroso. Él se refería a un concepto sobre el que quizás se debería insistir más: la patria como una comunidad de cuidados, de tal forma que la gente sin dinero, sin contactos… pueda salir adelante. Cuando vienen mal dadas, los ricos y poderosos –muchos de ellos con apellidos compuestos y rancio abolengo–se salvan por sí solos, gracias a su patrimonio, sus influencias…¿Se imaginan que durante la pandemia las vacunas solo hubiesen sido para quienes la hubieran podido pagar? Afortunadamente hemos avanzado en algo. El verdadero patriotismo no se demuestra dándose golpes de pecho ni con la pulsera rojigualda en la muñeca, sino –a mi juicio– defendiendo a la gente más humilde y vulnerable, lo que es de todos y todas, como la sanidad pública, que, desde hace años, están desmantelando. La reacción ciudadana la vimos el pasado domingo, con cientos de miles de personas por las calles de Madrid. Me resulta indignante esa apropiación de los símbolos nacionales por parte de la extrema derecha y la derecha que, ya lo hemos visto, han empleado la bandera española en las manifestaciones contra el aborto o el matrimonio igualitario, para dividir y confrontar. España se rompe por la desigualdad, por familias que no pueden pagar el alquiler o jóvenes que tienen que salir fuera porque aquí no encuentran oportunidades. No por Cataluña. Podemos sentirnos orgullosos de, por ejemplo, las cifras de donación de órganos, los derechos alcanzados para las mujeres y el colectivo LGTBI, quienes hacen posible los servicios públicos o que seamos cada vez más tolerantes, abiertos y diversos. Por tanto, resulta interesante la idea de reconciliarnos con nuestro país, eso sí, con una visión internacionalista porque ¿no es acaso patriótico luchar contra el cambio climático? Y no olvidemos las palabras de Machado: no es patria el suelo que se pisa sino el que se labra.