Opinión | EL EMBARCADERO
La energía, un bien común
La energía se ha convertido en uno de los aspectos más relevantes de la economía, del consumo, de las relaciones internacionales… y, en último término, de una guerra al este de Europa. Dada su importancia, es un tema complejo pero trascendente y político que exige un posicionamiento que ponga en evidencia los ingentes beneficios de las grandes eléctricas y, al mismo tiempo, la pobreza energética que sufren muchas familias. Como respuesta al poder de los oligopolios, más gente aboga por considerar a la energía como un bien común y básico, porque entiende que no puede ser objeto de especulación; y reivindica en plena transición energética la construcción popular de alternativas al mercado capitalista, con propuestas público-comunitarias y cooperativas. Es decir, desenchufarse de las grandes compañías y apostar por cooperativas de energía renovable, siguiendo la estela de otras en el Estado español como Som Energia o Goiener. En Extremadura contamos con EnVerde, que surgió desde abajo y con la intención de participar en el debate sobre el modelo energético que queremos y necesitamos, dando voz y participación a la ciudadanía extremeña. Transita en la línea de la soberanía energética, vector clave para la consecución de un paradigma de sociedad y de vida más equitativo y sostenible, en el que podamos tomar decisiones de manera que se pueda producir, consumir y gestionar energía limpia y de proximidad (descarbonizada y de kilómetro cero), con precios justos y funcionamiento democrático. Estimo que se ha de ir más allá y caminar hacia el autoconsumo, sobre todo el colectivo, ya que ahorra numerosos costes en la instalación. De ese modo, desde EnVerde se está acompañando y facilitando herramientas a personas, pymes y administraciones locales para la creación de comunidades energéticas, una apuesta firme de la UE para incentivar un modelo en el que se genere la energía en el lugar de consumo, algo que repercute en el bolsillo de las personas y que carece de impacto medioambiental puesto que se promueven las instalaciones en la cubierta de edificios públicos y privados. Es lo contrario al prototipo imperante centralizado, en el que la energía se produce en macroproyectos con un importante impacto y altas pérdidas en el transporte hasta el consumo final. Las comunidades energéticas suelen nacer a partir de un grupo de personas de una misma localidad o barrio que se unen para generar energía renovable (habitualmente fotovoltaica, localizada en cubiertas y tejados de vastas dimensiones) de forma colectiva, con el ánimo de conseguir un ahorro muy significativo en la factura de la luz. Ya hay varias en proyecto, en Montánchez, Mérida o municipios del valle del Jerte, entre ellos Piornal. Ojalá pronto proliferen muchas más por toda la geografía extremeña, cuales setas en un otoño lluvioso. Nadie dijo que fuera fácil. Podemos quedarnos solo en desaprobar el alza de precios, el uso de energías fósiles, de las centrales nucleares, de los macroproyectos, de las multinacionales y sus ‘lobbies’... Sin embargo, todo esto es algo factible, es la concreción de que se puede pasar de la crítica a la acción, también en cuestiones energéticas y de sostenibilidad.
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