Opinión | Disidencias

Abril

'La tierra baldía’ está considerada como la obra cumbre del poeta y dramaturgo norteamericano Thomas Stearns Eliot y, de sus 434 versos, el primero de ellos es una rotunda declaración: «Abril es el mes más cruel», en claro conflicto con lo que siglos atrás declarara el inigualable Shakespeare: «Abril le da un espíritu de juventud a todo». Shakespeare y Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega, el príncipe de los escritores del Nuevo Mundo, dan sentido al mes de abril (ahora considerado el mes de las letras y los libros), habiendo nacido o fallecido (como Kundera, Andersen, Inving o Duras, como Asimov, Simon de Beauvoir, García Márquez o Jorge Manrique) en un mes del que Eliot añadía que hace «brotar/ lilas de la tierra muerta, mezcla/ memoria y deseo, remueve/ turbias raíces con lluvia de primavera». La lluvia es, precisamente, la protagonista del refranero popular: «Abril mojado, de panes viene cargado», «Abril llovedero llena el granero», «Abril abrilero, cada día dos aguaceros», supongo que relacionado con el «Abril aguas mil» y confiando en que «Abril lluvioso hace a mayo hermoso». Serrat cantó: «Especialmente en abril/ se echa a la calle la vida./ Cicatrizan las heridas/ la razón se indisciplina/ se enmarañan por ahí/ las parejas, sin atender, imprudentes/ el consejo de Neruda/ que las nieves son más crueles/ en abril, especialmente». Carlos Cano cantaba que «abril para vivir, cantar, sentir, soñar», Alejandro Sanz que «nuestro amor era igual que una tarde de abril», La oreja de Van Gogh que «somos dos novios que no tienen mes de abril», Alejandro Fernández «que la vida estaba escrito que ella y yo, éramos abril y marzo», Álex Ubago que «aquel abril llovió de tal manera se limpiaron las aceras y el dolor», Mocedades que «el amor nació en abril y el otoño se lo llevó» y Los secretos «nos vemos en abril, cuando el invierno empiece a dormir». Dicen que abril y septiembre son los meses que más inspiran a la música y, así, desde Silvio Rodríguez hasta Patti Smith, pasando por Amaury Pérez, Luis Miguel, Deep Purple, Vinicius de Moraes, Maná, Presuntos implicados, Sinatra, Pancho Céspedes, Vanesa Martín, La Bien Querida, Simon&Garfunkel, Prince, Calamaro o la Bachata rosa de Juan Luis Guerra. Esperamos en abril, el 20 por más señas, la llamada de Celtas Cortos o recordamos, aquello de Amaral, «nos conocimos en enero/ y me olvidaste en febrero/ ahora que es quince de abril/ dices que me echas de menos/ y yo me quiero reír». Abril es la locura de la primavera, el sinsentido de ningún día de fiesta, la amargura de un curso casi llegando a la meta, los exámenes en perspectiva, el verano a la vuelta de la esquina, recordatorios que no a todos ponen de acuerdo, la Feria de Sevilla, en fin, «Dios santo, qué bello abril», cantó Fito Páez a pesar de que, como Sabina, siempre nos quede el mal cuerpo de que alguien, un imbécil, seguro, nos haya robado el mes de abril, que «lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón». Abril es un espacio en blanco, una larga ausencia, un infierno en pequeño, una obra cuando no se la espera, un amor tardío o fuera de sitio, un plano secuencia de lo más lánguido y triste de cuanto nos puede dar un año que apenas empieza. Lluvia, dicen, lluvia e invierno, por favor, que desaparezcan, hartos ya de tantos días tristes y de tanto abril que aún no clarea.