Opinión | Disidencias

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Después de 28 años, he aprendido mucho y de muchos, pero sobre todo, que el Ayuntamiento no tiene la culpa de todo

Se cumplen, en estos días, 28 años desde que, oficialmente, comencé a trabajar en el Ayuntamiento de Badajoz. Concretamente, en su Gabinete de Prensa. Digo oficialmente, porque ya desde junio de 1995 me había puesto manos a la obra en una nueva etapa profesional y municipal que se iniciaba –tras Rojas y Montesinos- bajo el gobierno de Miguel Celdrán. Cuanto antes se escriba, mejor: he tenido la oportunidad laboral de convivir con tres alcaldes: buena gente, educados, trabajadores y conocedores de las profundidades emocionales de Badajoz. 

Celdrán, que llegó a la Alcaldía en edad ya madura, con una experiencia vital abundante, variopinta y muy activista en su ciudad, era todo vitalidad, desparpajo, intuición, seriedad, inteligencia, sentido común, espontaneidad, cercanía, responsabilidad, liderazgo, amabilidad, entusiasmo, entrega y un permanente afán de trabajar para que Badajoz fuera más igual, más libre y con más oportunidades. Le importaban un pimiento las servidumbres del protocolo, los encorsetamientos de las agendas -en un pos-it amarillo en el bolsillo de su chaqueta iban cada día apuntados sus compromisos-, la continencia verbal en sus declaraciones y la relevancia de sus gestos, porque era tanta su sabiduría y su capacidad para organizar y liderar equipos, tanta su generosidad para mirar para otro lado cuando le fallaban o insultaban, que se sobreponía a todo con tal de dignificar a Badajoz y sus vecinos y no traicionar el legado moral de sus mayores.

No sé si tendremos alcalde en la ciudad que supere sus 18 años de gobierno, pero, desde luego, no lo habrá mejor porque tenía un don: nunca fuimos capaces de saber si era del Madrid, del Barça o del Atleti como no supimos si era de derechas, de izquierdas o de centro, sencillamente, porque a él solo le interesaba el buen juego, la buena gente y que los proyectos salieran adelante.

Después, 8 años de Fragoso -que lleva una enciclopedia en la cabeza-, al que le tocó lidiar con el inmenso vacío que dejó Miguel, con las abrasivas redes sociales, el populismo, la demagogia y una pandemia mundial. Ahora, llevamos dos años con Gragera, con grandes retos ante sí y, si él quiere, trayectoria para largo. Desde el punto de vista informativo, aparte de la Junta de Extremadura, el Ayuntamiento de Badajoz es la institución que genera más información, que toma decisiones que afectan más allá de su término municipal y que tienen que ver más directamente con la vida diaria de los vecinos. En estos 28 años, vivimos una riada que se llevó a demasiada gente por delate, que sufrieron miles de personas, con casi 400 periodistas en la ciudad, la visita institucional del entonces Príncipe de Asturias o de nuestro astronauta Michael López-Alegría, la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, la construcción del Nuevo Vivero, el cambio de Ferial, varios partidos de la Selección de Fútbol (langostos incluidos), la entronización de nuestras fiestas más señeras, el reconocimiento de nuestra identidad y la mayor transformación habida en Badajoz en toda su historia.

Después de 28 años, he aprendido mucho y de muchos, pero sobre todo, que el Ayuntamiento no tiene la culpa de todo, pero sí es el responsable de liderar todas las revoluciones, reivindicaciones, exigencias y pretensiones que agiganten cada día más a una ciudad con la que no siempre estamos de acuerdo.

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