Opinión | la trastienda

Extremadura, sin cartera

De algún modo contar con un ministro de Extremadura denota nuestra importancia y demuestra en qué sitios pone el foco quien manda

El nuevo gobierno de Sánchez ha dejado una vez más a Extremadura sin cartera ministerial. No soy de los que miran la procedencia de nadie para juzgar una gestión y además entiendo que los ministrables no son de un territorio concreto sino de toda España con independencia de donde hayan nacido, pero de algún modo contar con alguien de una región determinada denota la importancia de ese lugar y demuestra en qué sitios pone el foco quien manda. Y en este aspecto Extremadura, como también Asturias, Cantabria, Baleares, Murcia o La Rioja no pinta poco.

El PP ha salido en tromba a criticar que no haya ministros extremeños en el nuevo gobierno de coalición, lo que viene a significar a su juicio lo poco que le importa Extremadura a Pedro Sánchez. Y digo yo que habrá que decirles que es justa la misma importancia que le daba a Extremadura Mariano Rajoy o José María Aznar, es decir, ninguna, porque los ministros extremeños del PP brillaban por su ausencia.

Enrique Sánchez de León (1977-1979), Alberto Oliart (1977-1982) y María Antonia Trujillo (2004 a 2007) son los únicos tres extremeños que han ocupado cartera desde el advenimiento de la democracia. Los dos primeros con Adolfo Suárez y la tercera con José Luis Rodríguez Zapatero. Es verdad que Celestino Corbacho y Magdalena Valerio también fueron ministros y se atribuyen a la cuota extremeña, pero el primero era un político nacido en Extremadura que había desarrollado toda su carrera en Cataluña llegando a ser alcalde de Hospitalet de Llobregat y la segunda otro tanto de lo mismo pero en Castilla La Mancha. Así pues, la cuota extremeña ha sido y es bastante exigua y no goza de peso específico ni protagonismo desde hace ya demasiados años.

Si no podía o no quería Fernández Vara al menos se podría haber elegido a otra persona de aquí tan anónima y desconocida como otros designados

En el ambiente estaba el runrún de que Guillermo Fernández Vara, vencedor de las elecciones en Extremadura pero sin gobierno por el acuerdo PP-Vox, iba a coger cartera y compensar así esta deuda histórica de ministrables con Extremadura. Era también la forma de pagar la fidelidad a un presidente que, pasado el trance de las primarias, se puso de cara ante el nuevo jefe y vivió con él toda clase de avatares, agradables y también bastante desagradables. Pero finalmente no ha sido así, bien por falta de ofrecimiento, bien por rechazo del interesado. Es verdad que los tiempos que marca la política en ocasiones no coinciden con las apetencias personales, pero si no podía o no quería Fernández Vara al menos se podría haber elegido a otra persona de aquí tan anónima y desconocida como otros designados y procedentes de Cataluña, Andalucía o Galicia, que digo yo que alguien habrá por estos lares con nivel político como para comerse el mundo y, de paso, barrer para casa. Pero no, no ha sido posible. O no tenemos banquillo o Sánchez busca fichajes en otras latitudes.

Afrontamos una legislatura difícil, bronca y de alto voltaje, donde el enfrentamiento entre territorios se va a notar en demasía y el gobierno va a tener que hacer juegos malabares para casar las exigencias de unos --Cataluña, País Vasco, Canarias, Galicia, por este orden--, con las necesidades y reivindicaciones de otros. Ya me dirán ustedes qué vamos a hacer los extremeños estos cuatro años con un gobierno PP/Vox desconectado de otro formado por PSOE y Sumar. Evidentemente no nos van a dejar en la estacada, pero privilegios pocos. Y no digo que un ministro o ministra extremeña fuera a solucionarnos los problemas, pero algo ayudaría, aunque solo fuera por decirlo donde debe. Pues ni eso.